Psicología de la Conciencia

Hipatía es el nombre en la que te escondes, querida Dámarys, para hablarnos de ti, en memoria de ellas.  Antes, me pides una manta, para cubrirte, porque sientes frío.  Entonces recuerdo aquella vez, cuando escuché pronunciar aquella frase que retumba en mi ser con un eco indescriptible: 
Me asombra constatar que muchos de los intelectuales que conozco se abochornan ante la muerte, no saben abrazar, se paralizan al verme.  En cambio, el maestro de obra que viene a casa hace más de veinte años para hacer reparaciones, se conmueve de manera evidente con la noticia, me expresa sus condolencias y dice, mostrándome los antebrazos desnudos: mire cómo me he puesto.
 La que pronunció esta constatación, es tan mujer como tú.  Porque la psicología se expresa en las emociones trasparentadas por nuestra piel, cuando lo que decimos, defendemos y proclamamos son situaciones justas por el bien común. No hay forma de entender y comprender de otra manera el intelecto humano.  

Así pude notar, en la piel de Luis, cuando en nuestro encuentro dialéctico pudimos pronunciar un atrevimiento para sus convicciones religiosas.  Jesús lavó los pies, porque lo aprendió de las mujeres.  Según la lectura literal de los Evangelios.  Este gesto femenino puso la "piel de gallina" a sus seguidores, expresando un rechazo-aceptación.  He aquí la disonancia cognitiva, cuando sabemos, por psicología, que lo que pronuncian nuestros labios no es lo que desea nuestro cuerpo.  El abrazo, venga de donde venga, cuando está envuelto en ternura, aceptación e inclusión es como un remolino de deseo que lo solicita nuestra piel, aunque la palabra que se gesticula en los labios es una negación a tal gesto.  

Y allí estás tú, querida Dámarys, mirando y observando, a cada uno de nosotros.  Varones. Abriendo los ojos de la mente, para entender desde nuestro sistema capitalista, la conciencia humana, definida como un ser aislado que se da cuenta de sus propios actos y su existencia.  Cuando sabemos, por experiencia y por honestidad intelectual, que el ser humano jamás vive aislado y que no puede entenderse a sí mismo sin los demás.  ¡Pero no! la psicología que no escapa de las garras de cualquier ideología, como toda ciencia, sigue proclamando esta individualidad perversa, para definir algo que quizás jamás existió.  En este punto del diálogo, te acurrucas en la manta, querida Dámarys, para enfrentar nuestra conclusión sobre el tema.  Entonces, surge desde lo más hondo de nosotros mismos que la conciencia no se puede entender sin la presencia del "otro u otra".  La orientación de espacio, tiempo y persona, desde la psicología, no puede estar dirigida por un mecanismo del Yo.  Esa es una perversidad que no se puede perdonar a la ciencia de la psicología.  Por eso, quizá el Yo es una de las fantasías del intelecto para afirmar una ideología que proclama y promueve el individualismo voraz en competencia con otros.  No.  La conciencia está en función del reconocimiento del "otro u otra" en mí.  Allí puedo reconocer el tiempo, espacio y mi persona.  Es relacional.  

Allí están como testigas de nuestros diálogos: Aspacia, maestra de Pericles y Sócrates.  Ellos no pudieron ocultar en su filosofía la marca intelectual de ellas.  Diotima, es otra maestra de Sócrates, a la que Platón nombra sin la menor vergüenza de su virilidad, porque el conocimiento no tiene sexo ni género.  Teodora, la experta en gramática, geometría y aritmética.  Tranquilamente pudo ser la madre de las tres materias.  ¡Pero no!  Porque la conciencia la definimos en el mar de una psicología que se encargó de aislarnos del mundo relacional para ahogarnos en el Yo del sistema capitalista tan perverso como sus políticas.  Ellas fueron, como tantas ahora, parte del biopoder oculto, nos diría José Antonio, con la vehemencia que lo caracteriza todos los jueves en nuestras reuniones.

Dámaris, hoy se ha notado la ausencia de Luis y Ronald.  Los hemos extrañado y nuestro diálogo no ha sido igual.  Hoy hemos tomado conciencia de nosotros mismos, por la ausencia de los otros.  Hoy hemos sepultado, por un ratito, la psicología subordinada al capitalismo, porque nuestra piel tomó conciencia de las palabras no proclamadas por ellos.  Quizá hoy, hemos podido respirar por un momento aquella psicología que nace de una matriz, para sembrar en nuestra mente y cuerpo la capacidad de albergar, acoger, incluir y no quedarnos con una intelectualidad barata y obscena del individualismo.  Espero con ansias el próximo jueves, para seguir dialogando de ellas, las que nos precedieron y las que continúan con el armazón intelectual de nuestros tiempos.  Combatir esta disonancia nos hará nacer de nuevo.

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BONNETT, Piedad  (2013),  Lo que no tiene nombre, ALFAGUARA, Bogotá.

DONATH, Orna. (2016). #madres arrepentidas. 2ª. edición. Barcelona: Reservoir Books.

MARÇAL, Katrine. (2016). ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Barcelona: DEBATE.

MATURANA ROMESÍN, Humberto (2008),  El sentido de lo humano,  GRANICA, Buenos Aires.


MÉNAGE, Gilles (2009) Historia de las mujeres filósofas, Herder, Barcelona.

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