"Me quiero separar..." Psicología de Luciana y Jorge

Puedo cuidar de mis dos hijos, si me separo de él.  Ya no es lo mismo que antes.  Además siempre recuerdo cuando tuve sospechas de infidelidad, recién casados.  Jorge es bueno, pero estoy harta que  no tenga un trabajo estable.  Yo he tenido que venirme a trabajar a esta provincia y dejar a él y a mis dos hijos en la ciudad.  Claro que él cuida de mis hijos, pero  siento que no aspira a nada más.  Estamos discutiendo cada vez más.  He llegado al punto que ya me es indiferente lo que pase con él.  Me gustaría hasta que se vaya de la casa y deje a mis hijos.  Yo estaría más tranquila.  ¿Crees que está bien que me separe?

Luciana ha tenido que trasladarse a una provincia, fuera de la capital, para trabajar en primera línea contra la pandemia que está arrasando el país, desde hace más de 5 meses.  Pienso en los primeros meses que no hubo opción a viajar bajo ninguna razón.  Esta lejanía, según mi primera hipótesis ha hecho que el afecto con su pareja disminuya al máximo.  Además del contexto de tensión que se vive en el país, por el personal sanitario.  Ahora que ya puede viajar, imagino que el encuentro debe ser más intenso, pero también pienso en las reglas sanitarias de no tocarse por los riesgos que eso conlleva.  Me pregunto ¿Cómo hacen con su vida sexual?

Es como siempre.  Hace mucho que no siento placer estar con él.  En ese sentido no tenemos problema, como toda pareja.  El problema soy yo, creo.  Me da cólera verlo, sin ningún porvenir en la vida.  Encuentra uno que otro trabajo.  Pareciera que le da igual.  Yo tengo ganas de seguir estudiando, conseguir otro trabajo, para salir adelante.  A él pareciera que nada le motiva.  Casi todos los días llamo a casa, pero me concentro en hablar con mis hijos.  Con él ya me cansé hasta de hablar.  Creo que me debo separar, para estar tranquila.  He intentado ver a otros colegas varones, en miras de una relación, pero ni eso puedo.  Quiero estar sola en el fondo.  ¿Cómo hago para separarme?

Sigo pensando en la vida sexual de Luciana y Jorge.  Todo indica que al no sentir placer ha perdido el deseo de tener relaciones sexuales con su pareja.  Comienzo a entender su angustia e interrogante.  Pienso en él, si sabe los sentimientos de ella: angustia, dolor ante una inminente separación, decepción por el hombre con el que se juntó.  Son los “dia-blos” de una relación que terminan dividiendo a la pareja, ante la ausencia de intimidad.  Es decir, de la capacidad de expresar mutuamente sus miedos y angustias.  No dejo de pensar en la vida sexual de ellos, como otro pilar débil de esta relación.  Veo las lágrimas de Luciana que expresan su angustia y desesperación después de cinco años de vivir juntos.  Entonces, me pregunto por el método anticonceptivo que usan…

Tenemos nuestras creencias.  Nos conocimos en los grupos parroquiales.  Eso fue lo que nos atrajo desde el comienzo.  Practicamos el método natural.  Nos ha ido bien.  Tenemos los dos hijos que hemos planificado. Para estar más seguros él práctica el coitus interruptus (coito interrumpido).  Así nos aseguramos.  En ese sentido no tenemos problemas.  El problema es que ya no lo quiero como antes.  No siento nada por él.  También se lo he dicho, en los últimos encuentros.  Siento que no hacemos nada para cambiar el rumbo de la cosas…

Pienso los médicos, el ginecólogo japonés Ogino y Knaus, cuando descubrieron y perfeccionaron este método en la mujer.  En psicología no recomendamos este método en las relaciones de pareja.  Tiene un elevado riesgo emocional y afectivo. ¿Cómo así?  Precisamente cuando la mujer no debe tener relaciones sexuales, es cuando más desea estar cerca de su pareja, desearlo, sentirse amada sexualmente.  Es el momento cuando más se podría sentir placer de vivir junto a la persona que ama.  La experiencia de placer con su pareja debería ser más intensa, pero es, precisamente, cuando el método prohíbe tener relaciones sexuales para evitar embarazos no deseados.  Igual sucede con el coito interrumpido.  Es decir, retirar el pene cuando va a eyacular.  Es el método más utilizado por las parejas jóvenes y adultos.  Este método tiene el mismo riesgo emocional y afectivo, que el anterior.  Porque justo en el momento cuando se siente más intensidad, para estar conectado con su pareja es cuando interrumpe por el miedo a originar un embarazo.  Con la práctica constante de este método, se pierde el deseo intenso de estar el uno y la otra.  Se va alejando las emociones de placer de disfrutar juntos de sus cuerpos, se ahuyenta el deseo afectivo de conectarse intensamente, hasta el punto de no desearse.  La frigidez y la impotencia, no solo se expresa en la vida sexual, sino en todos los aspectos de las relaciones de pareja.  La indiferencia entre ambos conduce el ritmo de la falta de interés por la persona que se ama, sin encontrar explicación alguna.  El placer asociado al no derecho de sentirlo con la pareja que se ama.  Pienso en Luciana y Jorge con esta práctica que los aleja emocional y afectivamente.  En medio de esta pandemia, cuando ya todo va volviendo casi a la normalidad, me atrevo a preguntarle a Luciana si es capaz de afrontar esta realidad con su pareja. 

No sabía que el sexo, o el método, tenían tanto que ver en nuestra relación.  Lo hablaré con él.  Pero, ¿Qué hago con la falta de ganas que tiene para trabajar?  Eso me desanima mucho en seguir con la relación.  Me siento como la única responsable de sacar adelante a la familia.  Si podemos conseguir el método anticonceptivo, que nos ayude a mejorar las relaciones, pero en lo otro, ¿Qué hago?  Todo seguirá igual.

Pienso en los miles de seres humanos, que hemos caído en la cárcel de haber puesto el sexo masculino al dinero.  La persona que gana más es la que puede dirigir, ordenar, disponer de la organización familiar.  Todas las facultades que tradicionalmente las ha tenido el “macho”, han sido trasladadas al que pone el dinero en casa.  Independientemente si es mujer o varón.  Es a quien se le tiene que “hacer caso”.  Las relaciones de pareja se vuelven verticales, el ángulo piramidal de la cumbre, está separado para la persona que provee.  En este caso Luciana, que no ha podido vencer esa tentación de relaciones verticales.  Así terminó la sesión con Luciana, para después de mes y medio, volvernos a encontrar.  El brillo de su rostro y los ojos limpios de aquellas lágrimas, expresan su nuevo estado de salud:

Lo hablé con él.  Nos hemos contado cosas que no sabíamos antes.  Me siento más segura.  Tenemos que trabajar más en la forma como sacar adelante a nuestra familia.  Necesitamos iniciar una terapia de pareja…

                                                

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