Psicología del encuentro de dos mujeres, en el día de la madre.

fotografía amateur de Luizinho Timoteo

Dos mujeres.  Dos madres. Con ganas de abrazar a sus hijos con todo su ser. Dos clases sociales.  Dos maneras de ver la vida desde el poder del victimario y desde la impotencia de la víctima.  El covid-19 ataca a todos por igual, pero en la muerte que trae consigo hace las diferencias de clase social.  Como la de estas dos mujeres madres, resueltas a dar todo por sus hijos.

Ambas madres de hijos e hijas, hermosos.  Es que para una madre los hijos siempre son bellos.  No podrían jamás sentarse a tomar una taza de café y conversar juntas.  Tampoco, una de ellas, podría sostener su mirada frente a la otra, sin pedir perdón.  ¿Por qué?

Porque una de ellas, era Primera Dama de la Nación, cuando a su padre, el Presidente, se le acusó de asesinar a Javier Ríos Rojas, de ocho años de edad. Lo asesinó porque creyó que era terrorista, en Barrios Altos, junto a otros 15 inocentes.  La Primera Dama de la Nación, tuvo que escuchar a su padre quejarse de esas acusaciones. ¿Por qué tenía que estar enterada la Señora K?  Porque en 1995 el Poder Judicial reabre la investigación de la masacre de Barrios Altos y el Congreso decide dar amnistía a todos los implicados en delitos contra los Derechos Humanos.  Fue tan importante el tema, que su padre tuvo que hablarlo en todos lados del palacio. O, al menos, escucharlo de Vladimiro Montesinos, el asesor de su padre, y de la infinidad de llamadas de los grupos de poder.  Ella era la Primera Dama de la Nación, que ocupó en ausencia de su madre, quien denunció a su padre por adueñarse de fondos públicos.  ¿Qué pensará doña Rosa Rojas, madre del niño Javier Ríos?

Nadie está libre de cometer errores.  Ni tampoco tener la culpa de lo que hicieron sus padres.  Pensará que las otras mujeres madres, comprenderán el dolor que siente una mujer cuando pierde a un hijo y su esposo, al mismo tiempo.  El sufrimiento, que por años se les siga diciendo terroristas, cuando está archidemostrado que no pertenecían a esa agrupación asesina.  Pensará que solo otra madre podrá comprender ese dolor en las entrañas ante la ausencia de un hijo muerto.  Porque el dolor de parto es una marca previa a los constantes partos durante la vida de su hijo, en sus diferentes etapas.  En psicología, cuando una madre pierde un hijo, es un duelo de por vida.  Totalmente sano que sea crónico. Sin embargo, duelo al fin.  Doña Rosa Rojas, pensará en los últimos minutos de Javier, su pequeño.  En cada una de las siete balas que atravesaron su cuerpo.  Solo otra mujer madre, puede comprender ese dolor que se abre cada noviembre de todos los años.  ¿La señora Keiko Fujimori comprenderá ese dolor de duelo de aquella madre?

Por supuesto que sí.  Porque en la mente de la señora Keiko Fujimori también estará el recuerdo de doña Esperanza y las cientos de mujeres esterilizadas, sin su consentimiento, en las zonas pobres del Perú, a lo largo de sus funciones como Primera Dama de la Nación, en la época que su padre fue Presidente. Mujeres que no se les permitió decidir si querían seguir siendo madres o no. Pensará en las millones de madres, que no tienen que darles a sus hijos, porque sus esposos las abandonaron y no encuentran ayuda en el Estado.  ¿Pero qué tiene que ver esta falta de ayuda del Estado y la Señora K?  Se estima, cuando ella fue Primera Dama de la Nación, su padre se apropió ilícitamente de 6 mil millones de dólares.  Solo fue recuperado o devuelto al Estado Peruano 160 millones de dólares.  El resto de la riqueza ilícita estimada, estará en algún lado.  Por ese delito de apropiación del dinero público, también fue sentenciado.  Por ese robo al Estado Peruano, millones de mujeres no tienen que darle de comer a sus hijos y no tienen unos mejores centros de salud.  El Covid-19 nos ha demostrado las consecuencias de este robo, gobierno tras gobierno.  Todo esto pensará la señora K, ex Primera Dama de la Nación.  ¿Sabe algo más que recuerda muy bien, la señora Rosa Rojas?

Claro que sí.  La Señora Rojas, recuerda a los cuatro sobrevivientes de la masacre de Barrios Altos.  Son sus conocidos.  Tanto ella, como la Señora K, saben perfectamente que uno de ellos quedó parapléjico para el resto de su vida.  Ambas saben que en el 2001, el Gobierno de turno tuvo pagar una reparación civil, a los sobrevivientes de la masacre, de 3.3 millones de dólares.  También sabe, la señora K. que a su padre, doña Rosa Rojas, le clavo las uñas en sus manos para clamar por justicia y jue tratada con indiferencia, en medio del dolor por la pérdida de su hijo menor Javier y su esposo de más de 30 años.  Ambas saben esas  historias.  ¿Cómo ve la Señora Rojas a la Señora Fujimori hoy?

Cuando la ha visto dos veces en prisión, seguro que sufre por las hijas que deja en su casa.  Ella sabe de esas ausencias, de manera inversa.  Además, los hijos no tienen que pagar las culpas de los padres.  Jamás.  Los hijos tendrían que liberarse de las cargas negativas de sus padres y quedarse con todo lo bueno, para construir sus vidas.  Sin embargo, algo no funciona, cuando la ex Primera Dama de la Nación, hija del asesino de su hijo Javier y su esposo, no ha pedido perdón en nombre de ese cargo de honor que ostentó hasta que tuvo que salir por la puerta trasera del Palacio de Gobierno, en noviembre del 2000 porque a su padre el Congreso lo había destituido como Presidente de la República por “incapacidad moral”, justo el mismo mes que doña Rosa recuerda la masacre de Barrios Altos, todos los años.  Siente lástima por doña Keiko Fujimori, por ser mujer y madre, y no sentir lo que ella siente a pesar de haber estado encarcelada dos veces, por presuntos delitos, parecidos a los de su padre. 

Un abrazo fuerte a la señora, y madre de familia, Rosa Rojas.  Que el haber perdonado al delincuente y asesino Alberto Fujimori, junto a su hija, ex Primera Dama de la Nación, sea el inicio que asuman sus responsabilidades en los tribunales correspondientes, aun cuando queda pendiente escuchar de los labios de ambos el perdón y que la taza de café no se enfríe frente a la indiferencia de otra mujer madre, como ella. En nombre de Javier Ríos Rojas, que nunca pudo cumplir más de ocho años, la esperanza siempre está abierta de reconciliarse, asumiendo responsabilidades.
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