La madre; entre la economía y la psicología

Pintura de Ziño, Piura 2025.

La economía moderna nació en 1776, cuando Adam Smith escribió La riqueza de las naciones. Fue una obra brillante. Pero detrás de esa brillantez hubo alguien más: su madre. Mientras él escribía, ella lo cuidaba, lo alimentaba, limpiaba su entorno, preparaba su cama, le daba el espacio y el apoyo necesario (Marçal, 2016). Ella sabía que su hijo estaba creando algo importante.

Hoy, Adam Smith sigue siendo una figura central en la enseñanza económica. Pero su madre quedó fuera del relato. En su tratado, no hay una sola línea que reconozca el trabajo que permitió que ese libro existiera. No hay cifras que reflejen la energía que ella entregó.

Esa omisión no es solo una injusticia histórica. Es una falla profunda en la forma en que entendemos el mundo. Y esa falla nos está saliendo cara. Por eso escribo esto en nombre de todas esas madres invisibles. Y lo hago, sobre todo, pensando en Teresa, mi madre.

El modelo económico mundial que hoy domina se construyó sobre una ausencia. Una ausencia profunda, que se volvió herida en las relaciones entre los seres humanos. Teresa, mi madre, entiende la economía de otra forma. Su manera de vivirla es radicalmente distinta: se basa en el cuidado, en la cercanía, en la igualdad entre todos. Y, paradójicamente, es así como la sentimos todos, en lo más íntimo, aunque el sistema la ignore.

La economía moderna, sin embargo, eligió otro camino. Desde su punto de partida —ese análisis fundacional de Adam Smith— dejó fuera lo esencial: el sustento humano invisible, el trabajo no reconocido, el cuidado que hace posible la vida (Piketty, 2021). Desde entonces, el capitalismo ha estado marcado por la lógica del acaparamiento: cercar la tierra, apropiársela, convertirla en recurso para el crecimiento y el progreso, sin mirar el costo humano.

Así, en 1525, Alemania fue testigo de la masacre de cien mil campesinos que se atrevieron a resistir el cercamiento. Y años más tarde, Carlos I de España —también emperador de Alemania— condecoró a Hernán Cortés tras la matanza de cien mil indígenas en la capital azteca, Tenochtitlán (Hickel, 2023).

Crímenes que nunca habrían tenido el consentimiento de la madre de Smith. Ni de Teresa, mi madre. Ni de ninguna mujer que haya entendido que la vida vale más que el poder.

Para llenar ese vacío profundo —ese silencio que atraviesa la historia de la economía—, se buscó refugio en la religión y en la psicología. Fue un intento de dar sentido a lo insoportable, de justificar lo injustificable. Y ese intento se apoyó, en parte, en una lectura distorsionada del pensamiento de Descartes.

Según él, los seres humanos existimos a partir de dos dimensiones: la mente y el cuerpo. La mente —la res cogitans— debía gobernar, mientras que el cuerpo —la res extensa— era visto como lo inferior, lo que debía ser dominado (Sedláček, 2014). Esta idea, tan simple como peligrosa, fue adoptada por el pensamiento religioso para establecer una división tajante: el alma pertenece a Dios, el cuerpo al diablo. Y así, en esa lucha eterna entre el bien y el mal, nos enseñaron a movernos. El razonamiento se volvió el motor del mundo (Pinker, Racionalidad, 2021), sobre lo emocional y afectivo.

Con esa justificación en la mano, se legitimó la servidumbre, la esclavitud, y la explotación de millones de vidas. No importaba cuántas personas fueran quebradas, agotadas o eliminadas en el proceso, si con ello se impulsaba el crecimiento económico. La recompensa no estaba en la tierra, sino en la promesa de descanso eterno… cuando el alma, liberada del cuerpo maldito, alcanzara el cielo.

Algunas doctrinas religiosas aún repiten esa promesa. Y la psicología, por su parte, la reformuló con otro nombre: resiliencia. Aprender a soportar la adversidad, adaptarse al dolor, seguir adelante. Seguir produciendo (Gonzáles Serrano, 2024). Seguir creciendo. Por el bien de todos.

Los economistas incluso inventaron una medida para ese sacrificio: el Producto Bruto Interno -PBI- (Hickel, 2023). Una cifra que no mide el bienestar, ni el sufrimiento, ni el amor. Solo mide cuánto crecemos. Cuánto producimos. Cuánto más podemos avanzar. Hasta el infinito. La madre de Smith, mi madre y todas las madres del mundo han presenciado las consecuencias del PBI, mientras cuidan de sus hijos y de la familia.

La economía moderna nos repite una y otra vez que a mayor PBI, mejores condiciones de vida (Piketty, 2021). Que más crecimiento significa más bienestar. Más esperanza de vida. Pero las madres del mundo saben —con la sabiduría que viene del cuidado (Gilligan, 2025), no de los números— que eso no siempre es cierto.

Ahí está el caso de Estados Unidos, el país con el Producto Bruto Interno más alto del mundo. Y, sin embargo, su esperanza de vida es menor que la de Costa Rica, un país con menos de la mitad de ese PBI (Hickel, 2023). Algo no cuadra. Algo muy profundo está fallando.

Si viviera hoy, la madre de Adam Smith —como tantas otras madres en el mundo— no dudaría en sacudir a esos economistas que siguen ciegos ante una realidad tan injusta. Porque no se trata sólo de producir más. Se trata de vivir mejor. De vivir con dignidad (Harari, 2024).

Y mientras tanto, en Perú, la presidenta se planta frente a las cámaras, lee sin pestañear un discurso en el que proclama que su país es una "estrella de América Latina" por tener el mejor PBI. Lo dice con frialdad, en medio del recuerdo aún fresco de más de cien personas asesinadas durante su gobierno. Lo dice cerca del Día de la Madre, sin que se le mueva un músculo del rostro. No sólo por la dureza del alma. También por las cirugías que la han endurecido por fuera.

Pero hay cosas que ni el maquillaje ni los datos pueden ocultar: la vida no se mide en cifras, sino en cuántas personas pueden vivir sin miedo, sin hambre, con amor y justicia.

Al final, la forma de pensar de la madre de Adam Smith, de mi madre, y de todas las madres del mundo, es también la forma más profunda y genuina de pensar de la humanidad: cuidarnos unos a otros, sin excluir a nadie, ni siquiera al cosmos que nos sostiene (Dunbar, 2023; Gilligan, 2025; Gonzáles Serrano, 2024; Harari, 2024; Hickel, 2023; Marçal, 2016; Piketty, 2021).

Esa debería ser la verdadera guía para la economía y la psicología. No más PBI como medida del progreso. No más crecimiento vacío. Es hora de regresar al útero materno de la tierra, de volver a ese lugar donde las relaciones se tejen con ternura, respeto y equilibrio.

Porque otro mañana es posible. Uno donde vivir bien importe más que producir más (Sedláček, 2014). Uno donde el amor y el cuidado sean el centro de todo.

A todas las que hacen posible la vida:
¡Feliz Día de la Madre!
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Dunbar, R. (2023). Amigos. El poder de nuestras relaciones más importantes (Primera ed.). Barcelona: Paidós Ibérica.

Gilligan, C. (2025). En una voz humana. Madrid: Taurus. doi:9789566275268

Gonzáles Serrano, J. C. (2024). Una fiosofía de la resistencia: contra la manipulación emocional (primera ed.). Barcelona: Destino.

Harari, Y. N. (2024). Nexus; Una breve historia de las redes de información, desde la edad de piedra hasta la IA. (J. R. Aragonès, Trad.) Debate. doi:9788419951021

Hickel, J. (2023). Menos es más. Cómo el decrecimiento salvará al mundo. (C. Ministral, Trad.) Madrid: Capitan Swing S.L.C. doi:978-84-126878-0-4

Lembke, A. (2023). Generación dopamina. Cómo encontrar el equilibrio en la era del goce desenfrenado (primera ed.). (F. S. Sabor, Trad.) Madrid: Urano.

Marçal, K. (2016). ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Barcelona: DEBATE.

Piketty, T. (2021). Una breve historia de la igualdad (Primera edición ed.). Barcelona: Déusto.

Pinker, S. (2019). En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso. Bogotá: Paidós.

Pinker, S. (2021). Racionalidad. Qué es, por qué escasea y cómo promoverla (Primera edición ed.). (P. H. Lazcano, Trad.) Barcelona: Paidós.

Sapolsky, R. M. (2023). Determined. A science of life without free will. New York: Penguin Press.

Sedláček, T. (. (2014). Economía del bien y del mal. Búsqueda del significado económico desde Gingamesh hasta Wall Street (primera ed.). (A. García De La Sienra, Ed.) México D.F.: Fondo de Cultura económica.

Comentarios

churre ha dicho que…
Audaz señalar lo sentimental en lo que damos por sentado como el sistema que nos machaca. Al final todo es un tema de clase, de género y de contexto político. Gran blog.
Sazecry ha dicho que…
Es in-creíble notar como la presencia femenina, que es tan indispensable para el desarrollo de cada uno de nosotros y todas sus acciones para cuidarnos, pasa tan desapercibida en esta sociedad actual; y que incluso, más que omitir su labor, se empiezan a crear nuevas ideologías transgiversando sus significados reales; este es un comentario que visibiliza una estilo importante de ver la vida social; increíble

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