Etapa en la vida de pareja de Rodrigo: Construcción

Rodrigo llega cansado, agotado y angustiado.  Su mirada es fuerte y brillosa por el llanto contenido.  Llevaba más de dos años y medio en una relación mientras era estudiante, de la carrera que le ha dado un nombre fuerte dentro de sus colegas en el primer trabajo.  Estaba tan enamorado que pidió la mano de su novia.  Se había independizado de su familia.  Todo le brillaba.  La marca de su pueblo en la sierra la llevaba consigo, con todo lo que eso significa.  Familia amalgamada, decimos los psicólogos.  Allí estaba sentado, coordinando el matrimonio con su novia y la familia de ella, en una ciudad grande. Totalmente apasionado por ella, con la mente turbada, propia de la feniletilamina (1) en su cabeza.  Sin embargo, de eso no quería hablarme. ¿De qué quería hablar?

Mi relación de más de 13 años se está viniendo abajo.  Me siento dolido y no sé qué hacer.  Me levanto todos los días con miedo.  Todo se me viene abajo.  Mis dos hijos son lo más bonito que tengo en mi vida y se me van de la mano. Estoy envuelto en una denuncia por violencia psicológica contra mi mujer.  No entiendo nada…

Acomodo mi asiento para lograr escucharlo mejor.  La mascarilla impide articular las palabras con claridad, sobre todo cuando éstas comienzan a trabarse con las lágrimas de dolor que sale de lo más hondo.  Mis colegas dirían que está pasando del ciclo vital de seducción, propio de una pareja naciente.  Esos caminos de maduración hacia la etapa de construcción son algunas veces tortuosos.  La seducción deja de ser el eje para convertirse en cooperación.  Justamente lo que está en peligro en este momento en la vida de Rodrigo.  Pero, por qué recordar ese episodio cuando organizaba aquel matrimonio.  Aquella vez cuando veía a la que sería su suegra con un interrogatorio que él no podía responder: Los más de cien invitados a la boda, si podían pagar una orquesta para el matrimonio.  Él miraba a su novia y tenía que bajar la mirada, porque eso era realmente imposible, por su situación de trabajador recién egresado.  Estaban a días del matrimonio.  Pero lo que le dijo su novia al día siguiente fue lo que sería su sombra para toda la vida.  Dejo este episodio para seguir concentrado en lo que Rodrigo está narrando en este momento:

Mi carácter es fuerte, lo sé.  Pero jamás haría daño a nadie, menos al amor de mi vida con quien tengo dos hijos.  Ella dejó de dormir conmigo para irse a dormir con mi hijo mayor.  Cuando fuimos a la casa de mis padres en el verano, tampoco quiso dormir conmigo.  Mis padres se dieron cuenta.  Al regresar de ese viaje puso la denuncia.  He llorado mucho, pidiéndole una explicación.  He pedido perdón. Todas las propiedades nos costaron a ambos muchos esfuerzos, pero con cariño… No entiendo. Leo la denuncia y parece otro hombre el que se describe allí.  No soy yo…

El foco de atención en este momento de desarrollo de la pareja está centrado en el nosotros. Por eso duele tanto, cuando se toman decisiones de separación en esta etapa.  Sobre todo, cuando en la cabeza de ambos siempre está la pregunta: ¿Cómo hacemos o hacia dónde vamos?  Las respuestas pueden ser negativas o desesperanzadoras.  En otros, muy positivas.  En medio de tantas pérdidas en el contexto de la Covid-19 es muy confuso todo (2).  Atrás quedaba esa historia de su novia a puertas del matrimonio, donde ella le dijo al día siguiente del encuentro con su familia, que terminaban la relación.  Invitados en el aire.  Ilusiones muertas a pocos días del matrimonio.  Sinsentido de los afectos, puestos en jaque por no tener el suficiente dinero.  Aunque no lo creamos viene de nuestros ancestros evolutivos cuando el macho tenía que responder a las expectativas de recursos que solicita la hembra sapiens.  Antes era la fuerza bruta para enfrentar a las bestias y poder comer o para evitar que otros intenten tocar a su tribu (3).  Hoy se llama dinero y poder en la psicología evolutiva de los afectos.  Ahí está Rodrigo: abatido, sin fuerza, mirándose otra vez derrotado, con el miedo focalizado en ambas historias. Por fin una esperanza que asoma de forma dudosa:

Su esposa decidió no continuar con la denuncia.  Yo mismo noto que he cambiado, pero me siento con un miedo que no puedo sostener.  Aún tengo el recuerdo de mi hijo mayor en contra mía, corroborando lo que decía su mamá en esa denuncia.  Aunque hemos vuelto a nuestra vida sexual y la disfrutamos, cuando me levanto vuelve mi cabeza a pensar en que puede ser una estrategia…

Respiro hondo debajo de la mascarilla que llevo.  Entonces entiendo que, en esta etapa de la vida de pareja, que denominamos construcción, el microcuidado (4) tendría que ser la fortaleza psicológica que sostenga el afecto.  Es decir, el preocuparme por mi pareja en sus gustos, sus necesidades; más allá de las básicas.  Porque el trabajo por construir un hogar es tan agotador que el nosotros se va distanciando hasta vernos como enemigos.  Aquella novia que terminó la relación en vísperas del matrimonio no fue más.  Su esposa hizo que lo superara por el profundo cariño que le tributa.  Aquellas sombras surgen, precisamente, cuando el trabajo de construir es agotador en contextos de tantas limitaciones como nuestro país.  No puedo dejar de ver a Rodrigo volviendo a mapear el cuerpo de su pareja con sus manos para construir nuevamente el mundo interior de ambos.  Luego escucho como un eco que irrumpe en esperanza:

El Rodrigo que hay en esa denuncia no soy yo. 

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1.

Sternberg R. El triangulo del amor. Intimidad, amor compromiso. primera ed. Barcelona: Paidós; 1989.

2.

GABRIEL M. Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI. Primera edición ed. Verlag U, editor. Barcelona: Pasado y Presente; 2021.

3.

BUSS DM. La evolución del deseo. Tercera edición. Primera reimpresión ed. BUSS DM, GONZALES C, editores. Madrid: Alianza Editorial; 2021.

4.

CAMPS V. Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. primera edición ed. Alfil Ay, editor. Barcelona: arpa; 2021.

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