Psicología del engaño y del miedo; bioética en salud pública

600 varones fueron invitados por el Instituto Tuskegee (Alabama – EEUU), en 1932.  Aquella invitación era para un estudio sobre el tratamiento para la sífilis, la enfermedad venérea, propia del tiempo. Investigación que duró hasta 1972.  El Instituto tenía como grupo objetivo ayudar a la población de bajos recursos económicos.  Por eso, contaba con el aval del Gobierno norteamericano, al servicio de la salud pública.  399 estaban diagnosticados como sifilíticos.  Los otros 201 estaban sanos.  Estos últimos se les denomina el grupo de control, para establecer las comparaciones del caso, como todo trabajo experimental en investigación.  A todos se les dijo que tenían “mala sangre”, para designar varias enfermedades como la anemia, sífilis, entre otras enfermedades de la sangre.  Las características de esta población era: norteamericanos pobres, sin posibilidades de poder pagar un tratamiento; de raza negra, afro estadounidenses analfabetos.   Se les dijo que el tratamiento era gratuito.  Se les hizo firmar un documento de un seguro, por si muriesen, que les cubría el sepelio y a cambio hacerle la autopsia respectiva. ¿Qué tuvo de extraño este experimento?  Aparentemente nada.  Porque se hacía en “beneficio de la humanidad”.  El objetivo era ver cómo evolucionaba la enfermedad durante ocho meses.  De tal manera que, podría arrojar evidencias mejores para tratar la enfermedad.   Lo extraño fue que durante ese tiempo no se les iba a suministrar tratamiento eficaz, sino se dejaría que la enfermedad avance, para poder observar.  Pero esto, no se les informó a los pacientes.  Se les engañó.  Se les inyectaba placebos.  Es decir, no le daban ningún tratamiento con penicilina, que surgió entre los años del experimento.  Así, murieron 100 varones, por las complicaciones propias del curso de la enfermedad.  Otras 28 murieron por la sífilis, propiamente.  40 mujeres de los que padecían la enfermedad, fueron contagiadas.  19 de sus niños fueron contagiados al nacer.  Cuando la sanidad de los Estados Unidos quiso aplicarles penicilina, como en otros lugares, los médicos del Instituto Tuskegee se negaron, argumentado que ya tenían tratamiento gratuito.  Los pacientes, participantes en la investigación, fueron persuadidos a participar, bajo la psicología del engaño.  Además, se aplicó la psicología del miedo, haciéndoles llegar cartas, diciendo que era su última oportunidad de darles un tratamiento gratuito, que jamás iban a recibir. Durante todo ese tiempo, salían escritos describiendo el curso de la enfermedad, en revistas científicas.  Todo el engaño saltó a la vista, cuando un medio de comunicación importante soltó la noticia, con las cifras correspondientes.  Y en ese mismo día, terminó el experimento.  Solo 74 sujetos estaban vivos.  25 años después, ante cinco supervivientes, en la Casa Blanca, un 17 de mayo, el presidente Bill Clinton, pidió disculpas “...lo que hizo el Gobierno estadounidense fue vergonzoso y que lo siento.”  Psicología del perdón.  ¿Habrá otras historias, más cercanas a nuestra realidad, donde se practica esta psicología de la persuasión y del miedo, terminando en una masacre como ésta?

Imagen de Perú21
Desde mi mirada bioética y psicológica, quisiera hacerles el siguiente relato desde Perú. Todo comienza con una empresa de venta de alimentos de aceite y sopas en el Callao.  Luego, pisco, fideos, asociada a grandes empresas de alimentos, como otros negocios.  La línea de alimentos es casi infinita.  Por ejemplo, marcas como Negrita, Primor, Manty, Blanca flor, jugos yapu, Kanu, gelatinas, etc.  Loe peruanos consumimos a diario sus galletas y todas las harinas posibles de su variedad de productos.  Todos esos productos a la venta, sin ninguna advertencia a la población de su alto contenido en sodio, azúcar o grasa saturada.  ¿Alguna posible consecuencia?

Curiosamente, desde el 2015 al 2018, la anemia en el Perú afectó al 43% de la población entre 6 a 35 meses de edad.  Problema asociado a la desnutrición: dificultades para el aprendizaje y desarrollo cognitivo.  Para el 2013 sabíamos que la anemia costaba al Perú 2,777 millones de soles (LEGUIA, 2019) en la atención y recuperación.  En el 2013 fue aprobada la ley de alimentos saludables en el Congreso de aquella época.  Esto quiere decir que, en los productos alimenticios informe explícitamente sobre la grasa saturada, azúcares y sodio que contenían.  A pesar de aprobada la ley, su reglamentación fue rechazada sistemáticamente durante 5 años más.  Es decir, no se podía ejecutar dicha ley sin el reglamento. ¿Quiénes eran congresistas?  Entre otros estaban: Kenji Fujimori, Luisa Maria Cuculiza, Leyla Chihuan, Martha Chávez, Luz Salgado, Luciana León.  Ellos y demás congresistas fueron partícipes de esta demora en la reglamentación de dicha ley.  En esos años, alcanzamos cifras muy elevadas de anemia, mientras tanto en la población.  Recién el 2018 fue aprobado el decreto legislativo, para que los productos contengan esa advertencia.  El presidente de aquel entonces fue obligado a renunciar, por unos audios y vídeos, donde se canjeo el indulto al ex dictador Alberto Fujimori por la no vacancia del Presidente, en el parlamento.  Auspiciado, por la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori.  Dividido el partido de Fuerza Popular, aparentemente, por la vuelta a prisión del padre de la señora Keiko Fujimori, se ejecuta dicha ley de alimentación saludable.  Los productos de esa empresa de alimentos, la más grande del Perú y en un mercado importante en América Latina, bajan sus ingresos, porque los peruanos comienzan a escoger sus alimentos.  ¿Cuántas muertes hubo en esos cinco años?  ¿Cuántos siguen muriendo infectados de tuberculosis, por la desnutrición que padecemos?   Ahora sabemos, que don Dionisio Romero, dueño de aquella gran empresa de alimentos, y doña Keiko Fujimori, tenían un gran pacto, para salvar al Perú, en los mismos términos que el experimento de Tuskegee, en beneficio de la humanidad.  psicología del engaño y del miedo.  Genocidio humano.  En el caso Tuskegee los implicados fueron sentenciados y se pidió perdón.  En el caso peruano, se espera ese perdón y justicia, por las mismas razones de salud pública, psicológica y por cuestiones éticas que duelen, y encolerizan, hasta lo más profundo del ser.  ¿Será el CADE el inicio de este proceso?
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KAHNEMAN, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: DEBATE.

LEGUIA, D. (04 de junio de 2019). Gestion.pe. Obtenido de blog/telocuento: https://gestion.pe/blog/te-lo-cuento-facil/2019/06/el-impacto-economico-de-la-anemia-en-el-peru.html?ref=gesr; estudio realizado por alumnos de economía de la universidad del Pacífico.

LUNA, Florencia – SALLES, L.F. Arleen. (2008). Bioética: nuevas reflexiones sobre debates clásicos. Buenos Aires: Fondo de Cultura económica.
TORRALBA I ROSELLÓ, F. (2006). Ética del cuidar. Fundamentos, contextos y problemas. Madrid: Fundación Mapfre - Institu Borja de Bioética.

TORRALBA ROSELLÓ, F. (2006). ¿Qué es la dignidad humana?; ensayo sobre PETER singer, Hugo Tristram Engelhardt y John Harris. Barcelona.: Herder.

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