Bicentenario: Ética, indicador de salud psicológica.
Escribo desde Piura (norte de
Perú). Tengo que reconocer el lugar de
procedencia, para explicar el contexto socio-histórico de la herencia que
poseo y se pueda comprender la psicología de esta parte de mi patria. Aquí las relaciones de patronazgo son muy
evidentes, con el racismo, basados en las relaciones interpersonales en el ejercicio del poder. ¿Qué significa
esto? Es muy simple. Patrón no solo es
el de los campos, sino todo el que cumpla un cargo público. Se le observa cuando habla, pero no se le
hace caso. Al “patrón” (Gobernador,
Alcalde, Regidor, Gerente, Jefe, etc.) se le mira con desconfianza. Sus órdenes, son acatadas aparentemente. Un “sí”, que significa “no”. Pero jamás, se le enfrenta directamente con negatividad, porque se puede terminar en la “guillotina”. Nos cuesta protestar frente a la autoridad,
porque la ciudadanía no la consideramos un derecho, sino un favor. Esta psicología corrupta de organizarnos, nos
hace ser poco reactivos ante situaciones adversas, debido a estas relaciones
interpersonales de falla de origen, de tantos siglos entrenados en tal
sentido. El Bicentenario nos los recordará hasta el cansancio. Nos identificamos con el “vivo”. Esta expresión es la psicología del que le
saca la vuelta a las leyes, normas o cualquier procedimiento formal: se evade
impuestos; pide coima; prefiere tener el dinero en la mano que en un banco;
traiciona a los amigos cuando levantan su voz; mira por los suyos y no por el
vecino; Invade tierras y se venden como
si fueran dueños. Toda esa es mi
herencia. ¿En qué momento se une la
ética a esta Psicología de la corrupción?
El bicentenario que celebra mi
Patria, está condicionado por la mente delincuente que heredo. Por ejemplo, heredé el engaño de un
procedimiento denominado las “Gracias al sacar”. Consistía en que por ser hijo bastardo, se
tramitaba una carta al Rey, para que adopte al suscrito y pueda acceder a estudiar
Derecho, Medicina o ser Sacerdote.
Además, de ocupar algún cargo público.
Ganarse el respeto del resto de la sociedad, pero de “segunda clase”. Por otro lado, tenía que bautizarse en la
Iglesia Católica, de lo contrario sería denominado “moro”. Algo así como endemoniado. En América el término “moro”, se utilizó para
despreciar y marginar socialmente, hasta hace 50 años atrás. Esta psicología del desprecio está en el
inconsciente colectivo y se expresa de mil maneras. Las relaciones de poder se manifestaban en
Amo-Esclavo, Patrón-peón. Algo que se
superó un poco en la Reforma Agraria, pero que subsiste en las relaciones de
contratos domésticos y en las relaciones interpersonales del campo y la ciudad. Soy heredero de esta psicología corrupta,
delincuente, ante el bicentenario que se avecina.
¿Qué consecuencias psicológicas ha traído consigo, esta herencia mental?
Recordemos que la ética se
analiza y experimenta en el mundo de las relaciones, no en las normas. Son dos cosas diferentes. La ética se materializa en las normas, para
una mejor convivencia (relaciones), pero la ética no es la norma en sí, sino la
experiencia de relacionarnos unos y otros.
Por eso, la ética se razona al máximo.
No es punitiva. Es decir no
castiga o sanciona. Una ética que
sanciona deja de ser ética, porque aplica un castigo punitivo, psicología
corrupta, para condicionar un comportamiento frente a otro. De eso se encarga el Derecho, basado en sus
normas. La ética ayuda a razonar lo que
está bien o mal en las relaciones interpersonales. Por ello, utiliza la psicología, para razonar. Pero no puede castigar, porque invade un
espacio que no es suyo. Un comité de
ética que sanciona es un chiste de caricatura psicológica basado en emociones psicopatológicas de venganza. Es decir una burla, basada en la psicología
del “vivo”, en expresión de la psicología coloquial. Por ejemplo, podemos decir que éticamente es
reprobable que un jefe golpee a su empleado. Pero jamás, podrá enviarlo a la
cárcel o sancionar al expulsar jefe de su trabajo.
De eso se encarga las normas laborales del Derecho Civil. En ese razonamiento ético, pueden nacer
nuevas normas para el Derecho, para evitar conductas de ese tipo. Esa es la gran ayuda de la ética en el mundo
de las relaciones interpersonales, basados en una psicología saludable. ¿Cómo
ayuda la psicología para un mejor comportamiento ético? La respuesta la tenemos
en las experiencias de convivencia ciudadana, en la cotidianidad.
En las relaciones de compadrazgo
o padrinazgo. Se rompe el esquema de
patrón-peón, para ponernos en condiciones iguales frente a cualquier
situación. Relaciones impregnadas de la
psicología de las emociones y sentimientos, familiares por extensión, más allá
de lo consanguíneo. El ejercicio del
poder, es decir de autoridad sobre otros, se da de forma circular. Es rotativa, de acuerdo a la circunstancia. En ese contexto, se pide consejo u
orientación en la toma de decisiones. Muchas de las relaciones éticas a este
nivel, se basan en la psicología de la empatía.
Duele cuando le hacen algo horrible a la familia o los más cercanos del
padrino, madrina. Duele menos, cuando
están fuera de ese entorno. Es una
herencia socio-cultural, que está directamente relacionada con el nivel de la
salud mental de mi Piura amada.
Aprovechar esta psicología es nuestro objetivo, para mejorar nuestra
convivencia ciudadana. Pasar del nivel
de la empatía al razonamiento, es una tarea pendiente en todos los
ámbitos. Entonces la psicología ayuda a la ética a tener los sentimientos de desprecio y rechazo ante lo que está mal en nuestras relaciones. También, al sentimiento de desear lo que está bien. En ambos sentimientos, y emociones, necesitan de un constante ejercicio psíquico que mejore nuestras relaciones interpersonales, a través del carácter individual. ¿Por qué tendríamos que pasar de la empatía a
la psicología de la razón, en la dimensión ética?
Porque al ejercitar la razón, la
lógica, ejercemos la psicología del autocontrol. La solidaridad, que tanta falta hace, tendría
que verse en el ámbito más allá de los nuestros. Las relaciones interpersonales, basadas en
patronazgos o esclavitudes modernas, se cuestionarían. Dejaríamos espacio para que el Derecho actúe
libre del tabú de la psicología del “vivo”, que se lanza a cualquier cargo público
o jefatura para sacar la vuelta a ley. La violencia está directamente relacionada al
poco ejercicio psicológico del razonamiento.
Este 26 de enero de 2020, tenemos
la gran oportunidad en Piura, y en cualquier parte del Perú, que no vuelvan a
ganar los partidos mafiosos, que por nuestra herencia psicológica del
bicentenario, los tenemos vigentes aún. Esa
sería la gran fiesta que esperamos todos.
Necesitamos desterrar esos partidos, para quitar de nuestras mentes a
las autoridades criminales, ladrones, abusadores, explotadores, que perturban
nuestra mentalidad y comportamiento. Iniciar un proceso de desarrollo de
nuestra región y del Perú. Les presento
en la foto los símbolos de los partidos por los que no “debemos” (ética) votar
y otros más, como CONTIGO, el partido en cuyo origen está el corrupto PPK. Así como el Morado, de Julio Guzmán por todo lo mencionado. Nos ayudará mucho a nuestra salud mental y
psicológica. La psicología piurana tiene
que ayudarnos a decir que estamos hartos, furiosos, encolerizados por el mal
que padecemos de nuestros líderes actuales. Demostrada en los últimos 20 días sin agua en la ciudad. Así como, apasionarnos por lo que hacemos bien: nuestra indiscutible
hospitalidad, ética del cuidar, que tenemos que ejercerla desde la razón, para todo el mundo. ¿Seguimos razonando en esta dirección
y lo expresamos en las urnas electorales? Espero que sí.
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Partidos por los que no hay que votar este 26 de enero de 2020 |
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* Texto de una conversación sostenida con la Lic. Julia Espinoza, después de ver la película rusa de Aleksandr Bogulavsky, con la música de fondo de Ryan Otter.
CAMPS, V. (2011). El gobierno de las emociones.
Barcelona: Herder.
HAUSER, M. D. (2008). La mente moral. Cómo la
naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y el mal. MéxIco D.F.:
Paidós.
PINKER, S. (2015). Los ángeles que llevamos dentro.
El declive de la violencia y sus implicancias. Barcelona: Paidós.
TORRALBA I ROSELLÓ, F. (2006). Ética del cuidar.
Fundamentos, contextos y problemas. Madrid: Fundación Mapfre - Insittut
Borja de BIoética.
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