Psicología del pensamiento comunitario. ¡Para Luis!
Para enterarnos que la conciencia
siempre nos remite a los otros. No
existe conciencia individual sin estar frente a los otros. La individualidad es una falacia creada que
no es acorde, en la forma como funciona nuestro cerebro. De tal manera, que si no hay alguien alrededor,
y desea saber que está vivo, no hace falta pellizcarse. El cerebro inventa a los otros, en tu memoria
y emociones de tu cuerpo, para tomar conciencia en base a re-conocer al otro u
otros, para certificar la vida y existencia personal. Sin los otros no hay conciencia. En la vida práctica es reconocer que el ser
humano es vulnerable, indigente. Como
tal, nos necesitamos. No estamos en
competencia de pensamientos, sino en armonía para frenar la ola de soledades
que nos lleva a que perdamos cualquier lucha.
La diversidad, resumida en los “otros”,
nos confirma nuestra vitalidad y conciencia.
En el gozo de descubrirnos en
red, ejercicio de pensar cara a cara, emerge una sentencia que no podemos
evadir: la cultura del feminismo. La
mayoría somos varones. Solo hay una
mujer en esta tarea sistemática que nos hemos propuesto. Es la realidad. Es lo objetivo. Reafirmamos que las mujeres han tenido un
protagonismo de ejercicio del pensamiento inigualable, a través de la historia
del pensamiento: Hipo, Aristoclea, Cleobulina, Aspasia, Milesia, Diotima,
Pánfila, Beronice, Clea, Eurídice, Julia Domna, Miro, Sosipatra, Antusa, Aganice,
Eudocia, Ana Comnena, Santa Catalina… Ellas formaron el cuerpo de pensamiento
base, de la cual hemos bebido y de la que muchos varones robaron su autoría, en
una deshonestidad intelectual jamás reconocida en la historia. Los nombres nuevos de ellas, continúan en
este armazón del pensamiento que necesitamos con urgencia. El feminismo no puede caer en el machismo
perverso, del cual se aprovecha el capitalismo nefasto, para hacernos creer en
fantasmas buenos y malos. Es malo el que
no consume y es bueno el que hace lo contrario.
Las ideas, el pensamiento se ha convertido en una herramienta
capitalista inducida a la competencia, para acentuar las diferencias. Allí está el feminismo para frenarlo y
doblegarlo, sin maquillaje y a pecho suelto.
Pero aquí, en este lugar de todos los jueves, sólo hay una mujer, frente
a nuestra manera de realizar el ejercicio de pensar. ¿Eso significa que el pensamiento de ella no
es válido en medio de la mayoría varones?
Significa que varones y mujeres
nos sostenemos mutuamente. Que tanto
ellos como ella, somos un cuerpo, sin denominaciones. ¿Por qué? Por la sencilla razón, que nos contenemos
unos y otras. Todos partimos del X, del
cual la biología nos ha gritado a voces y que la hemos ahogado para que no
perturbe la producción del pensamiento individual, capitalista, ortodoxo y
opresivo. Allí está el X cromosómico,
diciendo que sus combinaciones son infinitas, como infinita es la psicología de
cada ser: XX, XY, XO, XXY… ¡y así somos humanidad! La diversidad, en el
ejercicio de pensar rostro a rostro, cerebros en red, desde algoritmos capaces
de poder con-jugar esta diversidad, subvierte el orden del pensamiento
normativo dual, dicotómico, que encarcela y compite, hasta quemarnos en el
trabajo diario (síndrome de burnout), como esclavos de un sistema que humilla a
la humanidad, hasta después de su propia muerte. ¿Qué repercusiones tiene para
la vida diaria esta primera conclusión?
Nadie aspira a ser mujer ni
varón. Somos lo que somos. No somos enemigos entre sí. Matarnos unos y otras, a través de roles,
trabajos, autorías no es nuestra naturaleza.
Las normas y reglas, basadas en dicotomías son un absurdo con el
pensamiento y ejercicio cerebral.
Funcionamos en red. Nos movemos
en red. La conciencia está situada en el
re-conocimiento de los otros, en condiciones horizontales o circulares. Esta humanidad necesita recuperar el rostro a
rostro del pensamiento, donde nuestro sistema cerebral pueda potenciar la
capacidad de hacer frente a un proceso evolutivo comunitario, frente a un falso
individualismo que nos está llevando al final de la humanidad, intentando
quitar la matriz X, como la mejor marca que nos contiene.
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