Alucinaciones, desde la psicología de Andrés.
Alejamiento. Regreso. Viaje. Éxito. Boda. Con esas cinco palabras
construyes un argumento reafirmado la ruptura del vínculo afectivo con tu
pueblo, los tuyos y el mundo real.
Recuerdo perfectamente toda esa historia, estimado Andrés. Ha pasado exactamente un año. Aún estoy observando tu mirada fija en tu
historia personal, perdido en tus relatos.
Tus constantes movimientos sobre el mueble, en el que estás
sentado. Excitado totalmente para
saltarte de un relato a otro, sin el menor atisbo de percibir las contradicciones. Por ello, no pude dejar de sugerir, con
urgencia, visitar a un amigo mío, psiquiatra.
Así inicias un viaje, en el que todos estamos expuestos por nuestra
sociedad y cultura. Hoy más que nunca
expuestos a las alucinaciones y paranoias.
Después de un año, estamos nuevamente aquí. Uno frente al otro.
Quiero estudiar arte. Este tiempo en mi tierra me he sentido tranquilo. He pintado mucho, como el cuadro que te regalé. He salido con varios amigos y amigas. Sobre todo una de ellas. Siento que está enamorada de mí… (risas). Pero ahora estamos saliendo. Me gusta conversar con ella. Hemos visto varios atardeceres en la montaña de mi pueblo.
Mientras vas narrando esta nueva
historia, confirmo que no dejaste los medicamentos. Son tus compañeros en este largo viaje por la
vida. Además observo tu movimiento de la
mano izquierda, cuando mencionas que has “pintado mucho”. Me sorprende ese movimiento de tu mano
izquierda, como dibujando un lienzo en el aire.
Tu rostro adquiere un semblante alegre y en paz. Ahora tu mirada es de paz, expresando una
motivación madura, no reactiva. No puedo
guardar el detalle de los movimientos de tu mano izquierda, que lo consigno en
tu historia clínica, como un apasionado de la psicología y de los vínculos
asimétricos entre tú y yo, de los cuales no puedo negar que me conmueve. Por ello, pregunto sutilmente.
No me había dado cuenta que he movido la mano izquierda, para contarte de las pinturas. He practicado mucho con esa mano, como lo hicimos desde la primera sesión. Ahora es más fácil. Me gusta. Hay más facilidad para captar la imagen que quiero expresar en los trazos.
Entonces pienso en los ejercicios
de lateralidad y del trabajo que viene haciendo tu cerebro, estimado
Andrés. Lo imagino tratando de atenuar y
conversar con tus alucinaciones, para que no les tengas miedo y sean parte de
tu vida. Es aquí, donde me pregunto si
tu situación nos hace sentir anormales a nosotros, que a veces excluimos por un
diagnóstico. Nosotros también
conversamos con nuestras alucinaciones diarias, porque es tarea del cerebro
fabricarlas a diario. Sin ellas no
podríamos vivir. En el caso tuyo, como
aquellas voces que escuchas, cada vez más tenues, las puedes manejar
dialogando, el doble que nosotros.
Me acuerdo aquella vez, cuando quería entrar a una construcción diciendo que quería supervisar la obra. Cuando me pidieron autorización, mi voz interior me decía que dijera “de parte de Andrés.” Estaba muy firme hablando con el vigilante. Los obreros, al verme en esa posición se iban levantando y acercando. Y yo bien parado en mi lugar, porque quería supervisar la obra. Estaba convencido que tenía que hacerlo.
Nos reímos ambos de esta
alucinación. Tus padres llegaron a
tiempo aquella vez, para volverte a casa.
Entonces, aprovechamos la lateralidad, para hablar con esta alucinación,
en un viaje retrospectivo por el tiempo. "¿Qué le dirías ahora a ese Andrés, que estaba como un energúmeno profesional
que quería supervisar la obra?"
Que regrese y mire las montañas de mi pueblo. Aquellos atardeceres que dan paz en el interior. Le tomaría del hombro a Andrés y lo abrazaría, para llevarlo a casa. Si no me hace caso, llamaría a mis padres, para que nuevamente lo regresen a casa. Como el sol lo hace con todos nosotros, al final del día.
En ese momento, me doy cuenta que
Andrés jamás dejará el medicamento con el amigo psiquiatra. Está aprendiendo a convivir con la
vulnerabilidad de un cerebro que constantemente inventa situaciones y
relatos. Algo de lo que todos debemos
aprender, para evitar prejuicios, racismos y todas las fobias posibles a lo
extraño, a lo irreal, para dar pasos firmes en nuestra vida.
Una semana después que visite al psiquiatra, regreso de nuevo por aquí. Para ver cómo voy con la nueva dosis. Me da risa todo lo que he hecho antes. Quiero seguir pintando. Iniciaré las clases de arte. Me gusta más que la carrera que estaba estudiando.
Nos despedimos como siempre. Subes a la moto de tu hermano. Entonces pienso en los cuadros, en la
fotografías de tu pueblo. Alucino que yo
también estoy tan sano como tú. Conversando conmigo mismo, regreso a mis
apuntes y veo tu nombre, en memoria de todos: ¡Andrés!
____
DE LA FUENTE, R. (2015). Psicología Médica.
México D.F.: Fondo de cultura económica.
HAUSER, M. D. (2008). La
mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien del
mal. México D.F.: Paidós.
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