Dysphoria en modo Perú, al estilo de doña Noelia y don Pedro.

 

Yo soy fea y vieja… ¿Cómo van a andar los hombres atrás mío…

Eso dijo con mucha ternura doña Noelia.  Me miró fijamente, convencida de sus palabras.  Expresó cansancio en cada frase, por la forma que se refleja en las dos líneas entre cejas.  Sus canas son testigos de los años recorridos.  Dos hijos adultos y un matrimonio de más de 30 años.  Al respecto, don Pedro, su esposo me dijo personalmente: 

Ella (doña Noelia) me contó, en pandemia, que cuando estuvo con su hermana, años atrás, la obligaba a prostituirse con los vecinos. Porque ella es inocente, como una niña.  ¿Sabe que tiene tratamiento por la depresión?... Yo he detectado a tres: el chato, el psicópata y el negro.  Hemos ido a la casa del Chato y le he reclamado.  Nos hemos peleado…

Doña Noelia repite constantemente que don Pedro es bueno.  Dice que se preocupa de la universidad de su hija.  Hace las compras del mercado.  No les falta nada en casa para los alimentos.  Cuando llega del trabajo le pregunta si han entrado esos hombres a la casa.  Doña Noelia tiene que bajarse la ropa interior y dejarse auscultar la vagina, para que él corrobore que nadie la ha tocado.  Él le descubrió un moretón entre sus piernas, porque lo hizo al toparse con algo que no recuerda doña Noelia.  Don Pedro entró en furia y le dio un correazo en el antebrazo derecho…

Para qué le voy a mentir, yo digo la verdad.  Sí le di un correazo en el brazo, pero no muy fuerte.  Yo no he visto nunca que ha entrado hombres a la casa, para qué voy a mentir.  Mi hija ha puesto cámaras en varios sitios, para detectar.  Ella (doña Noelia) no se da cuenta de lo que sucede, porque es enferma.  Les he suplicado que no se vayan de la casa, que las quiero. Que voy a cambiar. Yo no le miento, pero es Noelia la que me dijo que esos hombres la siguen, porque su hermana la hacía prostituir antes…

Su hija corrobora la versión del invento de esa narrativa, sobre los celos enfermizos de su papá.  Ya no sabe qué hacer.  La psicóloga le ha dicho que su papá tiene que ir al psiquiatra por sus alucinaciones, pero él dice que no está loco:

Mi madre se deja llevar, no entiende lo que sucede, porque consume medicación psiquiátrica desde hace muchos años.  

Decido reunirlos en familia, en la quinta sesión, para cerrar la psicoterapia breve. Me preguntó desde el comienzo: ¿Cómo hacerlos vivir con las alucinaciones propias de los años y que tomen la medicación, para que vuelvan a ser la familia funcional? Pero ¿Qué ocurrió en esa sesión?

¡Yo te dije eso, Pedro! -dijo doña Noelia-

No miro a su hija, porque intuyo la furia que siente hacia su padre manipulando a su madre, para que afirme semejante cosa.  Miro a don Pedro, convencido de su reacción en la sesión de familia, esperando a que pronuncie su palabra, para analizar sus sentimientos. Mirándome dice su palabra:

Yo digo la verdad. Pero, usted tiene razón, doctor…

Me quedo perplejo, esperando que me diga otra de sus alucinaciones y resulte un trabajo infructuoso la psicología y el que necesite del psiquiatra sea yo. Continúa:

Ella puede imaginar esas cosas.  Yo la quiero.  ¡No he visto nada…!

Entonces pienso en su hija, que todo este tiempo los cuida y tiene que soportar las alucinaciones de ambos.  Y cuando interviene en la sesión, logro comprender toda la realidad de vínculos afectivos, emocionales que envuelven esa relación familiar:

Estoy harta, cansada, agotada y la familia piensa que soy yo la que inventa todo.  Tengo que conversar con los vecinos excusando a mi padre y a mi madre.  Yo tengo mi novio y jamás me haría esto, porque me respeta…

Tengo que ponerme de parte de doña Noelia, frente a don Pedro y la hija.  Manifestar a don Pedro que si la vuelve a agredir lo denunciaré, porque ella es mi paciente de hoy en adelante.  Reforzar con un estímulo punitivo, para cambiar la conducta violenta de don Pedro, producto de sus alucinaciones.  Tengo que ceder al deseo de doña Noelia de querer a volver a vivir con él. Don Pedro feliz. Pero tiene que firmar, emocionalmente, un contrato: ir al psiquiatra para poder vivir con las alucinaciones.  Me pongo de pie, como un sacerdote que va a proclamar los votos de un matrimonio envuelto en la virginidad de la vejez, con el eco de las palabras de don Pedro y las lágrimas de emoción de la hija ante las palabras del padre:

Gracias doctorcito.  Yo si la quiero y ya sé que es su imaginación.  En Julio voy al psiquiatra…

Se pone de pie don Pedro y doña Noelia.  Se abrazan con ternura.  La hija llora, mostrando su cansancio, como alucinada de lo que ve.  Ella abraza a su padre fuerte.  Él corresponde.  Abraza a su madre igualmente.  Y de pronto me mira, pronunciando lo que nos hizo reír a todos

He perdido mi celular hoy día…

Pienso, entre las carcajadas, !muchas sesiones por delante! en modo alucinación.

  

Archivo Personal. Visita a Puno, 2013



El título es para mostrar que en los vínculos familiares se muestra la realidad de mi país.  Tal como intenta decir Preciado, P (2022), Dysphoria Mundi, Anagrama S.A.U, Barcelona, pp. 560.

Comentarios

PLACEBO ha dicho que…
Somos seres complejos, atados a paranoias, obsesiones, etc., que adoptamos insensiblemente y se convierten en parte de nuestra escencia, mejor dicho contaminando nuestra escencia, quitandonos lo mas escencial, la felicidad.
BILLY JAVIER ha dicho que…
La complejidad de nuestra personalidad se ha ido formando a lo largo de la evolución. Hoy estamos en un contexto disfórico: Alucinante, perverso, maleable, artificial... líquido totalmente. Nunca antes, en los períodos de la evolución humana, fue tan cercana la felicidad, acogiendo lo que somos: Sapiens demens. Homo demens. Esta capacidad es la que nos conecta con lo más profundo del comos revuelto, desordenado y caotico. Por eso es bello. La felicidad es esa belleza que trae consigo la dimensión demens de nuestra evolución. Traducido: locos de nacimiento hasta el fin de nuestros días. Esa locura, expresada en la disconformidad de todo, es lo que nos hace felices, porque somos incapaces de satisfacernos con lo que ya tenemos. Si no hay problemas, los generamos para seguir sintiéndonos nosotros mismos. Gracias por tu valoración Placebo.
La complejidad de la situación de doña Noelia y don Pedro nos remite a la intrincada red de la mente humana y sus trastornos. En un contexto disfórico y alucinante, doña Noelia se enfrenta a una percepción distorsionada de sí misma, forjada por años de maltrato y depresión. La mente humana, en su naturaleza maleable y cambiante, refleja aquí una lucha constante por encontrar sentido y estabilidad en medio del caos emocional.

Don Pedro, con sus celos patológicos y alucinaciones, representa la dimensión demens de nuestra psique. Su incapacidad para distinguir la realidad de sus temores internos nos muestra cómo la mente puede volverse su propio enemigo, creando conflictos donde no los hay. En este contexto líquido y fluido, la agresión y el control son sus intentos fallidos de darle forma a su percepción distorsionada del mundo.

La felicidad, en esta narrativa, se convierte en un concepto esquivo y paradójico. Para doña Noelia, podría encontrarse en la aceptación de su vulnerabilidad y en la protección que le brinde un entorno terapéutico seguro. Para don Pedro, la felicidad podría surgir del reconocimiento de su enfermedad y el compromiso con un tratamiento que le permita navegar sus alucinaciones de manera saludable.

La intervención psicológica aquí actúa como un faro en medio del desorden, intentando guiar a esta familia hacia una funcionalidad más armoniosa. Sin embargo, la complejidad de sus vínculos afectivos y emocionales sugiere que el camino hacia la sanación será largo y lleno de desafíos. Es la capacidad de la mente para adaptarse y evolucionar, incluso en el caos, lo que eventualmente permitirá encontrar una nueva forma de equilibrio.

La situación de doña Noelia y don Pedro es un microcosmos de la condición humana: un viaje a través del desorden y el conflicto, en busca de una estabilidad que parece siempre estar un paso más allá. La felicidad, en este caso, no es un estado alcanzable sino un proceso continuo de adaptación y aceptación de nuestra propia locura innata.
BILLY JAVIER ha dicho que…
Fabiana, tienes razón. La felicidad también es un proceso de la dysphoria en la que participamos todos. Lo que aparentemente es desordenado y caótico. ¿Por qué tendría que ser de otra manera? Lo ordenado es a fuerza de contradicir el caos, intentado someterlo todo a lo que llamamos normal. Gracias por la valoración al artículo.

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