Del campo a la ciudad. Evolución psicológica de Angélica

 Está haciendo un post grado que le cuesta tiempo, dedicación y dinero. Ha caminado un largo trecho desde que conocí a Angélica.  Ni ella misma imaginó que podía lograr ese nivel académico y trabajo profesional.  ¡Admirable!  Lo que no se entiende con una simple mirada es el vacío que siente y la sensación de pelearse con todo el mundo de su entorno, que hasta ella misma se espanta.  ¿Qué caminos tuvo que recorrer como mujer? Es lo primero que me inquieta de Angélica.

Mi familia es numerosa. Soy la última.  Hasta los seis años fui la princesa que no hacía nada en casa.  Cuando llegamos de la sierra mi vida era juego y juego en el primer establo donde trabajó mi padre.  No sé por qué tuvimos que dejar ese trabajo para irnos al otro establo donde mi historia cambió completamente…

A estas alturas del relato me conecta con toda la historia de la humanidad que llevamos en nuestros cerebros, sin darnos cuenta permanecen anclados para hacernos recordar un pasado del que ya no tenemos recuerdo alguno.  Toda la fantasía de historiadores contándonos que desde que la humanidad descubrió la manera de cultivar las tierras dejamos de andar de un lugar a otro y fuimos exitosos (1). ¡Mentira! Dejamos la libertad para convertirnos en esclavos productores de harina para otros dueños.  Esclavitud que llevamos en nuestra mente.  Ya no comíamos de la variedad nutricional que nos ofrecía la tierra, sino de lo que producíamos: harina y más harina.  No necesitábamos movernos a ningún lugar, sino domesticar las plantas y comer dos o tres productos.  Reproducirnos a raudales, de tal manera que hacía falta más producción para alimentarnos como podamos.  Pasamos de unos amos a otros amos.  ¿Será éste el vacío de Angélica y la sensación de pelearse con todo el mundo?

En el fundo nuevo, donde mi padre era peón, mi madre me mandó a cocinar.  Tuve que cargar a mi hermanita menor a mi espalda, para hacer las cosas.  Usaba una lliclla como mi madre. Una vez cuando estaba cocinando, sentí que se resbalaba por mi espalda.  Volteé para protegerla, pero se cayó el agua caliente de la olla.  No recuerdo más… Mi padre me levantó muy temprano, me llevó al pozo de agua, sumergió mi cara en el agua varias veces.  Desde ese momento siento que hago las cosas mal… Luego tuve que jugar sola, sin que nadie se enterara, a escondidas…

Las lágrimas que acompañan este relato, en algunas sesiones, son la marca inconsciente de todo el recorrido evolutivo de la humanidad.  Especialmente para las mujeres.  ¿Qué jugaba a solas y escondidas?  Me preguntaba mientras iba narrando los acontecimientos, en la carta a sus padres.  Al mismo tiempo no podía dejar de pensar en las exigencias de los patrones a sus padres que éstos reproducían en sus hijos y quedan marcados de generación en generación en nuestros pueblos.  Aunque los padres pueden hacer muy poco para el modelamiento del comportamiento de sus hijos, todo este sistema se trasmite entre niños, adolescentes y nuestros pares (2).  En todos los relatos que hacen nuestros pacientes, hay narraciones que a los psicólogos se nos quedan grabadas en el cerebro, esperando una respuesta.  En mi caso resonaba: ¿Qué jugaba a solas y escondidas, Angélica?

Los peones me trataban como la niñita que estaba creciendo y jugaban conmigo. Me gustaba.  No me di cuenta de que, uno de ellos, tocaba mi cuerpo y me abrazaba.  Me sentía querida y jugaba. Se frotaba en mí.  Luego me regalaba confites.  Pronto no fue él solamente, sino sus amigos.  Me confundía mucho, pero no podía negarme.  Con el tiempo entendí que me violaron uno a uno, hasta los primeros años de mi adolescencia. Me sentía cochina y asquerosa…

Un silencio profundo invade la sala terapéutica, escuchando caer cada lágrima que le brota desde lo más hondo de su ser.  Como aquel silencio histórico de la humanidad, que se camufló como si hubiera sido un éxito la revolución agrícola.  Hoy sabemos que fue el declive de la humanidad.  Las hembras pasaron a ser posesión del macho.  Las hembras tuvieron que escoger al más fuerte que las defendiera de tanto macho suelto, que les diera la seguridad de protegerlas en los nueve meses de embarazo que las sostenga mientras alimentan a sus crías.  Los machos tenían la posibilidad de elegir más hembras, si tenían la posibilidad de brindarles recursos de seguridad para no tener crías de otros machos que andaban al acecho (3).  Ellos buscaban a las más protuberantes y jóvenes que pudieran darles más crías para seguir trabajando para el patrón y tener más entradas.  Mi cabeza está volando a aquellos tiempos primitivos que nos pintaron las grandes revoluciones de la humanidad, como una cuestión de logros que hoy sabemos fueron nuestra desgracia.  Así también lo siente Angélica.  Haber dejado la sierra para venir con esperanza a la ciudad, el contacto de las grandes haciendas e infinitas posibilidades.  ¿Será éste el vacío que lleva impregnado en su interior que no la deja disfrutar de lo que ha logrado?

Mi padre nos abandonó.  Tuvimos que trabajar todos en mi casa.  Tuve que separarme de mi familia para que puedan comer en casa.  No puedo enamorarme de nadie, me he dedicado a trabajar y a estudiar… cuando alguien me afana huyo y no quiero nada, aunque lo deseo.  Gano mi dinero y estudio para tener más… quiero ayudarles a salir adelante, pero me peleo con mi familia, con todos… Me siento seca… Siento que no hago las cosas bien… Siento que me ahogo en mis culpas…

Entonces veo sus ojos mirando fijamente, buscando una respuesta. Se me revela el maldito pozo de agua donde fue sumergida, una y otra vez, como la historia de la humanidad.  La pandemia no es el problema.  ¿Cómo puede ser problema la covid-19, cuando llevamos una historia anclada en una letanía de postergaciones y obediencias infinitas sin poder salir adelante?  El confinamiento ha sido una oportunidad para pensarse como esclava de una historia desoladora, que todos llevamos muy dentro, marcada por los abusos de poder (4).  No se trata de los estudios para salir adelante (5), ni la “la plata como cancha” (6), sino de racionalizar nuestra mirada a la historia personal y comunitaria, donde finalmente podamos quitarnos las sombras de nuestra animalidad y re-construir lo poco que nos queda con la razón y nuestros afectos.  Entonces, Angélica me entrega la carta a sus padres, resumiendo la historia de la humanidad, para levantar la mirada y comenzar, nuevamente:

Los perdono de todo corazón. 

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1.

HARARI YN. Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad Lima: DEBATE; 2017.

2.

PINKER S. La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana. Bogotá: Paidós; 2018.

3.

BUSS DM. La evolución del deseo. Tercera edición. Primera reimpresión ed. BUSS DM, GONZALES C, editores. Madrid: Alianza Editorial; 2021.

4.

FOUCAULT M. Historia de la Sexualidad 1. La voluntad del saber Buenos Aires: Siglo XXI; 2006.

5.

SANDEL MJ. La tiranía del mérito. ¿Quéha sido del bien común? Tercera reimpresión ed. Bogotá: Penguin Random House; 2021.

6.

ACOSTA C. Plata como cancha. Secretos, impunidad y fortuna de César Acuña. Sexta reimpresión ed. Aguilar , editor. Lima: Penguin Random House; 2021.

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