La maternidad como memoria biológica y resistencia afectiva: diálogos entre evolución, deseo y poder

 La maternidad ha sido históricamente abordada desde múltiples disciplinas: biología, antropología, sociología, psicología. Sin embargo, pocas veces se articula como experiencia afectiva que resiste y transforma. Mi conversación con Lucía Fernanda propone una lectura de la maternidad como memoria biológica inscrita en el cerebro humano, pero también como construcción social atravesada por el deseo, el poder y la violencia. A partir de un diálogo entre teoría y narrativa, se busca recuperar la dimensión ética y política del cuidado, especialmente en contextos donde el neoliberalismo ha instrumentalizado el cuerpo materno.

Desde una perspectiva evolutiva, la maternidad emerge como estrategia de supervivencia. Según Buss (2021), la elección sexual de la hembra responde a patrones adaptativos que aseguran la continuidad genética. Maturana Romesín (2008)  complementa esta visión al señalar que el vínculo afectivo entre madre e hijo constituye una forma de organización social basada en el cuidado. Hace 125 millones de años, con el surgimiento de los mamíferos, se instauró la psicología del enternecimiento: una memoria afectiva que aún persiste en el cerebro humano.

Este vínculo no era propiedad ni mandato. En los primeros grupos humanos, el cuidado era colectivo, y la maternidad, una opción. Engels (2019) describe cómo la transición hacia la propiedad privada transformó radicalmente estas dinámicas, instaurando jerarquías de género y control sobre el cuerpo femenino. La muestra es el paso del nomadismo al sedentarismo.  La relación entre amo-esclavo quedó en el ámbito externo e interno, con el descubrimiento de los granos: trigo, maíz y arroz (Harari, 2022).  Con eso nacía la civilización.

Con el avance de la civilización, la maternidad fue progresivamente colonizada por estructuras patriarcales. El cuerpo de la mujer se convirtió en territorio de control, y el deseo de maternar en mandato social. El matrimonio es una muestra de ello.  Donath (2016) denuncia cómo el discurso del “instinto maternal” ha sido utilizado para justificar la imposición de roles y negar la agencia femenina, incluso cuando en el matrimonio no se tenga hijos.  La mujer asume el rol de madre al cuidar del marido como a un hijo.

En el contexto neoliberal, esta colonización se intensifica. La maternidad se convierte en mercancía, en expectativa productiva, en sacrificio silencioso. Las mujeres son interpeladas por sistemas que exaltan el amor materno mientras precarizan sus condiciones de vida. El deseo se transforma en deuda, y el cuidado en carga; así lo ha internalizado con estrategias psicológicas (Turner, 2019), que contribuyen al objetivo neoliberal.

A pesar de esta colonización, persiste una memoria afectiva que resiste. El cerebro humano conserva la huella de millones de años de ternura, de apego, de cuidado mutuo. Esta memoria no puede ser borrada por decretos ni por sistemas. En ella, la maternidad se vuelve subversiva: cuando se elige, cuando se vive desde el deseo, cuando se convierte en acto político de amor.

Muraro y Boff (2004) proponen una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias, donde lo femenino y lo masculino no se oponen, sino que dialogan desde el afecto. Esta perspectiva permite reconfigurar la maternidad como posibilidad ética, no como mandato biológico.

La conversación con Lucía Fernanda, adolescente en pleno descubrimiento del viejo mundo, revela la potencia transformadora del vínculo. Su manera de nombrar, de preguntar, de abrazar, constituye una pedagogía del afecto. En ella, la maternidad no es institución ni sacrificio, sino encuentro, juego, asombro. 

Lucía Fernanda afirma que el cuidado no se impone, se ofrece. Que el amor no se exige, se construye. Que la ternura es una forma de resistencia frente a un mundo que nos quiere productivos, desconectados, eficientes. En su mirada, la maternidad se revela como posibilidad de sanar, de acompañar, de transformar, con o sin hijos.

La maternidad, en su forma más profunda, no es mandato ni imposición: es posibilidad ética. Es decisión que emerge del deseo, del vínculo, de la memoria afectiva que habita en el cuerpo y en el lenguaje. En tiempos donde el sistema insiste en convertir el cuidado en carga, el amor en deuda y el cuerpo en recurso, elegir maternar —o no hacerlo— es un acto de resistencia.

Recuperar la maternidad como opción, como deseo, como vínculo libre, es también recuperar la dignidad de lo humano. Es volver al origen, no para repetirlo, sino para transformarlo.

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Buss, D. M. (2021). La evolución del deseo. Madrid: Alianza editorial.

Donath, O. (2016). #madres arrepentidas. Barcelona: Reservoir Books.

Engels, F. (2019). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (2019 ed.). México D.F.: Berbera editores. doi:9789707830448

Harari, Y. N. (2022). Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad. Barcelona: Debolsillo.

Maturana Romesín, Humberto – PÖRKSEN, Bernhard. (2008). Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer. Buenos Aires: GRANICA.

Muraro M. Rose – Boff, L. (2004). Femenino y Masculino. Una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias. Madrid: TROTTA.

Turner, S. (2019). Psicología oscura. México D.F.: Bravex Publications.

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