Psicología del duelo de Lucy, en tiempos del coronavirus


Al escuchar a Lucy, voy abriendo mis ojos hacia el interior, para entender mejor sus sentimientos.  Me traslado al siglo XVI, cuando se empleaba un amanuense para escribir, dadas mis limitaciones.  Esta experiencia, hace que lucy entre con todo su derecho a mi interior.  Labor de la psicoterapia, para juntos salir de lo que impide caminar algunas veces. 
Mi hermana tenía su pareja que llegaba algunas días a casa.  Luego se marchaba.  Esta conducta, que en algunas condiciones es normal, en estos tiempos de pandemia es mortal.  En esa misma casa estaba mi madre con diabetes y tratamiento de hemodiálisis.  Los tres hermanos habíamos aprendido a dializarla.  Ana, su enfermera estaba el mayor tiempo posible con ella.  Yo la había tenido en mi casa, pero por el viaje que realicé había tenido que mudarse a la casa de mi hermana.  La llamaba todos los días.  Siempre le decía a mi hermana, que por favor su pareja ya no llegará a casa, porque podía traer el virus.  Hasta que sucedió de esa manera.  Mi madre se infectó. 
Su voz se quiebra para explicarme todo el proceso que le tocó vivir. Alguna lágrima comienza a asomarse por sus mejillas.  Entonces pienso en los muchos relatos de duelo que escucho cada día.  Veo en mi interior los rostros de varones y mujeres con los mismos signos: palpitación cardiaca acelarada y sensación de ahogarse, hasta quedarse sin aire.  Lo mismo que le sucede a Lucy a partir de esta noticia.  Su madre es trasladada al hospital del Seguro Social en la ciudad.  Lucy y Frank, su hermano menor,  se hacen cargo de los turnos.  Mary, la hermnaa que tenía a su madre, se queda en la otra ciudad. 
Los médicos no querían acercarse.  Ni el personal de limpieza.  Tenían miedo de infectarse.  Daban recomendaciones.  Al técnico que le tocaba el turno, me daba con mucho cuidado los medicamentos.  A nosotros nos dejaron estar con mi madre porque sabíamos dializarla.  Tuve ese privilegio.  Mi madre comenzó a perderse en sus recuerdos cuando era líder política.  Me pedía un lapicero.  Le daba mi dedo y comenzaba a escribir y firmar sobre sus penas.  Yo le ponía el himno de su partido político.  Estaba perdiendo la memoria.  No podía dejarla sin despedirme con un beso en la frente y decirle que la amaba mucho.  La dejaba con Francisco de un día para otro. 
El relato de lucy, se ponía más denso cada vez.  Su rostro se llenaba de lágrimas, para intentar no pronunciar lo que “no tiene nombre”. El recuerdo de Mary, la llenaba de tristeza y rabia, por haber permitido la entrada y salida de su pareja.  Todos se contagiaron.  “Es mi hermana” repite constantemente, para armarse de valor y no volcar en palabras fuertes lo que significa vivir esa etapa de su vida, a casi dos meses de los hechos. 
Todos los días pasaban los cadáveres por el pasillo.  Tapados con una sábana blanca a la morgue.  Todos pacientes de la Covid-19.  El técnico me decía que mi madre estaba pasando el pico más alto y que era fuerte.  Yo pensaba en lo fuerte que había sido mi madre cuando nos dejó mi padre.  Nos había tenido que criar.  En los líos que afrontó al ser líder política en la ciudad.  Fuerte como nadie en el mundo.  No podía siquiera imaginar que mi madre llegara a pasar por esos pasillos como lo que estaba viendo.  Me dolía, porque nos trataban como leprosos.  Tenía que ayudar a otros pacientes, porque no dejaban entrar a nadie.  La última noche no pude abrazarla y despedirla como siempre lo hacía, porque había llegado tarde mi hermano y tenía que salir rápido.  Darle algunas indicaciones y salir rápido.  Esa madrugada del 06 de junio murió, a las dos de la madrugada.  A esa hora sonó mi teléfono.
Entonces sus lágrimas son incontenibles.  Tenemos que hacer silencio ese momento.  Un silencio respetuoso que en psicoterapia denominamos raport.  Siento en lo más profundo de mi ser su dolor.  Y tengo que hacer un ejercicio interno de contratransferencia para no llorar  y abrazarla.  Sostengo su dolor en mi interior.  Sostengo su rabia también.  Ahora que mis ojos no me dejan ver bien, veo con más profundidad a Lucy.  Es la gran lección de este encuentro terapéutico.  Quizá es el camino que nos toca emprender a todos: mirar el interior de todos, porque estamos molidos, cansados, heridos, decepcionados.
La sacaban en una bolsa de plástico negra.  En una camilla hacia la morgue.  No podía creerlo.  Me impidieron abrazarla.  No pude tocar su cuerpo, que para mí es sagrado.  Imploraba amargamente, para acercarme pero lo impedían.  Me hicieron firmar unos documentos.  Cuando amaneció dijeron que fuera al furgón gigante donde estaban todos los cadáveres, envueltos en plásticos negros.  No podía soportar semejante escena.  Decían que tenía que ser yo, porque había firmado.  Supliqué que fuera Frank, que no podía más.  Así fue.  Mi hermano sacó a mi madre.  Nos la dieron y la llevamos a la ciudad donde estaba mi hermana Mary.  No había capilla ardiente.  Estaba prohibido.  Unos cinco familiares que no nos podíamos abrazar.  Nadie me abrazó.  Y allí pusieron el cajón de triplay con el cuerpo de mi madre.  En el cementerio solo pudimos entrar cinco personas.  Quería gritar y solo salían lágrimas sin control y un profundo silencio…  Estaba con rabia y tristeza.
Desde aquel día el corazón de lucy comenzó a latir más fuerte, sin control alguno.  Su respiración se queda estancando en su pecho. No puede hablar con Mary, su hermana.  Cuando por fin, deben hacer los papeles de defunción y todos los trámites necesarios sucede el golpe final de un duelo, propio del descuido de nuestros pueblos.  Ya no solo el descuido de Mary por no prevenir el riesgo que era su pareja, sino también de las autoridades públicas.  Entonces termino una de las sesiones más desgarradoras con miles de preguntas en mi cabeza, intentando ver más allá de lo aparente. Quizá su hermana Mary aprendió de esta sociedad semejante descuido:
Cuando vamos por los papeles con el nombre de mi madre, Mónica Maldonado Arrieta, salió la partida de Mary, tal cual.  Las partidas de Frank y la mía, estaban con el nombre de Mónica Amparo Maldonado Arrieta.  El que proporcionaba la documentación nos dijo “La señora tiene una hija legítima.  Ella es Mary.  Los otros dos no son hijos de la señora.”

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