Amistad y el concurso para una plaza en psicología

"¿Sabes sentir?” es la pregunta que me hace Edi, cuando le digo que su vida no encaja en el grupo y tiene que pensar en otro estilo de vida. Tengo grabada en mi memoria su mirada fija y llorosa, mientras pronuncia esa interrogante. Es lo que veo en este momento.  Su amistad, desde aquel momento, es una garantía de honestidad, por la historia que descubro aquella tarde del tiempo de lluvia en el sur.  ¿De qué trata esa historia?

Eso venía a mi memoria, mientras preparaba la clase modelo para un concurso público por una plaza en la Universidad Nacional.  No se me ocurría otra cosa que intentar explicar la complejidad del mundo social que vivimos a diario.  Es más fácil entender los procesos del cosmos que las relaciones sociales (1). Por ello, me preguntaba ¿por qué personas tan preparadas académicamente tienen comportamientos delictivos con mucha frecuencia en mi país?  La felicidad se ve opacada con la corrupción sistemática en Perú.  No sólo genera pérdidas económicas sino también cobra vidas valiosas, como la de Edi.

Una redada policial le encuentra marihuana en uno de sus bolsillos.  Le detienen como micro comercializador.  Él y un amigo suyo de la universidad en la misma situación.  Recibo la noticia con calma.  Se la comunico a Antonio, mi hermano de 79 años.  Menciono su edad, porque lo que me dice me deja pasmado: “Ahora una gran mayoría de jóvenes fuman cannabis…” Decidimos ir a verlo a la carceleta de la comisaria.  Le llevamos un sanguche para aliviar su angustia.  Antonio le tiene cariño, porque en su peor momento de fragilidad, se le acercaba en la cama del hospital con un beso en la frente.  Pero ¿Por qué cuento esta historia hoy?

Estaba frente al jurado calificador.  No me importaba si ganaba o no.  Quería hacer las interrogantes frente a ellos y explicar el experimento que estaba haciendo con dos grupos de adolescentes universitarios, sobre el pensamiento moral.  Solemos echarle la culpa a la familia cuando los hijos cometen algún acto delictivo o fuera de lo normal.  Los psicólogos hace tiempo sabemos que eso no es así.  Los seres humanos sólo tienen el 10% de influencia familiar, en su forma de pensar y comportamiento (2).  El resto viene de las relaciones con sus pares.  De la amistad con nuestros pares, independientemente del género.  De eso trataba el comentario de Antonio, pensaba mientras estaba mirando al jurado cuando exponía la clase modelo y veía el rostro de Edi en mi interior, interrogándome.

Entre Edi y Antonio se forjó una amistad inquebrantable que la veo a diario. Yo soy parte de esa red de amistad.  Está dentro del rango de lo que el cerebro puede almacenar en nuestra red de 150 amigos aproximadamente (1), según la psicología, para que no baje la calidad.  Edi se tiene que ir de casa, al solucionar ese problema con la policía. Yo tengo que decirle.  Sus ojos llorosos, me enrostran su historia personal, que me conmueve hasta en lo más profundo de mi ser…

Al terminar la clase modelo del concurso, hice la misma pregunta de Edi: ¿Cómo se han sentido en la clase?  El jurado no respondió.  Me ajusté al tiempo que me dieron.  Me invitaron a sentarme frente a ellos.  Uno de los jurados confesó que su tesis de grado trató sobre la percepción de la corrupción.  Estaba visiblemente emocionada.  Yo también, pero tenía que calmarme para responder a sus interrogantes, me estaban evaluando.  La miré fijamente con cariño, porque pude entender que la historia de Edi es muy actual, por la situación social que pasa nuestro país, producto de la corrupción.  Me perdí pensando que es más fácil denunciar que procurar instituciones que apuesten por la igualdad, respetando los derechos individuales y el derecho a la diferencia (3), sin que esto se manipule por el poder y la economía.  Cuestión de la que fue víctima Edi, pensé.

Su padre le golpeó con un puñete en el estómago, que lo dejó sin aire, me contó una vez Edi.  Eso surge en mi pensamiento, mientras me interroga con esa pregunta.  Su padre trabaja fuera de la ciudad y viene a verlos una vez cada dos meses.  Ese golpe le recuerda que su vida es producto de una violación, de la que tantas veces ve discutir a sus padres.  La falta de aire es una muerte anunciada, que nunca imaginaría que me costaría tanto aceptar, años más tarde.  Pero ¿Qué tiene que ver la interrogante de Edi, con lo que estoy viviendo en esta competencia por una plaza en la universidad?

Otro jurado me interrogó sobre la impotencia de hacer algo frente a la violencia, producto del patriarcado interiorizado en hombres y mujeres.  El tercer jurado hizo alusión al imperativo categórico de Kant, del que tanta mención hace la teoría que inspira el trabajo experimental que estamos haciendo sobre el pensamiento moral de los estudiantes.  Los ruidos que intervienen para tomar decisiones acertadas (4), frente al pensamiento moral que nos prepare para una vida honesta (5) y no sólo técnicamente competentes.  Nuestro país padece ese flagelo. Finalmente, no gané el concurso público, pero disfruté de las recomendaciones del jurado.  Ganó alguien mejor que yo.  Por ello, cuento la historia de Edi, a quien guardo en mi silencio profesional.  La vida no consiste en ganar sino en entregarla por una causa justa, acompañada por la psicología de la amistad.

Después de 23 años decido dejar un estilo de vida que fue muy bello.  Se acerca la navidad del 2015, cuando recibo una llamada de la madre de Edi.  Lloré mucho por mi decisión y por la noticia que recibo, sobre todo.  Edi, pasó a formar parte de los tantos que pierden la vida en mi país, víctimas de la violencia, la corrupción y la sinrazón de las desigualdades, como lo estamos viviendo en este momento en Perú, donde terminamos el 2023 con 50 compatriotas menos, por la misma razón que Edi. 

Entre el jurado y yo, se formó el fenómeno de mentalización.  Es decir, el saber que estamos pensando, entre unos y otros, por los vínculos de la pasión en investigar a partir de nuestras experiencias, aunque sea muy doloroso lo que descubramos, nos reta y compromete a cambiar, de una vez por todas, esta situación.  De lo contrario, no tiene ningún sentido tener una profesión, o profesar conocimientos.

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1.

DUNBAR R. Amigos. El poder de nuestras relaciones más importantes. Primera ed. Barcelona: Paidós Ibérica; 2023.

2.

PINKER S. Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicancias Barcelona: Paidós; 2015.

3.

PIKETTY T. Una breve historia de la igualdad. Primera edición ed. Barcelona: Déusto; 2021.

4.

KAHNEMAN D. Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: DEBOLSILLO; 2019.

5.

KOHLBERG L. De lo que es a lo que debe ser. Cómo cometer la falacia naturalista y vencerla en el estudio del desarrollo moral. Buenos Aires: prometeo; 2010.

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