Psicología de la paternidad: ¿Origen biológico o cultural?


Los sentimientos de cariño, enternecimiento, afecto que se vive en los primeros años de vida, mientras estamos sujetos al cuerpo de la madre que decide volcarse en cuidar nuestra vida, hasta el más mínimo detalle, proporciona una energía de seguridad insustituible.  El vínculo con la madre regala la seguridad de sobrevivencia en un mundo de relaciones hostiles y agresivas.  Esta experiencia psicológica de seguridad infantil entra en conflicto a medida que se crece.  Por eso, la sensación de vergüenza de expresar cariño, afecto ternura, en la edad adulta.  No la aceptamos como parte de nuestra expresión relacional con otros y otras, porque tenemos muy metido en la cabeza que esas expresiones emocionales son la muestra de debilidad y no de seguridad.  Vamos contra nuestra constitución biológica, para centrarnos en lo cultural o construcción psicológica de la pseudo seguridad.  Es decir, una seguridad fingida, asumida con violencia.  Esto es así, porque la paternidad, a diferencia de la maternidad, no es parte constitutiva de la biología humana o de cualquier mamífero.  Entonces, cabe preguntarnos: ¿La paternidad biológica no existe como tal?

El hecho que los machos colaboren con el líquido seminal para la procreación, no hace que vivan la experiencia que viven algunas mujeres con la maternidad, en el proceso de gestación.  Los machos que colaboran con las crías, asumen una experiencia masculina de maternidad biológica, para decirlo en palabras de Maturana.  Porque la paternidad es una cuestión cultural.  ¿Cómo así, podríamos explicarlo desde la psicología evolutiva? 

Como todos los mamíferos, tenemos la experiencia biológica del apego físico a la madre, a través del amamantamiento.   Esto genera ternura, cariño, enternecimiento.  Sensualidad.  Esas expresiones emocionales son parte inherente de nuestra psique primitiva.  Se expresa libremente.  Sin pudor, por decirlo de alguna manera.  Así tenemos, el niño o niña, que solicita la teta de su mamá, sin vergüenza alguna.  Se acarician mutuamente. Piel a piel.  No hay límite de esa expresión emocional totalmente sensual.  Dichas expresiones emocionales se van a expresar libremente en los mamíferos animales.  En los mamíferos humanos adultos,  esas expresiones sensuales van a ser reprimidas de manera socio-cultural.  La  psicología de la represión emocional en su máximo esplendor.  Entonces, ¿Por qué la figura de la paternidad se ha visto, desde la psicología, como la que proporciona seguridad al ser humano?

Porque valoramos la autonomía de manera errónea.  Desapego, como algo positivo para la competencia y la lucha, en una sociedad que ha sido gestionada desde una estructura patriarcal.  Es decir, de manera vertical, poniendo escalones de mando.  Se ha elaborado una sociedad, en contra de su esencia biológica, desde el pensamiento del macho.  A esto le denominamos pensamiento androcéntrico.  Porque es el macho, el que se necesitaba en la época del pastoreo, la fuerza para cazar, domesticar, someter a los animales para la alimentación de los suyos.  Sucedió cuando hubo un cambio evolutivo de recolectores a cazadores.  Las emociones también cambiaron.  Se comenzó a emplear la fuerza y a ver a las bestias como fuente de alimento, y al mismo tiempo como amaneza.  De las frutas, hierbas y demás frutos que se encontraban en el paso de la humanidad, mientras se caminaba, se pasó a una alimentación más rica en proteínas, con la carne.  La domesticación, fue una parte del avance en el proceso evolutivo, para proveerse de estos alimentos.  El sentimiento psicológico de apropiarse surge con la domesticación de las bestias.  Las emociones de someter, subyugar, oprimir a las bestias ganaron terreno en el cerebro del ser humano.  Psicológicamente, se extendió rápidamente a los nuestros: mi mujer, mis hijos, mi prole, mi tribu, como una propiedad con las mismas características de la experiencia de la caza y domesticación.  La fuerza y la violencia, se empleó para esos fines.  La paternidad goza de esos atributos culturales y psíquicos.  Está en nuestros genes, por este proceso histórico-evolutivo.  ¿Esto tiene que ver con las crisis de inseguridad, en la edad adulta, cuando no nos atrevemos a expresar cariño públicamente?

Por supuesto.  Es la causa de muchas anomalías psicológicas, que hoy nos pasan factura.  Pasamos gran parte de nuestra vida infantil, vinculados al cariño y protección materna.  El amor, expresado en la ternura y cariño, son un entrenamiento continúo de la maternidad biológica en esa etapa de la vida.  Nos da una seguridad increíble.  Gracias a esa experiencia hemos inventado todos los vínculos sociales a través de las Instituciones.  Por ejemplo, esperamos que al ir a un hospital se nos atienda esmeradamente.  En el supermercado, esperamos que no nos engañen.  En las escuelas y universidad, esperamos que nos eduquen sin matarnos o maltratarnos.  Cuando elegimos un Gobierno, esperamos que nos cuide, no que nos asesine y robe.  Sin embargo, a medida que nos hicimos adultos, la cultura del padre, nos enseñó a competir, luchar, a defendernos de las “bestias” que teníamos que domesticar, para dominar, subyugar y mantener todo bajo control y vigilancia.  La sospecha y vigilancia es propio de una cultura de la paternidad, cuyo origen está en los cazadores y de pastoreo.  Es cultural.  Ahora está en nuestros genes, por la evolución.  Esta disonancia toma sentido, y es más evidente, cuando entramos en crisis y “volvemos a la teta” de la madre, para sentir cariño y protección.  Desde ese volver, iniciamos el retorno para seguir creciendo y superando crisis tras crisis. Búsqueda psicológica de seguridad.

Dibujo de Arnau. Archivo personal
Si la sociedad está pensada desde la biología de la procreación materna, entonces, la psicología de las emociones de ternura, cariño y cuidados, están encaminados a una estructura circular, no vertical.  Por eso, el sentimiento de seguridad.  No nace del desapego, sino del apego a lo constitutivamente biológico en el ser humano.  El desapego de la experiencia materna, crea inseguridad, revanchismo, violencia y perspectiva psicológica: los otros son siempre enemigos.  La cultura patriarcal y pensamiento androcéntrico, no es una cuestión de varones, solamente.  Es una cuestión de hombres y mujeres, porque es cultural, evolutivo.  Hasta cierto punto, impuesto hoy por modelos ideológicos, que generan violencia e inseguridad.  De ahí, que cada vez más varones nos cuestionamos Nunca seré libre, ya no.  Tampoco sé si quiero serlo.  La libertad está sobrevalorada.   ¿Seremos capaces de volver a nuestra constitución biológica “matrística”, de nuestras emociones y sentimientos, para hacerla parte de nuestra cultura? O ¿Necesitamos robotizar todo, desde una visión del patriarcado, en aras de la eficiencia competitiva con el desapego emocional absoluto?
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CISNEROS, R. (2019). Algún día te mostraré el desierto. Diario de paternidad. Lima:  ALFAGUARA.

HAN, B.-C. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder.

MATURANA ROMESÍN, H. (2008). El sentido de lo humano. Buenos Aires: GRANICA.

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