Tabú, Corrupción y Psicología
Siento presión, esfuerzo, tensión
y pulsiones que aumentan cuando se dirigen a mí para decirme: “estudia para que
seas alguien en la vida”. Así lo has
hecho Teresa y Víctor. Como un martillo
mecánico, golpeando una y otra vez sobre mi cerebro, que se repite por todos
lados en boca de mis referentes. Padres,
vecinos, profesores, amigos, amigas y un sinfín de personajes vinculados
afectiva y emocionalmente, a lo largo de la vida. Por
supuesto, que intentan motivar para luchar en un contexto social donde el campo
de batalla está repleto entre los que son nadie y lo que son alguien. El que pierde esta batalla es el don
nadie. Por muchos estudios que realice
en mi existencia seré “ninguneado” o me convertiré en un funcionario entrenado,
para repetir lo mismo a las próximas generaciones. ¿Será por eso la compulsión de mostrar en el
facebook lo mejor de mi apariencia?
Siendo sinceros, Teresa y Victor,
el tabú, lo prohibido, que no se puede hablar y ni si quiera pensarlo, ejerce
la misma función que las frases psicosociales, que aparentemente nos debería
motivar. Para ti, Teresa, ser alguien en
la vida está asociado al hecho de ser madre, para “completar tu ser mujer”. ¿Será por eso que se elogia tanto la
maternidad a la mujer y no al varón? Y
si esa mujer-madre estudia, mucho mejor.
Y si vive con el marido, excelente.
Porque ya no solo es una mujer, sino que también es madre y “verdadera
dama”. Eso es ser “alguien en la vida”. Aunque tu condición de viuda, haya marcado el
fin de una de tus tareas estresantes que siempre has desafiado.
Victor, como varón, tienes que
lograr tener a la mujer-madre-profesional, con una sonrisa para el facebook social. Esta batalla, en contextos donde la velocidad
es más importante que la duración, la maternidad, ejercida por ambos, se
convierte en un tabú para no ser expresada negativamente. El no tener hijos no fue una opción para
ustedes, como lo es para mí hoy. He ahí
el tabú, para quienes en un proceso de indefensión han aprendido a no asumir la
frustración de hablar de su “arrepentimiento”, como un sentimiento del cual no se
pueden pronunciar públicamente. Solo
pensar en la fantasía cognitiva, de imaginar constantemente la vida sin hijos y
sin pareja, en contextos como los que vivimos.
Te sientes culpable, con el solo hecho de pensarlo e imaginarlo. Esto completa el ciclo de la indefensión en
esta batalla de la vida. Porque lo común
en nuestra vida es ser conscientes del conflicto entre una reacción automática
y la intención de controlar. Cuando ya
no se puede controlar, todo es en automático: los hijos, la pareja, el hogar,
los estudios asociados al honor social.
El fracaso, en esas esferas, se convierten en eternos comienzos, creando
un ciclo vicioso conductual y cognitivo que toma la forma líquida de nuestras
existencias. Lo que no tiene forma y no
se puede aprehender.
Cuando te pienso Víctor, siempre
es una lucha permanente. Las presiones
de los hijos e hijas, hacen de tu vida una constante ansiedad entre tu forma mental
del interés personal y el mantenimiento de normas. El primero, que busca ser un buen padre,
varón, profesional y “dador” de vida, para mantener el diseño social en el que
fuiste entrenado. Por otro lado, las
normas convencionales de lo que implica lo anterior: matrimonio y proveedor
tanto de la familia como para la sociedad.
Jamás podrías salir de esos
esquemas, en aras de contribuir a pensar por encima de las convenciones. Pasa a un segundo plano. Quizá por eso entiendo a mi pueblo cuando no
quiere luchar contra la corrupción enquistada en el poder político.
Cuando los miro a los ojos,
Teresa y Víctor, no puedo dejar de leer el desafío del descarte por lo
vivido. De volver a soñar con ustedes su
soltería. Reinventar la vida, para
ejercer otras formas de hacer posible nuestro derecho por dar vida. Porque finalmente, la liberación de frases
opresoras, que martillaron sus existencias, no puede permanecer más en nuestro
status quo, de un nivel del desarrollo pre-convencional, donde la moral
infantil campea en todos los contextos.
Pensar en no hacer algo, porque viene una acción punitiva. No saltarse la norma, porque el fundamento
que lo sustenta no es importante, sino el castigo que se te impone. O te ganas el cielo o el infierno con tus
actos, basados en una religiosidad funcional, pensamiento moral infantil. Pensamiento, que hasta el hartazgo la psicología lo ha demostrado, solo
existe en los niños y en la mente adulta de delincuentes. Tan
cierto como el “estudia para que seas alguien en la vida”. Y es que la adultez, querida Teresa y Víctor,
no se logra en esos esquemas mentales, sino en superar los límites para los que
aparentemente estamos hechos y que no se nos permite soñar: La libertad de
optar, sin estereotipos marcados por un sistema que nos hunde en el
ninguneo. ¿No es esto lo que la vida de
ustedes significa para muchos y muchas?
Por eso, tu viudez, Teresa, tiene todo el sentido del mundo, sin
presiones de ningún tipo. Donde tu
palabra puede ser manifestada públicamente sin miedos y tus fantasías de ser
mujer, expresadas sin el falso pudor de la religión o la sociedad. Entonces, tiene sentido tu ausencia Víctor,
porque con ello manifiestas el límite de la presencia del varón para seguir
protegiendo o sosteniendo, como valores caducos de una sociedad que te llevó al
límite de la ansiedad y el estrés, hasta desvencijarte. Cuando te pienso Víctor, te veo como madre y
tu eterna lucha por intentar complacer a la sociedad en tu rol paterno,
inexistente. Tu maternidad llevada al
extremo de mi corazón, en tu condición de varón. ¿A eso te referías con ser “guerrilleros”?
Hoy, es un llamado urgente, a pensar un país desde la mentalidad post
convencional con urgencia. A pensar un
país desde la maternidad, sin miedos a no disociar el cuerpo de las emociones. Parir algo nuevo desde nuestras opciones
personales y sociales. Traernos abajo,
aquellos condicionamientos sociales que nos ningunean con la corrupción socio-política del ninguneo. ¿Eso quieres decir papá con tu
ausencia y tú, mamá, con tu viudez?
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BAUMAN, Z. (2006). Vida Líquida. Barcelona:
Paidós.
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