Hacia el Compromiso, desde la psicología. ¡Bienvenido 2019!


“¿Para qué sirve la psicología si estoy estudiando ingeniería civil? Fue lo primero que se vino a la cabeza, cuando comencé este curso, sin imaginar que las estructuras de ingeniería panópticas dependían de la personalidad…”  
Esta es la afirmación de unos de los alumnos de la Universidad Nacional de Piura (UNP), al finalizar el presente ciclo académico.  Mientras escucho, con agrado, esta afirmación imagino a la ciencia de la psicología haciendo un llamado al compromiso, quitando todo el romanticismo que le solemos dar en estas fiestas y a fin de año.  Un romanticismo barato del cual tenemos que liberarnos.  Eso es lo que estaban expresando los alumnos de la UNP. 

Si la libertad se entiende como el mundo de las relaciones interpersonales, sin coacciones, entonces tenemos que volcarnos a comprender la psicología humana desde esta perspectiva. Aún no hemos superado esta dinámica psicológica de lo panóptico.  Tenemos que volver a la afectividad, para entendernos a nosotros mismos, a través de nuestra historia personal, que transforme esta cultura de “modernidad líquida”, mezclada con toda nuestra historia socio-cultural.  Estamos en el punto que esta postmodernidad, no tiene forma.  Cambia constantemente.  Por eso, se le denomina líquida.  No nos da tiempo de adaptarnos en esta sucesión de cambios constantes.  Las patologías psicológicas se llaman depresión, ansiedad y síndrome de burnout, después que nuestros libertadores lucharon por sacarnos de ese estancamiento socio-cultural, para entrar a una era inimaginable hace pocos años.  La era de la postmodernidad, que apenas si la estamos alcanzando como nación.  ¿Qué tiene que ver la vida afectiva con todo este contexto de nuestra personalidad?

Desde hace mucho sabemos que los procesos de enamoramiento, o relaciones afectivas, son producto de elementos químicos que suceden en los algoritmos cerebrales.  Es decir, que el cerebro funciona con una serie de procesos, pasos que se suceden, para relacionarnos mutuamente.  Dependemos de esa actividad cerebral.  Por ello, en psicología trabajamos las relaciones de enamoramiento desde tres aspectos: pasión, intimidad y compromiso.  Me voy a centrar en el compromiso, porque en anteriores ocasiones ya hemos tratado la pasión e intimidad.  La psicología no entiende el compromiso, en las relaciones afectivas, como un criterio moral de tomar posición o establecer un “deber” frente a otra persona, mucho menos, con el anillo nupcial de la religión.  Esa no es tarea de la psicología.  ¿Entonces, qué significa el compromiso para la psicología? 

La psicología entiende el compromiso como una reacción química de nuestro cerebro, producida por la acción de neurotransmisores que producen efectos psicológicos: paz, relajación y seguridad.  Este proceso completa el algoritmo de placer cerebral de cualquier relación amorosa.  Es decir, que si la persona que me gusta o amo, me da la sensación de paz, relajación y seguridad, es la certeza de estar pisando tierra firme en una relación afectiva.  Cuando esto no sucede en mi interior, al mirar o estar con la persona que comparto mi vida, entonces puedo estar apasionado o vivir una experiencia de intimidad, pero no por eso tenemos una relación de pareja para dedicar a una vida juntos.  Por ello, existen algunos elementos psicológicos a tomar en cuenta, para que nuestras relaciones afectivas lleguen a un nivel de compromiso.  Es algo que podemos gestionar para tomar decisiones equilibradas en contextos como los nuestros: cultura de reciprocidad, sociedad bastarda, modernidad y “postmodernidad”.  ¿Cómo hacerlo?

La aceptación personal.  Aún somos una sociedad donde no hemos trabajado individualmente nuestra identidad nacional como “hijos de la puna”, en la cultura de la reciprocidad.  Aún no hemos superado la humillación de una sociedad de bastardos.  En nuestro interior se mueve el ansia de diferenciarnos en castas y élites, para vigilarnos y controlarnos.  No aceptamos nuestro mestizaje y mucho menos nuestro linaje indígena.  Si no trabajamos esta historia personal, es difícil pasar por un proceso de aceptación personal, requisito primordial para nuestras relaciones interpersonales y amorosas.  Aprecio mutuo, asumiendo las diferencias entre unos y otros.  Mucho más con la pareja que me gusta.  Ni moldeando a la otra persona a mi gusto, ni enfrascando mi personalidad al otro para agradarle.  Es un trabajo psicoterapéutico necesario, hoy más que nunca.  Buena comunicación, aquella que tiene expresión digital y analógica.  Lo simbólico, en nuestra comunicación, tiene una historia ancestral muy rica y variada.  Expectativas realistas, somos un pueblo que por utilizar redes sociales, no quiere decir que hemos entrado siquiera a la modernidad.  Tenemos una mezcla de todo.  Aún nuestras viviendas están diseñadas para conservar los corrales y criar a nuestros animales para el consumo de la familia.  Por eso, los muros que separan a unos grupos humanos de otros, en las grandes ciudades como Lima.  Se refleja en nuestra personalidad y las expectativas tienen que ser realistas.  Aún queremos que nos gobierne un linaje, como ejemplo los “Fujimori”, por eso, individualmente seguimos siendo corruptos.  Intereses compartidos entre uno y otro.  No puede existir relación afectiva, donde los intereses no se comparten, sólo se manipulan en beneficio unilateral, que raya con lo corrupto.  Necesitamos practicarlo en nuestras relaciones interpersonales.  Sobre todo, capacidad de hacer frente a los conflictos y seguir caminando juntos.  Es decir, tener un proceso de superar nuestros conflictos, que solo lo da el ejercicio personal, en pareja y/o comunitario, con todo lo anteriormente dicho.  Solo así, surgirá el compromiso, haciendo que las endorfinas se activen y nos den tranquilidad, paz y seguridad.  

Este es el gran reto y deseo para estas fiestas y nuevo año 2019, en gratitud a todos los alumnos que compartimos la ciencia de la psicología durante este tiempo. 
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BAUMAN, Z. (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. México D.F.: Fondo de Cultura económica.

HAN, B.-C. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder.

HARIRI, Y. N. (2018). 21 lecciones para el Siglo XXI. Lima: DEBATE.

PINKER, S. (2018). La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana. Bogotá: PAIDÓS.


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