Intimidad: nos define el cariño mutuo y la lucha compartida.

Ni las derrotas ni las victorias me definen.  Las derrotas me dejan un aire pesimista de mí mismo.  Las victorias un aire narcisista de sobrevaloración de mí mismo.  Ambas situaciones son un engaño, para cuando quiero definirme ¿Quién soy?  o ¿Quién dice la gente que soy yo?.  Esto tendría que tenerlo claro, desde mi experiencia.  Nadie, absolutamente nadie, está llamado al sacrificio ni al culto desmedido de su personalidad.  Si pregunto a los demás por mí, no es más que un ejercicio de auto idolatría, que hasta por demás, raya con lo patológico.  Por lo tanto, si tenemos que ser sinceros, con nosotros mismos, esa pregunta es irrelevante.  Humanamente sin importancia, por salud mental.

Lo que me define es la vulnerabilidad del padecimiento, el rechazo por el poder, la muerte que impone el actual sistema.  Junto a estos predicados, me define también las victorias, el gozo, la alegría de que la vulnerabilidad no doblega mis principios, ni mis opciones personales.  Precisamente esto es lo que comparto con lxs amigxs de ruta.  Es un discipulado de la vida.  La experiencia de la cotidianidad entre los pobres.  Entonces ni la pregunta, ni la respuesta son importantes.  Lo relevante son nuestras acciones, para que juntxs podamos construir un mundo mejor, justo, equitativo y afectivamente identitario entre nosotrxs.  Ese es el mensaje de muerte-resurrección, que me toca vivir con los que me rodean.

Rafael, Katty, Carmen, Simón Pedro, Oliver, Valery, Christine, Walter, Ceci, Arnau, Santiago y los dos pequeños belgas, nuestro amor y compromiso con los pobres son nuestra razón de ser.  La esencia, de ese amor y compromiso, es la vulnerabilidad y el gozo de nuestras existencias.  Somos una ilusión de comunidad, anclando raíces en la individualidad de nuestros trabajos, gestionados por cada unx de nosotrxs.  Somos también el espacio de nuestra rabia contenida, que nace del cariño mutuo, identificado con la causa de los vulnerables.  Somos el contra sistema, de algo que está corrupto hasta el tuétano y que no tiene razón de ser, nunca más.   Ni los títulos de poder, ni las apreciaciones de los demás, forman parte de la estructura que estamos viviendo.  No somos ni profetas ni salvadores.  La metafísica no es nuestro camino, porque es la que sostiene el actual sistema del cual estamos en desacuerdo.

Nada mejor, para la lectura de hoy (Lc. 9, 18-24), que no caer en la pregunta y respuesta superficial.  Sino en la propuesta, reivindicativa, de seguir amándonos y luchando por lograr que nuestro cariño sea el fermento, entre los pobres, por la liberación de toda atadura que no deje florecer el Espíritu, así venga de la religión, política o el humanismo falso de la reflexión teórica sustentada en lo abstracto, sin tocar fondo.  A ese Jesús contemplamos hoy.  Porque El muere, resucita y vive entre nosotrxs.

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