ADVIENTO: Discurso moralista vs comportamiento ético.

"Mi madre me pegaba.  Me trataba como bruta.  Mi padre igual.  Hasta que encontré la primera oportunidad de largarme.  Conocí a Leopoldo, diez años mayor que yo, y me fuí con él.  Todo siguió igual, que con mis padres.  Hasta que tuve a mi tercer hijo,  le dije a Leopoldo: ¡Ni una patada más, porque te denunció y me largo!..." (Carmen). Había transcurrido once años.

El adviento que esperaba Carmen, no era un discurso moralista.  Mucho menos, una promesa de las muchas que había escuchado.  Esperaba defenderse del maltrato. Silencio opresor.  Rol de víctima. El adviento que espera es que los ciegos ven, los cojos andan; los leprosos quedan limpios,  y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia una Buena Noticia (cf. Mateo 11, 2-11)

Pero, lo que también esperaba en Adviento era que, al lograr todo ese programa, la gente no se escandalizara cuando ella comenzara a ver, andar, limpiarse, oir, resucitar y anunciar esta Buena Noticia a los pobres. Que la gente la apoyara y se alegrara con ella, de estos logros.

Adiós al discurso moralista de confesar los pecados.  Eso se quedó encerrado entre las rejas.  No hay más continuidad de ese discurso.  Es parte del pasado de Carmen.  Despedirse del sacrificio que comporta vivir gritando en el desierto.  Eso también quedó encerrado.  En esa cárcel quedó también las dudas por quienes muestran una nueva manera de con-vivir.  Esa es la nueva carta de presentación: "¡Ni una patada más, porque te denunció y me largo!"

Es así, porque el discurso, que no se hace acción, es como ver una caña que la sarandea el viento.  Algo así, como buscar una persona vestida con un lujoso traje, tipo Hollywood, en la soledad plena del desierto de Sechura.  Hay que superar ese discurso profético, basado en el anuncio y denuncia, para lanzarnos a la acción. Dar señales de liberación.  Caso contrario, el adviento que esperamos es tan patético, como contemplar "una caña sacudida por el viento", que es llevada por donde se le antoja soplar el aire.  Por ello, esa ruta preparada, durante once años, le hace más que profeta.

RESUMEN: El discurso moralista de adviento, sin un comportamiento ético, es puro palabreo plagado de contradicciones, donde la esperanza queda encerrada en una cárcel como la de Juan, llena de dudas e inseguridades: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?




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