"La noche de los alfileres"; exploración relacional en contextos de violencia.

Manu, es la expresión de la dureza que intentamos reflejar a los demás, cuando en el fondo nuestros miedos nos invaden.  Ocultamos sentimientos, que aparentemente tienen el tabú de "debilidad".  Somos capaces de todo, hasta que un día alguien nos desnuda.  Ya sea las circunstancias u otra persona. En contextos de violencia, el personaje más odiado, repudiado, por nosotros mismos, se puede convertir en nuestro fiel aliado para quitarnos la careta y comenzar a vivir.  ¿No fue eso Sendero Luminoso y las fuerzas militares-políticas en el Perú?

Carlos soy yo, cuando el intelecto se desborda por mis emociones.  Cuando las disonancias cognitivas invaden las decisiones personales, aún en situaciones tan dramáticas como la "venganza" hacia el verdugo.  Soy yo cuando disfruto del placer sexual, en medio de una catástrofe, que se entreteje en la angustia y el descontrol.  ¿Así no fue el nacimiento de un partido político, que "repuso la paz" asesinando, robando y hoy cuenta con mucha aceptación?

Beto eres tú y yo, al exponer tus ideas camufladas para esconder los sentimientos más hondos y puros, ante una realidad que no cree en los afectos y prefiere esconderse en las "chapas", en las burlas, de no querer nombrar las cosas por su nombre.  Las dependencias afectivas, que nos llevan a realizar actos insensatos, al extremo de posponer los sentimientos.  ¿No es ese el miedo que sentimos al rechazar nuestros afectos entre las razas del Perú, asumiendo que los "otros" siempre son los terroristas o los "ignorantes"?

Moco, somos nosotros que queremos cambiar de un plumazo las circunstancias con el desorden del autoritarismo.  O nos dirigimos por el líder a rajatabla o asumimos el liderazgo para desaparecer a quien nos "estorba".  Cambiar el mundo desde nuestros impulsos, de una vez por todas.  ¿De eso no se trata las secuelas que nos dejó, en la política, la violencia de dos décadas que sufrió nuestro país?

Pamela, la dulce Pamela.  Como tantos peruanos, llevamos la amargura y las ganas de hacer desaparecer de nuestra vida al que sonreímos diariamente, sin poderle decir nuestros deseos de repudio.  Somos dulces, pero espantosamente lejanos con el que está cerca, porque asesinó a un ser querido y no lo puedo enfrentar con la verdad en sus narices.  ¿Este ícono no es el que refleja el Perú de nuestros días?

La señorita Pringlin es el autorismo crudo, castrante, postrado en sus heridas proyectadas en los demás.  La fijación de la exploración relacional hasta la muerte.  Es la imposición de la bondad, hecha terror.  Todo eso, en un ambiente dulce y religioso.  Apoyado institucionalmente.

Cinco adolescentes, y una adulta, que pintan, de pies a cabeza, nuestras etapas de desarrollo psicológico.  Explorar las relaciones en: los afectos, el sexo, la fraternidad, el poder, los roles intercambiables, etcétera.  Cuando esta faceta de la vida, se contextualiza en realidades sociales de violencia, entonces los matices del desarrollo cambian en fondo y forma.

Gracias Santiago Rocangliolo, por acompañarme en el viaje de fin de semana, con "la noche de los alfileres", y desnudarme completamente, como un ser cuya secuela de la violencia, aun no desaparece de mi interior.


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