En el atardecer. Psicología del ageism.

Recuerdo el abrazo fuerte que me diste, cuando fui a tu mesa para saludar.  Estabas sonriendo. En voz baja me dijiste: "no nos sentamos en tu mesa, porque dice tu primo que hay muchos viejos..." Fue la manera de excusarte, con la sonrisa fraterna de siempre.

No puedo resistir decirte, amigo mío, que hace siete años estuve en México.  Allí me dieron la advertencia de lo que iba a suceder, en la fiesta que nos encontramos.  Me dijeron que nacía con más fuerza el ageism.  Es un término que no tiene una traducción precisa.  Lo entendí en el transcurso de aquella reunión.  Nos dijeron, los miembros de aquel organismo de las Naciones Unidas, que para el  2037, según las estadísticas, seriamos más ancianos que niños en América Latina.  Además, afirmaron que no era igual envejecer para las mujeres que para los varones.  Aunque esto no es ageism, intentaré explicar, por qué hicieron tal afirmación.

Me quedé sorprendido cuando mostraron un censo aplicado en el Ecuador, en esta década, que dio como resultado que el 41% de mujeres ancianas tenía un sentimiento de vida vacía.  Mientras que en los varones ancianos fue de un 34%.  En psicología, tanto tú como yo, amigo mío, sabemos que ese sentimiento de una vida vacía, es como haber caminado lento en la vida, sin alcanzar todo lo que cada ser humano hubiera querido.  Se pierde el sentido de la vida.  La soledad comienza a estar presente, como un aguijón de ir perdiendo vínculos.  Como si todo el trabajo realizado en la vida, hubiera sido banal.  En Perú, donde nos encontramos ahora, el censo de hace cuatro años nos informó que las enfermedades crónicas las padecen un 81.3% las mujeres ancianas.  En los varones ancianos es el 70.1%.  Entonces, pensé en don David, doña Mirtha y tantos otros ancianos que optaron por ser acompañados y acompañadas en psicoterapia conmigo.  Él tenía una fuerte angustia porque a sus 91 años tenía que enfrentarse a la muerte, con todo el pasado oculto de ser un hijo bastardo.  Ella, a sus 81 años, estaba con una herida en el pie que no cerraba producto de su diabetes y con una fuerte depresión desde hace tres años.  Recordaba su pasado de abuso en la familia por su padre y hermanos.  Además de la vida conflictiva que llevó con su esposo, quien la acompañaba a la terapia.  Recordé, en ese abrazo tuyo, amigo mío a tantos más que abracé en aquel trabajo psicoterapéutico.  Pero, eso no es ageism.

Uy!, amigo mío, hubiera querido abrazarte más fuerte ese día.  Pasarla muy bien contigo y tu esposa.  Había llevado el whisky para compartirlo, como habíamos quedado.  Esa noticia que me diste al oído, me recordó ese encuentro en México.  Allí constataron lo mismo que me hiciste notar aquella noche.  Constatamos que las mujeres tienen un promedio mayor que los varones.  Que cuando el esposo se jubila, a pesar de ella tener males crónicos, tiene que cuidarlo hasta su muerte, además de cuidar a los nietos que los hijos les van dejando porque no hay tiempo en este contexto líquido.  Ellas, las ancianas, se vuelven cuidadoras del hogar, de la familia.  No tienen una ley que las ampare y proteja.  Nosotros los varones nos volvemos inútiles en la casa.  Ellas dominan la casa a ciegas y saben cómo administrar todo.  Además las conoce todo el vecindario y cuando salen con el esposo anciano, saludan a todo el barrio, porque siempre las vieron salir a comprar y hablar con las vecinas e ir a reuniones de barrio.  Nosotros, los varones, estuvimos muy ocupados en nuestros trabajos.  ¿Será por eso que viven más, a pesar de sus enfermedades crónicas?  Su psicología las protege, aún cuando su contexto las siga utilizando para los trabajos de cuidadoras del hogar.  Pero, eso tampoco es ageism, amigo mío. ¿Qué es entonces?

En ese abrazo tuyo, descubrí el atardecer de mi vida.  Me hiciste sentir en el lugar correcto de la historia.  Volví a mi mesa, pensando en México y su profecía.  Me sentí alegre porque el whisky volvería conmigo, porque había nacido un plan en mí: apoyar el enfoque de género para que estas desigualdades no nos lleven hasta una vejez de esa forma.  Combatir el ageism, que al igual que el racismo, sexismo y todas las fobias al extraño nos hacen sufrir a unos y otros.  El ageism, es el desprecio a la vejez.  Intentar huir a toda costa de lo inevitable, no hace más que acrecentar nuestros miedos y temores frente a lo maravilloso que puede ser disfrutar de este atardecer de la vida amigo mío. Como psicoterapeutas tenemos que superar el ageism, pensé mientras volvía a mi mesa.  Entonces, me retiré de la fiesta llevando el whisky de regreso a casa, para otra fiesta, donde inevitablemente nos tenemos que encontrar.  Me gustaría que en esa fiesta, al atardecer de nuestras vidas, las mujeres y varones podamos disfrutar de lo que fuimos, somos y seremos, por haber vivido bien.

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KRASSOIEVITCH, Miguel, Psicoterapia geriátrica, Fondo de Cultura económica, México D.F., 2014.

GILLIGAN, Carol La Moral y la Teoría. Psicología del desarrollo femenino. Primera reimpresión. Fondo de Cultura económica. México, 1994.

MONTAÑO VIRREIRA, Silvia, Las mujeres mayores y el envejecimiento con dignidad, En: Los Derechos de las personas mayores en el siglo XXI, Sandra Huenchuan, editora, Naciones Unidas-CEPAL, México D.F, 2012.



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