Papa Francisco, el “Cordero” y el lugar donde vive (Juan 1, 35-42)

¿Qué tiene que ver el adjetivo “Cordero” con la pregunta sobre el lugar donde vive?  ¿Qué mensaje para el Perú, en este tiempo de crisis socio-política y la visita del Papa Francisco?

Cuando en el Siglo I, leyeron esta parte del Evangelio, sabían perfectamente que la palabra “Cordero”, estaba tomada del viejo texto de Isaías (53,7).  Por eso, se hacía muy interesante para ellos.  Porque se refería a Israel, el pueblo escogido por Dios que “Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca.  Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que las trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca”.   En esa misma metáfora, más adelante el Evangelio de Juan, narrará la pasión, muerte y resurrección de Jesús.  Por ello, para los lectores del Siglo I, se les hizo muy fácil sintetizar lo que Jesús significa, a partir de lo que el Evangelio pone en boca de Juan Bautista.  Los lectores del siglo I, desde su psicología religiosa, volvían al texto de Isaías y sabían que ese “Cordero”, era un pueblo llamado a la esperanza, porque es un pueblo que cargó con los pecados de todos.  Este hecho, los llevaría a la felicidad comunitaria y personal, consecuentemente.  Entonces, ¿Cuál es la relación entre los discípulos de Juan Bautista y los futuros discípulos de Jesús, el Cordero?

La psicología de la religión tiene dos maneras de clasificar la práctica religiosa en las personas: la religiosidad funcional y la de encuentro (AVILA, 2003).  De alguna manera, el Evangelio de Juan, intenta hacer esta diferenciación entre estas dos maneras de ser discípulo, como los de Juan Bautista o los de Jesús. 

Para los discípulos de Juan Bautista, el problema más grave de la religión era el Pecado.  Por eso la prédica del Bautista era un llamado a la conversión, que significaba la confesión de los pecados.  De ahí, el ritual del bautismo y del Cordero, como metáfora, que era ofrecido por los pecados personales, para alcanzar el perdón.  Todas estas características, basada en expiación de culpas y rituales rigurosos, es lo que se denomina, en psicología, como una religiosidad funcional.  Porque, se necesita de determinados rituales para alcanzar el perdón de Dios.  Por eso, la figura misma de Juan Bautista, era la de un profeta en el desierto, que vivía austeramente.  Su presencia era muy dura, porque vivía en soledad, aislado.  La gente del siglo I, comenzó a identificarlo como Elias.  Llamó tanto la atención, que hasta tuvo que hablar de los pecados de Herodes de Antipas, casado con Herodías, la mujer de su hermano.  Por eso, consecuente con su prédica, es degollado en la cárcel, posteriormente. 

En cambio, para Jesús, lo más urgente era remediar el sufrimiento humano, de quienes carecen de una vida digna (CASTILLO, 2003).  Es decir, lo que Jesús sentía era misericordia al ver a la gente sufriendo injustamente.  Le preocupaba ver a las personas como un pueblo desamparado.  A estas características psicológicas, que motivan a la acción, es lo que se le denomina religiosidad de encuentro.  Por eso, más adelante el Evangelio de Juan va a narrar, que Jesús se distancia de los ritos y leyes religiosas, solo cuando de por medio está el sufrimiento injusto de las personas.  No quiere decir que descarte los rituales o normas, sino que las trasgrede en situaciones precisas, por el bien del encuentro con el ser humano sufriente. 

La razón por la que los discípulos abandonan a Juan Bautista y se van con Jesús, es por la respuesta que da a su interrogante de dónde vivía.  “Vengan y vean”.  Porque estaban hablando metafóricamente.  El lugar donde vive, es el lugar de los vínculos.  Es el lugar donde uno aprende con quien identificarse, las personas que rodean los afectos y estilo de vida.  Esto es lo que encierra, la capciosa pregunta: “En dónde vives”.  “Ven y lo verás”.  Juan vivía en el desierto.  Sus vínculos eran consigo mismo.  Además, rigoroso en su alimentación, porque era el sacrificio por sus propios pecados y los de muchos. Una manera narcisista de ser y estar.  Jesús vivía en medio de la gente.  Sus vínculos estaban totalmente expuestos en la calle, con los demás.  Por eso, la misericordia fue su característica.  De manera especial, con el sufrimiento injusto (GUTIERREZ, 2002).  La práctica de la empatía como vínculo emocional y afectivo.

(foto diario Correo)
Si para los lectores del Siglo I, este era el contexto y las definiciones que tenían que tomar para ser discípulos de alguien, entonces, para los lectores del Siglo XXI en Perú, marcado por la visita del Papa Francisco en esta semana, tenemos no sólo que escuchar un mensaje de esperanza y paz, sino también ver acciones concretas de Misericordia, como lo ha demostrado ya, con la intervención a la organización religiosa del Sodalicio, por los motivos archi conocidos.  Pero, también, estamos en momentos cruciales, cuando gran parte del pueblo peruano se ha visto engañado, humillado y maltratado por sus representantes civiles, quienes están utilizando un argumento, cuasi religioso, de la reconciliación y el perdón, a un estilo de psicología de religiosidad funcional, donde se exige el sacrificio del olvido y se manipula el argumento de juicio moral de “odio” para quienes no aceptamos dicha imposición.  Por ello, Papa Francisco, necesitamos una respuesta alentadora, como los del Siglo I.  De la respuesta, que nos de tu presencia, dependerá enraizarnos en el discipulado de Jesús y no de “otro”, que intente desviarnos (SOBRINO, 2004).  Papa Francisco, la respuesta a la pregunta ¿Dónde vives?, es crucial para este momento histórico que vivimos en el Perú.

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AVILA, A. (2003). Para Conocer la Psicología de la Religión. Navarra: Verbo Divino.

CASTILLO, J. M. (2003). Dios y nuestra felicidad. Bilbao: Desclée De Brouwer.

GUTIERREZ, G. (2002). ¿Dónde dormirán los pobres? Lima: IBC-CEP.


SOBRINO, J. (2004). Reflexiones sobre Karl Rahner desde América Latina. En el XX aniversario de su muerte. PÁGINAS , 18-35.

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