Psicología de los inocentes en navidades y retos para el 2020.

Un jugo de fresas.  Un brownie con helado de vainilla.  Dos cucharitas para degustarlo.  Mientras esperábamos el pollo a la parrilla, con puré y legumbres cocidas, que mi sobrino había pedido.  Entonces, comenzó el relato de su navidad:
Mi hermano, Fernando, es igualito a mi papá.  Lo conozco por foto.  Dicen que vive de donde  yo vengo. Tiene casi la misma edad que mi hermano Percy;  él también vive en dos casas.  Más en la mía que en la de su papá.  Es bien sentimental.  Cuando nos despedíamos, para venir acá, se puso a llorar.  Es que él vive con nosotros.  Paty y yo somos sus hermanos mayores… ¿Juegas fútbol, tío? 
Las grandes preguntas de identidad del sobrino Pedro, para colocarse frente al mundo afectivo y emocional, en plena pubertad.  Su mamá, Paty, Percy y él.  bajo un mismo techo.  Un mismo hogar.  Extensivo a su hermano Fernando, quien vive con su madre, pero separado del padre de ambos.  Un padre, que tiene otro hogar, que no es el de Fernando, ni de los sobrinos Paty y Pedro.  Es tan parecida a la historia del nacido en Belén. 

También llegó Sonia, mi sobrina mayor del grupo que vino de fuera a celebrar Navidad.  Hizo su aparición en la familia, cuando ella había cumplido 16 años.  Desde hace muchos años atrás, Sonia leyó una carta de su mamá, donde dedujo el romance que sus padres vivieron. 
Conocí esa historia, tío, por una carta o un relato.  Tenía claro que mi padre solo se haría responsable del parto de mi madre, si es que el que nacía era un niño.  Si era una niña, había dicho que la única responsable era mi madre.  Así fue.  Por eso, yo quería que me conociera, que me viera.  Mi madre no quería que haga eso.  Yo lo hice y así me presenté.  Aún nos estamos conociendo.  Estoy muy feliz.  Mi madre se quedó soltera.  Trabaja duro.  Ya no nos alcanza para seguir adelante con mis estudios universitarios y todo lo demás.  Ahora, que conozco a mi padre, con mis hermanos, que están muy lejos, siento como si la familia es tan grande, que ni en sueños me hubiera imaginado.  Yo solo quería conocerlo, que me viera el rostro, que no volviera a negar jamás a una mujer.  Estoy rodeada de cariño.  Así me siento tío. 
Esa noche, mientras comíamos un helado en el Chalán, hablamos del patriarcado y el pensamiento androcéntrico.  Lloró por tantos años en el vacío de grandes interrogantes, criada por su madre, mujer  como ella, y con muchas figuras paternas a través del abuelo y los tíos, y una sociedad que no se cansa de presentar un modelo de familia nuclear fuera de la realidad, que genera sufrimientos emocionales y afectivos infundados con caparazón científica.  Como en Belén. 

La Noche Buena, llegó Miguel, mi sobrino mayor.  Lo vino a dejar su hermano Francisco. Hermanos de diferentes padres y de una misma madre.  Miguel se crió los primeros años con la abuela, mamá de Renato, su padre. Por eso, es tan cercano y muy querido en nuestra casa.
Tío, pregúntale a los primos si quieren ir al cine. A todos: Paty, Pedro, Sonia, a mis hermanos Sandro, Carmen y Juancito.  Mientras yo voy viendo los horarios de la película.  Ayúdame con eso. 
Los hermanos de Miguel, no viven con él, pero son casi vecinos.  Ellos viven con Renato, su padre, y la mamá de ellos, Martha.  Miguel, vivía con su mamá y hermano, hasta que terminó su carrera y se fue a trabajar lejos.  Su vida es una inspiración de afecto y ternura.  Como en Belén. 

Todos en la casa de la abuela.  Yo vivo con ella. También llegaron, la Noche Buena, mis hermanos Luciano y Nicolás, los otros tíos, hijos de la abuela, solteros también por convicción, para celebrar la Navidad.  Por supuesto, también estaba, muy emocionado, Anibal, mi hermano y padre de Paty, Pedro y Fernando. Igual que Renato, padre de Miguel, Sandro, Carmen y Juancito. Así que la abuela, estuvo con cuatro de sus hijos y los nietos mencionados.  La gran diversidad de encuentros, bajo el mismo portal de Belén y sus núcleos familiares tan diversos.

Ha sido una celebración llena de la psicología propia de los estilos familiares de siempre, pero más unida por vínculos afectivos y emocionales, que por “decretos”, como desearía el grupo antifamilia: #ConMisHijosNoTeMetas.  ¿Por qué?  Porque este grupo quiere negar una realidad histórica: no nos une la sangre, solamente.  Las familias son el mejor invento de la psicología para crecer en madurez afectiva, emocional y racional, lo que antes era una experiencia de miseria, exclusión y economía deshumanizada.  Hoy los hijos bastardos son una historia de mentes inestables.  Hemos superado, gracias a la racionalidad, el afecto y la ternura, propia de la evolución humana.  Quizá la gráfica de lo que tenemos que superar aún, la encontremos en acontecimiento lejanos y rezagos en la actualidad, que para muchos pasa desapercibido en la historia.  Deseo recordar hoy a esos inocentes, en la fiesta de navidad y como reto para el 2020: ¿Quiénes son esos inocentes y cuáles fueron esos acontecimientos?

El grito de Fernando, en Cusco, con apenas diez años.  Tuvo que observar el cuerpo descuartizado de su padre, como la barbarie que engendró más odio a sus opresores.  Este año, la casa donde vivió con su padre, ha sido declarada patrimonio cultural del Perú, después de más de 400 años. Javier Ríos, de ocho años, asesinado por el grupo paramilitar, junto a familiares y vecinos, en Barrios Altos, por orden del dictador Alberto Fujimori, en la década de los 90.  Los cuatro hijos y su madre, Jessica Tejeda, el 22 de diciembre de 2019, entre 0 a 10 años, asesinados por su padre, como la peor muestra de la estructura patriarcal y pensamiento androcéntrico.  Acciones fratricidas inenarrables. En nombre de los más de 20000 niños muertos en orfanatos de Ucrania, en la peor dictadura de ese país europeo.  Un día de Navidad, 25 de diciembre de 1989, el dictador de Rumanía, Ceausescu, fue arrestado junto a su esposa, en su propio país, con protestas de mujeres en varias ciudades.  Ese mismo día fueron asesinados por los militares sublevados.  El dictador estaba a favor de la natalidad descontrolada, para reactivar la economía de su país.  Se impusieron decretos contra el control de la natalidad en las mujeres.  Los niños eran dejados en los orfanatos a cargo del gobierno.  Algo que propone el grupo #ConMisHijosNoTeMetas.  Allí, los niños habían dejado de llorar o moverse en los orfanatos, porque no les hacían caso.  Era impresionante, cuenta la historia, sobre la inanición de estas vidas humanas. Planes eugenésicos, parecido a la década del 90, en Perú, de manera inversa, con las esterilizaciones forzadas en poblaciones campesinas, por las mismas razones económicas.  ¿Por qué recordar estas tragedias en Navidad, en el día de los inocentes, y este nuevo año 2020?

Porque, al igual que el corral de Belén, hay historias que no tienen por qué volverse a repetir.  Sobre estos lazos afectivos, emocionales que unen a las personas,  en este momento evolutivo de la humanidad, aún hay gente naciendo en el corral de los animales, como en Belén.  Asesinados, como en Belén.  Sin embargo, son menos que ayer.  La salud psicológica se muestra en una misma mesa compartida, en medio de la diversidad, en el intercambio de los afectos que nos unen. Que el 2020 sea el año de la racionalidad, empatía, autocontrol y una nueva mirada psicológica de la moralidad y tabú.  Es mi deseo y compromiso que me gustaría contagiar, en este nuevo año, como el tío soltero de esta historia.
Fotografía de El Comercio Perú- Película peruana "El retablo"
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