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Mostrando entradas de marzo, 2017

A FRANKLIN, mi hermano. (Mt. 6, 7-15)

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A Jesús no le gustaban los funerales.  Cuando asistió a uno, hizo andar al difunto y se terminó el funeral.  En otro, hizo resucitar al que estaba muerto y fin del velorio.  A mi hermano Franklin, tampoco le gustaron los funerales.  Pero no solo en eso fue evangélica su vida. A Jesús no le gustaba la oración que se lucía en público con muchas palabras.  Por eso, mostró en silencio su cariño, cercanía y reivindicación con las personas: tocando, abrazando, celebrando comidas y bebidas. La fiesta de la fraternidad. Esa era otra actitud que mi hermano Franklin, mi gran hermano, copió literalmente de Jesucristo. Fue su oración permanente. ¿Qué le gustaba a Jesús?  Le gustaba la oración de la intimidad.  Aquella que se logra encerrada en una habitación, lugar de nuestros secretos.  Donde está el calor de nuestra compañía con nosotros mismos y los “más nuestros”.  Allí donde el cariño es tan cercano, que podemos abrazarnos y podemos decir que todo es “NUESTRO”.  Hasta el último momen