Psicología de la intimidad: Marcela, Roger y Mary.

 

Marcela estaba frente a Roger, su hermano, y Mary, su cuñada.  Les estaba hablando.  Le contaba lo duro que había sido para ella todo el tiempo, cuando tenía que escuchar a ambos, por separado.  Le decía a su cuñada, delante de Roger, que él siempre la había amado con todas sus fuerzas.  Le confesaba a Mary, en presencia de su propio hermano, que siempre ha sido el amor de su vida, aunque hubieran decidido vivir separados el resto de sus vidas, pero en la misma casa.  “Mi hermano sigue enamorado de ti, Mary, aunque no lo creas.”  También le decía a Roger, delante de Mary, que ella esperaba más muestras de cariño expresado, vívido y no solo la ayuda en casa.  “…Sí, Roger, Mary siempre espera una caricia tuya, un abrazo, un beso… no solo el hecho que ayudes en casa…” Sin embargo, esta conversación con ellos le había hecho recordar a Marcela su propia vida amorosa, que me contó en una sesión:

Cuando me separé de mi esposo y me quedé con mis tres hijas todo se me vino abajo.  Tenía que fingir que estaba bien. En toda mi vida de matrimonio había vivido pegada a él.  Abandoné varios trabajos, porque él quería ser el proveedor de la casa.  Cuando trabajaba o salía de casa me llamaba constantemente.  Tenía que tomar fotos para comprobar que estaba en el lugar que decía.  En mis trabajos me decían que no renunciara porque él me lo pedía.  Pero yo creía en su palabra y estaba enamorada.  Todo terminó aquella tarde de octubre, cuando descubrí que estaba con otra mujer desde hace mucho tiempo.  Tuve que dejarlo y regresar a mi tierra con mis hijas…

Aquí estaba Marcela hablando con su hermano y su esposa.  Al mismo tiempo recordando su propia vida.  Haciéndolos entender que los dos estaban enamorados y juntos, a su manera como en ese momento tan íntimo de los tres.  Marcela se sentía emocionada de verlos juntos, como siempre había soñado.  Algo que no pudo ella con su vida matrimonial.  Le confesó a Mary, que cuando su hermano estuvo todo este tiempo en su casa, sus hijas lo cuidaron bien.  No querían que se contagie de la covid-19.  Sus hijas lo quieren como un padre y fueron muy felices esos cuatro meses que estuvo en casa, mientras pasaba lo más fuerte de la pandemia.  Allí, Marcela pudo admirar más a su hermano, por el amor inmenso que le tributaba a Mary, a pesar de los malos tratos que ella sabía vivían ambos.  Tuvo que decírselo en ese momento a Mary y sentía la mirada de Roger mirándola fijamente, sin pestañear, por tal confesión.  Marcela comprendió que no podía guardar eso para sí misma, sino decirlo delante de ellos. Que vuelvan a sentir el amor de la primera vez, a pesar de los años transcurridos y libres de los hijos que ya están a punto de dejar el nido.  En este punto del encuentro, Marcela recuerda el episodio de su vida:

A mi hija menor lo costó más la separación.  Me llamaban del colegio para informar que había bajado en su rendimiento escolar.  No podía decirles que estaba separada, porque tenía miedo de que pensaran que yo era la culpable de haber venido a mi tierra.  Mujer sola, con un trabajo y mis hijas sin su padre.  Hasta que les dije toda la verdad y me apoyaron en el colegio, con la ayuda profesional para mi hija menor.  Con mi trabajo logré que mis hijas terminaran la universidad.  Me sentía una mujer autónoma, pero amarrada a mi pasado.  Mi ex esposo llegaba a casa y se quedaba unos días para ver a sus hijas.  Pero, tuve que decirle que no lo hiciera más, porque sus hijas necesitaban aprender lo que era el respeto y no la indiferencia amorosa.  Así lo hice.  Mis hijas tenían que aprender que las mujeres somos autónomas y podemos defendernos en la vida y no vivir sujetas al sentimiento de otra persona que nos hace daño…

Mientras escucho en la forma que Marcela relata el encuentro con su hermano y su esposa, siento que la confianza vuelve a ser parte de su ser, como el proceso de toda relación de intimidad.  El cuidado que le brindó a su hermano y a su cuñada, escuchándolos a lo largo de su vida.  Todos esos sentimientos le conectaron a la intimidad de su propia vida matrimonial.   Pero ¿Cómo pudo viajar tan lejos para encontrarse con su hermano y cuñada para hablarles?

Mi hija mayor me invitó a viajar para ver a Roger y Mary.  Decidí hacerlo con mis otras dos hijas.  Allí tuve el encuentro que te estoy narrando.  Pero hubo algo más.  También mis hijas hicieron que nos encontráramos con su padre.  Saludé y no hablé casi nada en la cena pactada.  Dejé que ellas disfrutaran ese momento.  Miré fijamente a mi exesposo, cuando estaba con ellas, pero no sentía nada.  Dentro de mí, era otro hombre del que yo me enamoré…

Cuando llega a esta parte del relato, y el final de la sesión terapéutica, puedo entender lo que que habló con Roger y Mary.  Si Roger no hubiera regresado donde Mary, jamás se hubiera contagiado de la covid-19.  Pero tampoco se hubiera reconciliado con Mary.  El virus no les quitó la vida, ellos la entregaron para estar juntos por siempre.  Entonces, Marcela, lloró delante de ellos y pudo decirles todo lo que sentía.  Pudo amar su autonomía de mujer, aquella que ha dado a sus hijas para ser felices como mujeres independientes y amantes de la libertad.  Requisito indispensable para la intimidad: el amor propio.  Y así, se despidió de Roger y Mary, dejando una flor en la tumba de ambos. 


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