Psicología del duelo; Coronavirus y "Jueves Santo"
No es
que yo quiera
alejarme de
la vida,
sino que
tengo
que
acercarme hacia la muerte.
(Javier Heraúd)
Un sujeto, no identificado, fue
encontrado sin vida en el “Parque infantil” de Piura. A dos cuadras del monumento del Miguel Graú. En el Centro de la ciudad. El reloj marcaba las 12:30 de la madrugada,
aproximadamente. En pleno toque de
queda. La policía acordonó la zona. No se le acercaban, para respetar el protocolo
de procedimiento del #COVID-19 en Perú.
Llegaron los del Ministerio de Salud (MINSA) y se llevaron el
cuerpo. No sabemos su nombre. ¿Qué sucedió con esta persona antes de llegar
allí?
El toque de queda comienza desde
la 16:00 horas. Nadie se percató. O quizás estuvo en el parque todo el día. Es muy posible que las pocas personas que
pasaron por allí lo vieran tambalearse y se apartaran. Nadie reportó algo. A nadie la pareció extraño que un hombre se
tambalee o sude de fiebre. Ver la
palidez de su rostro, tampoco llamó la atención. Seguro ya no tenía energía ni para pedir
ayuda. A ninguna persona le llamó la
atención tal comportamiento. Es muy
posible. Es tan común en mi país, en mi
pueblo ver esas escenas. Nada tiene de
raro. Aunque son un grupo inmenso de
personas, pero las hacemos invisibles. Este hombre no necesitó de mucha
tecnología para ser invisible, poco antes de su muerte. Ya lo era desde hace mucho tiempo. Sólo se volvió visible cuando dejó de
respirar y moverse. Tirado en la Concha
Acústica. En el lugar donde se presentan
espectáculos en el parque, en condiciones normales. Lugar de fiestas, regocijo, entretenimiento,
jolgorio, distracción. Allí quiso morir,
o de casualidad. Ni aun así, pudieron
notar su presencia antes de morir. Nadie
se “puso la toalla a la cintura” para servirlo.
A nadie le importa ya esos rituales y sus significados. Es tan vacío, como los templos vacíos en
estas fechas tan memorables para los cristianos creyentes. ¿Qué dijo el MINSA, acerca de esta persona
muerta?
Falleció de Tuberculosis
(TBC). Pasó a formar parte de las
estadísticas de muerte por esta pandemia en Perú. Según la Organización Mundial de la Salud, en
el 2015 fallecieron 2500 peruanos de TBC.
Se registraron 37 mil casos ese mismo año. Cifra que bajó un poco el 2017. Igual sigue siendo alta la incidencia. El COVID-19, impidió que lo tocaran. Logró que se hiciera visible. Logró que lo
trasladaran dignamente a través del MINSA. El Coronavirus y la Concha Acústica hicieron
que todos fuéramos espectadores de aquella muerte, aún sin saber el nombre del
difunto. Todo Piura, y quizá el Perú,
estuvo pendiente de los resultados de esta persona difunta. Nadie se escandalizó del por qué había muerto
de TBC. Pareciera que sintieron algún
alivio que no fuera por el Coronavirus. Volvió
el anonimato. Se cumplió con el ritual
del “lavado de pies”, para ponerse al servicio de este difunto. Pero luego, pasó inmediatamente al anonimato. Una muerte más de otro mal. Seguimos concentrados combatiendo al virus
letal.
Ha muerto Beto, también. Un amigo de mi hermano que trabaja en la
pesca. Sigue muriendo más gente conocida
en el puerto. Nos hemos enterado que la
mayoría del terminal pesquero de Piura se ha infectado del COVID-19. En este
momento, en el Perú, más de 5 mil doscientos casos de infectados. 138 fallecidos, por el virus letal. Al parecer, en mi país, el Coronavirus está
intentando hacer competencia con la TBC,
el dengue y la anemia, para ver quién aumenta la cifra de fallecidos. La muerte es muy cercana desde hace muchas
décadas en mi entorno. Hemos aprendido a
dar la vida. Lo negamos. También nos encolerizamos. Hemos aprendido a negociar con la muerte. Lloramos y nos deprimimos, hasta el
hartazgo. Fundamentalmente, hemos
aceptado la muerte, como parte de la existencia, en nuestro país. A partir de este jueves ¿Santo?, se comienza a
desbordar el sistema sanitario. Sabemos
cómo vivir este duelo, en nuestras casas.
Hemos soportado mucha hambre porque, finalmente, la mayoría de muertes
tienen, como causa, ese denominador común.
Los muertos en mi país, gritan a voces, la causa injusta de su muerte. Por ello, la mayoría de los peruanos tienen negocios
informales, porque su amistad con la muerte es muy íntima. Eso se llama “hambre”, “miseria”. No existe registro alguno en el Gobierno que
pueda calcular estas empresas informales.
Quizá eso es lo que celebramos este jueves, cuando el líder, la
autoridad, se pone al servicio de su gente.
Sabiendo que mañana estamos camino al calvario real. Allí donde todo nos conduce inevitablemente a
la catástrofe. Mi gente, paisanos,
tierra, país lo sabe muy bien. Lo sentimos así. Nos quedaremos en casa, no como observadores pasivos,
sino totalmente activos. ¿Cómo así?
Por primera vez en la historia
del Perú, veremos rituales vacíos por alguna red social. Como lo que son: espectáculos. Además, contemplaremos a nuestros muertos, por el
denominador común, que tendrán un nombre.
Un solo nombre y una sola tumba.
Sentiremos la amenaza de otras personas vivas, unidas en la Confederación
Nacional de Instituciones Privadas, (CONFIEP), que incitan al gobierno para que
les ayude a realizar despidos masivos de sus empresas. Otra competencia para el Coronavirus, TBC, dengue y anemia. Finalmente, ellas son también personas, jurídicas,
que claman por la “vida eterna” a costa de tantas muertes de personas,
naturales, como tú y yo.
Ahora sí, tiene sentido el cuerpo
muerto en la Concha Acústica. Llevado
con solemnidad por el MINSA, sin haber sido tocado por nadie que no sea la
autoridad. Televisado. Comunicado en todos los medios. Observado por miles de piuranos. Ese ritual de “lavado de pies”, celebramos
hoy. Y me pregunto, si esa persona
anónima muerta va a resucitar junto a los miles que el coronavirus, dengue, TBC
y anemia, nos están revelando hoy. #YoMeQuedoEnCasa
Comentarios
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