Psicología y bioética en el vientre de alquiler

Estimados Rosario y Jorge, después de la prisión preventiva y el susto que han pasado en Perú, me surge una extraña sensación de vacío, que va más allá de las leyes que los llevaron a esta situación.  Entiendo que cualquier mujer del mundo puede hacer uso de su autonomía y ofrecer, de manera altruista, su vientre, cumpliendo el deseo de una pareja imposibilitada de tener hijos, como ustedes. La autonomía, por encima de cualquier otro principio ético, no tendría ningún problema, si así se dan las condiciones.  Es un requisito ineludible en cualquier proceso para tal fin.  Hasta allí, todo es muy fácil de pensar y sentir.  Cuando el vientre ofrecido, se somete al alquiler y mediación comercial, entonces entra a tallar otros niveles psicológicos y bioéticos, que aún no están tomados en cuenta en las leyes masculinizadas del mercado, donde el dinero tiene el sexo del varón, dentro de las convenciones socio-culturales machistas, sintetizadas en el capitalismo, que tanto ustedes como chilenos y nosotros, como peruanos, somos víctimas. 

Ucrania, por ejemplo, es uno de los países donde la pobreza alcanza niveles muy altos.  Es el lugar, también donde el negocio de la maternidad subrogada es muy alto.  Es que existe una relación muy estrecha entre pobreza y explotación de la mujer.  Esto es así porque lo personal se hace político, en condiciones de pobreza extrema.  En este sentido, la psicología nos dice que en situaciones, como las que escribo en este momento, no solo se alquila el vientre, sino todo el cuerpo de la mujer.  Y cuando en psicología hablamos del cuerpo de un ser humano, estamos hablando de la dimensión plurirrelacional, por eso mismo necesita un abordaje bioético.  Es el cuerpo de una mujer que se alquila por determinado tiempo, con la finalidad de obtener un hijo para los arrendatarios.  El principio de autonomía pasa a un segundo plano, desde esta dimensión psicológica.  ¿Por qué?

Porque la autonomía está sujeta a un intermediario que comercializa los términos de alquiler.  Es decir, forma parte de una empresa especializada en vender fertilidad a las parejas.  Con lo cual, el proceso de tener un hijo sube su precio.  No solo cobra la mujer que alquila su vientre, sino también la empresa que hace posible la relación entre arrendatario y arrendadora.  Es la misma relación que la bioética ha luchado desde su comienzo entre médico-paciente.  Relaciones verticales, socio-culturalmente conocidas como: amo-esclavo, patrón-peón, superior-inferior.  Según la sociedad a la que se pertenece.  Cuando estas relaciones son de subordinación, entonces la autonomía no es posible.  La razón siempre la tiene el amo o el patrón.  El esclavo y peón, simplemente obedecen.  La única alternativa que tienen, como parte de su autonomía, es aceptar las órdenes emanadas de “su” superior. El amo o patrón, son los que tienen el poder en todas sus formas, sobre el subordinado.  El esclavo, peón o subordinado solo tiene la vulnerabilidad, su pobreza extrema que le obliga a postergar su autonomía para obedecer al superior.  Esto sigue siendo así, para las relaciones varón-mujer, en sociedades socio-culturales machistas, como las de Perú o Chile.  ¿Será por eso que en Ucrania hay la mayor disposición de las mujeres para alquilar su vientre (cuerpo)?

El problema no radica en el principio de beneficencia que aporta el dar la posibilidad de tener un hijo, o hija, a una pareja que no tiene las posibilidades biológicas de convertirse en madre.  El problema radica en la mediación comercial sobre el cuerpo de la mujer, que no está regulado por ninguna ley que la proteja.  Porque, para ser sinceros, sabemos desde la psicología, que al igual que el comercio sexual en la mujer, no es la vagina lo que se negocia, sino el cuerpo total de la trabajadora sexual.  Es el cuerpo que se negocia para ser abrazado y sentido en el comercio del sexo, no solo los genitales femeninos, en el caso de la prostitución.  Esto lo sabemos perfectamente, desde la psicología femenina.  Por eso, los viagra femeninos: Intrinsa y Flibaserin resultaron un total fracaso en la industria farmacéutica, por las mimsas razones.  En ese sentido, la psicología y bioética, recomienda regular las leyes que mediaticen la relación vertical de comercializar el arrendamiento, porque de lo contrario estamos frente a una nueva forma de trata de personas, donde la mujer sigue siendo el objeto de mercantilización masculina, en toda su dimensión capitalista, explotadora, donde el “homo deus” radicalizará su negocio, bajo términos pseudomorales basados en los principios de benevolencia y autonomía, ocultando relaciones verticales de explotación, con las que lucha tanto la psicología, por los elementos patógenos que contiene.  Así como la lucha que dio origen a la bioética, en términos de buscar unas relaciones más horizontales entre los seres humanos, desde la práctica médica.  Lo que está en juego es el principio de justicia, en las relaciones horizontales, vitales para nuestra convivencia placenteramente pacífica.

Si las leyes no se liberan de la psicología masculinizada, jamás se podrá entender que la maternidad subrogada no es una cuestión de mantener la bondad de afianzar un estilo de familia, sino una cuestión de relaciones de poder, basada en los principios de mercado sobre razones éticas que evitan, a toda costa, la trascendencia de la mujer y el significado de circularidad para la salud psicológica de la humanidad.  ¿Qué quiere decir esto? Que sin una visión femenina del tema, las leyes que se promulguen, en cuanto a este tema de la subrogación, no podrán buscar el bien común de los pobres, porque las relaciones de poder habrán oprimido, una vez más, a las mujeres, con todo el sufrimiento que eso implica para ellas mismas y, consecuentemente, para nosotros los varones que jamás podremos disfrutar del placer vivido y sentido en mutualidad.  Sin duda, nos estamos perdiendo a una nueva dimensión de ser familia en el Perú, como nunca antes visto en la historia, si no somos capaces de superar la visión machista de explotación en nuestras relaciones.  En todo caso, me alegra que todo se haya solucionado para ustedes, Rosario y Jorge, pero estoy pensando en la mujer anónima que les alquiló su cuerpo.

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