#YoMeQuedoEnCasa; psicología de la reminiscencia


Un perro está aullando por el abandono, en la parte de atrás desde donde escribo, en pleno toque de queda.  Los vecinos lo dejaron con alguien que lo cuide.  Lo más probable es que extraña a los dueños.  Por el timbre de su gemido, es un perro, más o menos, pequeño.  En el grupo de whatsapp de los vecinos se comunica a todos. Aparte de este ruido, todo es silencio frente a la casa.  Entonces la psique comienza a trabajar sola, sin que reciba una orden explícita de su dueño.  Algo recuerda este silencio y aullido.  Algo recuerda esta emergencia sanitaria en Perú, desde donde irrumpen estas líneas.  ¿Qué recuerda mi psicología?

El silencio del 28 de julio de 1985, cuando el Presidente entrante anunció que el 60% de lo que se pagaba a la deuda externa, se reduciría solo al 10%.  Los peruanos no sabíamos si era buena o mala noticia.  Por ello el silencio, como el que estamos sintiendo en las calles, estos días con las disposiciones para defendernos del COVID-19.  Silencio que se rompió al poco tiempo, formando grandes colas de gente para hacer las compras en los supermercados “populares”, el pan popular.  Todos los productos básicos eran populares.  Se formaba cola y se entraba de 10 en 10.  Vendían dos kilos de arroz por persona.  Todo estaba escaso.  No había suficiente dinero para comprar. Muy parecido, a las colas que estamos haciendo para comprar en los supermercados, para no contagiarnos del coronavirus.  Entonces nos damos cuenta, que la psicología se ha disparado sola a estas reminiscencias.  Conscientemente paramos esos recuerdos, porque aún duelen en lo más profundo de nuestras heridas psicológicas humillantes de nuestro pueblo.  ¿Qué se siente cuando se corta este recuerdo?

Se siente miedo al contagio.  Pánico en la posibilidad de contraer la enfermedad y no poder ser atendido en el sistema sanitario.  Morir sin atención, por falta de médicos, enfermeras, equipos, todo.  Se siente terror, porque algo terrible puede aniquilarnos, sin tener opción de escapatoria ante un virus que ha invadido el mundo entero.  Pánico, al ver a los países poderosos que su gente muere a miles cada día.  Y lo que antes nos atraía conocer, ahora queremos huir, porque de allí ha venido el virus.  Se menciona la palabra guerra.  Atrincherados en nuestras casas, con el lema #YoMeQuedoEnCasa.  Ansiedad al esperar el mensaje presidencial, todos los días, para que mencione el aumento de infectados, muertos y las nuevas estrategias para combatirlos.  Los caídos en las batallas contra este mal.   Pero, el cerebro, que maneja toda nuestra psicología vuelve a automatizarse y pensar solo.  ¿Qué piensa o qué recuerda mi psicología?

La guerra “popular”, que ya no pudieron esconder los Presidentes.  Esa guerra interna se libraba en la sierra de nuestro país.  Liderada por un grupo terrorista.  El más sanguinario y criminal de la historia del Perú.  El mismo Presidente que redujo el pago de la deuda externa, los exaltaba por su disciplina y orden.  Llegaban a la ciudad, los que vivían en la sierra.  Huyendo de los crímenes que se estaban cometiendo, tanto el grupo terrorista como las Fuerzas Armadas.  En la ciudad daban miedo los migrantes del campo.  Los de la ciudad los miraban con desconfianza.  Así como se siente que el “otro” puede infectarnos del virus.  Así se sentía que el “otro” que llegaba del campo podía matarnos en cualquier momento.  Les decían: rojos, terrucos, serranos, asesinos.  Eran como “ciudadanos de segunda clase” en la ciudad.  Daba miedo ver un auto estacionado en la calle, porque podía contener una bomba dentro, que en cualquier momento explotaba.  Las Fuerzas Armadas, tenían permiso de usar su arma, sin ser sometidos a juicio alguno.  De hecho, secuestraron, torturaron y asesinaron, con la anuencia presidencial.  Los estudiantes universitarios no podían llevar libros que ellos consideraban subversivos.  Podían usar su arma en contra de los universitarios.  Así lo hicieron con muchos estudiantes, que hasta hoy sus cuerpos no han sido encontrados.  Los terroristas hacían lo mismo.  Guerra. Popular.  Atrincheramiento.  Masacre.  Muerte. Asesinados.  Detenidos.  Eran las palabras muy comunes en los periódicos, televisión, radio y mensajes presidenciales.  Para no entrar en pánico, cuando nos damos cuenta que el cerebro está volando con estos pensamientos, lo detengo, para no seguir sufriendo y darme cuenta que esto es otra realidad.  ¿Qué pasa en la realidad, cuando estos recuerdos producen ansiedad?

El número de infectados por el COVID-19, sigue creciendo.  Hasta hoy se está respondiendo eficazmente.  La mayoría de los ciudadanos están acatando el confinamiento en sus casas.  Hasta el momento son más de dieciséis mil detenidos por no acatar las disposiciones del Gobierno.  Después de quince días de confinamiento en las casas, algunos comienzan a expresar violencia contra las autoridades de las Fuerzas Armadas.  Se muestras las fotos y vídeos de las agresiones de los ciudadanos contra los que están preservando la salud, haciendo cumplir las disposiciones. Se comienza a repartir víveres entre los más pobres, para poder soportar esta cuarentena.  Así como bonos para que un grupo de empresas informales, puedan sobrevivir a este confinamiento.  Inevitablemente nuestro pensamiento vuela, en automático, a viejos recuerdos.  ¿Cuáles?

Los comedores populares, porque no se soportaba el hambre en el Perú.  Agrupados por zonas, se conseguía alimentos y se turnaban para cocinar.  La tuberculosis comenzó a extenderse.  Se tenía que dar alimentación aparte.  Estos comedores se encargaban de ello.  Comenzaron a reclamar al Gobierno, por ayuda más eficaz.  Este enfrentamiento con las autoridades costó la vida de muchas mujeres y varones, que defendían estas peticiones.  Tanto los terroristas como militares, los hacían desaparecer.  A partir de las seis de la tarde, no se podía salir a la calle por el toque de queda, impuesto por el gobierno o por el grupo terrorista. El cólera es una epidemia, como herida abierta en el Perú.  El Presidente de la década del 1990 salió comiendo ceviche, minimizando la contaminación del pescado.  Así murieron más de dos mil peruanos por la epidemia.  Se lavaban la mano de manera compulsiva.  Todo se limpiaba.  Los infectados se contaban a miles.  El sentimiento de miedo era por todos lados.

Se vuelve a escuchar el gemido del perro, en la parte de atrás.  Ante el aviso a los vecinos, a los pocos minutos, se calla la mascota.  Vuelve el silencio, recordando que estamos en plena epidemia del COVID-19 en Perú.  La psicología de la reminiscencia nos ayuda para no repetir estrategias abusivas.  A no dar recetas fáciles de relajación y olvidarnos del problema.  Todo trauma psicológico, de cualquier catástrofe, solo se supera enfrentándolo, no huyendo con recetas de una psicología barata.  Una estrategia para enfrentar este evento traumático es #QuédateEnCasa.  Estar atentos a los acontecimientos, para aprender y cerrar la herida que va dejando a su paso.  La memoria automática hace su trabajo de sanación y prevención. Sobre todo, para ¡vencer una vez más!


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