Amistad. Psicología de la intimidad.

 

Cada gota demora una eternidad para caer, aquí, en el tópico del hospital.  Entonces, entra a mi cuerpo un adormecimiento inevitable. Cierro los ojos para esperar.  Mientras pienso en los minutos previos por localizar la vena, para que circule mejor ese líquido oscuro que ha recomendado el médico, a tiempo pausado.  Ganas de dormir, como si hubiera salido corriendo de la universidad de un salón a otro.  Llegar a tiempo al consultorio para los pacientes citados.  Ponerme en la computadora a revisar las clases, enterarme del mundo o escribir algo que ya me he comprometido.  Cansado a comer y estar con la madre.  Como los compañerxs, en estas últimas semanas, que no puedo estar con ellxs en las calles de la ciudad exigiendo el regreso de la democracia.   Siento sueño y se viene a mi recuerdo las primeras palabras del email:

Querido hermano y amigo, gracias por tu confianza.  Me había enterado que tenías grandes preocupaciones por tu salud.  A mí también me preocupa mucho (ARNOLD, 2020)

Pienso en tantas situaciones que nos preocupan desde hace muchos años atrás.  Las rutas diferentes que hemos recorrido, sin estar de acuerdo muchas veces.  El sueño de aliviar el hecho de vivir la cuarentena encerrados en las casas, como una película de terror surrealista.  Un espacio para hablar de la corrupción de todas las instituciones moribundas que no saben cómo responder a la covid-19.  “Preocupación por la vida”, le llaman a todas sus acciones.  En realidad es un mecanismo de defensa, para que no se desnude toda la poca importancia que se le ha dado a la vida, en el caso de América Latina.  En el caso Europeo, para que no cambie el statu quo que ha adquirido como dueños y señores de la “modernidad”.  Porque, si realmente les importara la vida no se hubiera asesinado a centenares de personas en los últimos 40 años.  Tampoco se hubiera permitido que cientos de inmigrantes mueran en la intemperie del mar o de los límites fronterizos, les hubiera costado muchísimo menos de lo que cuesta ahora afrontar la pandemia (MANRIQUE, 2020).  Por ello, no puedo ir a un lugar privado, como recomiendan, para no infectarme.  Prefiero estar con los de a pie, asumiendo todo riesgo de preocupación por mi salud.  Entiendo, la preocupación de mi amigo. ¿Qué más me comenta en ese email?

…Tómate el tiempo que necesitas.  Además, también sabes que nuestra amiga, esta agotadísima… Esta pandemia nos ha solicitado a todos y a todas más allá de nuestros límites…

Justo me despierta la enfermera, al hacer un movimiento para cambiar el cloruro de sodio y poner el siguiente.  Ha pasado una hora.  Me espera otro tanto de tiempo.  Tienes razón, amigo mío, estamos agotadísimos.  Necesito este sueño para volver a pensar.  En el  hospital no nos ofrecen camillas.  Se necesita para otras patologías.  Los que estamos, en tratamiento similares, estamos en un sillón, en el pasillo corto del tópico.  Puedo recostar la cabeza a la pared para poder cerrar los ojos, mientras escucho que la enfermera hace ruido sacando las jeringas y demás, de las envolturas plásticas estériles.  Siempre esos ruidos me han ayudado a dormir.  Parece que mi abuela revisaba sus cosas envueltas en esas talegas, todas las noches, antes de dormir.  Lo mismo me sucede, cuando saco la jeringa, de un día para otro, para inyectarme eritropoyetina humana,  como te comenté en el email que te envié.  Aprendí hacerlo para no molestar a nadie, además ese ruido de la envoltura me comunica amorosamente con mi cuerpo, intentando reconciliarme con él en este encierro.  Esta pandemia nos ha solicitado más allá de nuestros límites, como lo dices amigo mío.  Cuando me doy cuenta, de todo lo que estoy pensando, me pregunto: ¿De dónde surge esta autoridad, amigo mío, para que hables con tanta ternura de mi estado? En mi sueño me sonrío mucho, porque recuerdo el sarcasmo de nuestra amiga Silvia, cuando con una delicadeza indecible, me dio su manuscrito antes de publicarlo: Apuntes sobre la autoridad[1]. Un regalo que he valorado mucho en este tiempo. En su tercer capítulo habla sobre la RAE y sus benditos, y sacrosantos, permisos para otorgar la autoridad de la manera “correcta” de comunicarnos con términos jamás utilizados en nuestro contexto socio-cultural, sino para demostrar una relación psicológica de abuso y poder opresor, por ello me he reído tanto, “Es que la RAE…”.  En ese sentido, amigo mío, el email muestra una autoridad para levantar el ego, sin pedir mi permiso para hacerlo:

Te veo ante todo como fuente de cuestionamiento y de novedad. Eres el maestro de la "deconstrucción". Esta parte profética tuya es irremplazable. Todo el resto, la parte más joven del equipo podrá asumirlo tranquilamente. Pero la inspiración no se improvisa. Espero que tu salud te permita seguir a tu ritmo con este carisma. Gracias. 

Sabes que esto es comunitario, pero lo personificas, para inyectar energía.  Por eso, pienso también en la muerte que me inspira para hablar de felicidad.  Aquí quiero permanecer.  Dormir, hasta que pase la última gota del medicamento.  Pienso, en la felicidad de Patricia, cuando nos hablaba de entregarse a dar el salto de estar con los nuestros, por un mundo mejor.  En el sarcasmo de Silvia, para proponer modelos de convivencia fuera de los estereotipos que nos separan y encarcelan.  En todo lo vivido este año de cuarentena.  En lo que vendrá después.  Me quitan el equipo de venoclisis. Observo a los otros pacientes.  La sonrisa de la enfermera.  Sonreímos con la complicidad que nos volveremos a ver pronto.  Un rayo de felicidad nos invade de la tarea cumplida.  Llego a casa, y por la noche subo lo alimentos de la madre a su habitación.  Planeamos cómo hacer felices a los amigxs.  No hay pacientes esta noche.  No hay reuniones mañana.  Ningún pendiente.  Como si todo fuera al ritmo de lo que venga: 

¡No te puedes "zafar" así no más! Te cuidaremos con todo el amor que tú sabes.  Un fuertísimo abrazo surandino…

 
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ARNOLD, P. P. (29 de Noviembre de 2020). Hola Simón Pedro. Puno, Chucuito, Perú.

MANRIQUE, P. (2020). Hospitalidad e inmunidad virtuosa. En G. y. AGAMBEN, Sopa de Wuhan (pág. 188). Madrid: ASPO.



[1] Es un libro de Silvia Di Segni, que pronto saldrá publicado en Buenos Aires, por la editorial Noveduc.  Ha sido mi mejor compañía para sentir que la autoridad que se otorga, se disfruta en el juego de poder circular, que se da entre un conjunto de iguales.  No de otra manera.  Esa dinámica se llama salud psicosocial.

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