Mi amor a Francisca y a Juan.


Pongámonos de acuerdo Francisca.  Cuando encontré tu nombre en una carta, que en aquel tiempo era como mi alimento, tenía 23 años.  Tu edad, aproximadamente.  Te imaginé tal cual te veo ahora: radiante, sincera, delicada, fuerte al mismo tiempo, precisa, soltera, enamorada, luchadora, bonita, segura de ti misma.   Yo también puedo decir, con mi imaginación, que para hablar de ti “haría falta un gran libro” (Juan de Dios S. XVI).

A Juan siempre lo he visto enamorado de ti.  Razón por la cual él hace lo que tanta admiración nos causa de su hospitalidad.  Es más, sin temor a ser irreverente contigo, por tu amistad y profundo amor que le tengo, creo que el se copió de ti, pues “nadie se iba de su casa sin consuelo; a todo lo cual hay que añadir los buenos consejos y el buen ejemplo que daba…” (Ídem). Siempre le he querido decir, a mi estimado Juan, que por más esfuerzo que han hecho para afirmar que él se entrenó con varones, para comportarse como tal, no han logrado hacerlo.  El siempre habla y hace como tú, Francisca.  Además, no tiene vergüenza expresarlo directamente, en sus cartas.  Porque, para él la cuestión de género es simple y le tiene sin cuidado.  Será quizá que por eso, se ha quedado soltero.

Además, se siente mejor hablando sobre sus sentimientos, con mucha soltura, frente a otra mujer.  En esa relación, donde no tiene miedo a ser mal interpretado.  Me causa risa, cuando a una amiga de él, le habla sobre ti, Francisca, y dice sin el menor atisbo de ocultamiento que “me marché a Alcaudete” tan solo para verte a ti.  No iba a pedirte nada.  Solo quería verte  y se lo dice a su amiga, porque sabe lo que tú, Francisca, significas para él.  No estoy pensando como un varón macho, abusador.  Tampoco estoy pensando como la amiga, que leyó su carta.  Estoy pensando, que está enamorado de ti, Francisca, por tu forma de pensar y hacer las cosas.  Por tu definición: “el mucho bien que hizo siempre a los pobres”. Tu juventud y esa forma de ser y hacer, hizo que se apasionara por ti, al punto de prolongar en su,vida eso mismo, en honor a ese amor que te  profesa.

Vivo enamorado yo también de él, estimada Francisca, porque a través de él puedo verte a ti, como mujer.  Recrearte. Sentirte.  Apasionarme.  Intentando entenderle.  Porque, solo en una relación de amor erótico, pasional, sincero y sin escrúpulos, puede nacer la radicalidad de luchar por situaciones justas, como lo hiciste tú, Francisca, y después él.  Pero, déjame decirle algo a Juan: no encaja en una estructura hecha por varones.  Le quieren domesticar.  Someterle, porque los machos no se doblegan al amor de una mujer, ni se arrastran para recibir “los buenos consejos”, que una mujer le puede dar, como tú, Francisca.  Me ilusiona saber, que vivo enamorado de él, por eso.  Aquí no hay norma, ni doctrina, ni dogma que se interponga.  Tampoco hay religión, en busca de un hombre nuevo.  Él no cree en eso, como tú tampoco.  Sabe que lo único que necesitamos es un cambio cultural (MATURANA ROMESÍN, 2008, pág. 72).  Por eso, se mueve a sus anchas, contándole a una amiga suya, acerca de ti, Francisca, sin temor a ser juzgado.  En esa relación, se siente bien y libre.   Sobre todo, libre.

Me llama la atención, que para hablar de ti, tenga que recordar que eres hija legítima.  Hija de un matrimonio consumado según la ley.  Me ha costado creer, que hable de ti, a tus 22 años, aproximadamente, remarcando el origen matrimonial de tus padres.  Soy sincero, que me cuesta escucharle pronunciando tu nombre, sin añadir el “doña”.  Porque, con eso certifica la opresión de pertenecer a la legalidad. Que no eres una bastarda, hija ilegítima.  Me consuela, sobremanera, el hecho que a él jamás le llaman: don Juan de Dios.  Por eso, pienso que al llamarte así le exige a todos que te tengan respeto, veneración, consideración, porque te ama.  Tú, Francisca, estás dentro del Decreto Real que considera a los bautizados con muchos privilegios, por ser de padres conocidos (TWINAN, 2008, pág. 43).  Respeto, que por su ambigüedad de origen, no le ha sido dado jamás, a mi amado Juan.  Pero, me emociono, porque rompe con todo esquema social, religioso y hasta moral, al relacionarse un cualquiera, como él, con una “doña”(Juan de Dios, S. XVI), como él te llama.  De tú a tú.  Esa es una relación horizontal, que se logra en la afectividad, las emociones, lo erótico.  Sin relaciones de poder absurdas de subyugación.  Esa es la raíz de su actividad hospitalaria.  Esa es su propuesta.  Porque él, puntualiza en el proceso evolutivo de la revolución cognitiva (HARARI, 2017, pág. 15), como se le conoce muy bien, ahora.

Yo también, como Juan, lloro tu muerte querida Francisca.  Porque, cuando dice que “con mucha más razón que nadie, debería sentirla yo”(Juan de Dios, S. XVI), está reafirmando su soltería y su amor hacia ti, en aras del servicio radical a los demás.  Junto a ti Francisca, murió un estilo de Juan, que hasta hoy, nadie ha podido recuperar.  Por eso, yo también lloro tu muerte y las miles de Franciscas en el mundo, al leer las dos primeras cartas de Juan a la Duquesa de Sesa.  Un beso, Francisca.   Un beso Juan. 

Día internacional de la Mujer y día de Juan de Dios.  También saldría a marchar el 8 de marzo.


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HARARI, Y. N. (2017). Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad. Lima: DEBATE.

MATURANA ROMESÍN, H. (2008). El sentido de lo humano. Buenos Aires: GRANICA.

TWINAN, A. (2008). Vidas públicas, secretos privados. Género, honor, sexualidad e ilegitimidad en la Hispanoamérica colonial. México D.F.: Fondo de Cultura económica.




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