Psicología del placer sexual
Estoy mirando la escena en mi
recuerdo, cuando me cuentas sobre la anécdota aquella de tu hijo de cuatro
añitos, mientras preparas una ensalada para almorzar. Estas de pie.
Tu marido te observa a una distancia corta:
Estaba mezclando las verduras. Mi pequeño viene, se abraza fuerte a mi pierna derecha. Le acaricio la cabeza, con mucha ternura. De pronto, siento que comienza hacer movimientos con su cadera. ¡Se estaba frotando en mi pierna! Miré a mi esposo y él entendió lo que quería explicarle. Separé a mi hijo, con cuidado, y mi esposo lo distrajo con una pelota. Comenzaron a patear la pelota distanciados. Pateando la pelota de un lado a otro.
Entonces imagino a tu pequeño,
experimentado cariño y ternura, mientras te abraza. Te siente gigante frente a él. Al mismo tiempo, abraza tu pierna con mucha
pasión y ternura. Siente un profundo
afecto dentro de él. Se emociona y
comienza a experimentar el placer inmenso que nos produce las personas que
amamos. Propio de la reacción de cualquier
ser humano. Se excita y las conexiones
neuronales se activan de igual forma como cuando se tocaba los genitales cuando
estaba en el útero y cuando salió de él, se pasaba mucho tiempo realizando esa conducta. Jugando con sus genitales solo. A ti te
inquietaba un poco.
Entonces me pregunto ¿Qué hubiera
pasado si no hubiera sido tu hijo sino tu hijita, la que hubiera hecho ese
gesto? ¿Te hubieras dado cuenta? La
respuesta es NO. Porque sus genitales
son internos y no se siente. Tu hijita
se hubiera quedado prendada de tu cariño y el papá también la hubiera
arrebatado de tu lado, para sentirse abrazado por ella. No la hubiera distanciado. Porque, es bello sentir tanta ternura y
cariño. Tu hijita, hubiera terminado el
recorrido neuronal del placer y cariño juntos.
Como suele suceder. Por eso, el
prejuicio: “las niñas son más cariñosas”.
Tu hijito varón, como yo que
escribo estas líneas, interrumpió ese proceso que para las niñas es tan normal. Separó el afecto y cariño del placer que
produce la genitalidad. Las conexiones
cerebrales, no completan el circuito y aprenden a interrumpir la intensidad del
cariño y afecto del placer que produce el sexo.
Entonces, comienzo a entender por qué puedo hacer el amor, sin
enamorarme, como todo varón. Entiendo
por qué me siento tan incómodo, cuando alguien demuestra excesivo amor, cariño
y afecto hacia mí y me incomoda, porque pierdo el control. Me asusta, porque mi cerebro se desconecta o
perturba de una operación neuronal no culminada del placer, interrumpida desde
siempre. Tiendo a asfixiarme del afecto
y ternura, porque no sé cómo responder.
Prefiero la lejanía a toda relación intensa. La cercanía
solo para el sexo, por el puro placer de explotar, sin ninguna emoción de
afecto y ternura.
En ese sentido, tengo que re-aprender
esa conexión sin miedo a perder el control, para experimentar el inmenso placer
de unir el afecto, cariño y ternura al sexo intenso. De lo contrario seguiré en la
disfuncionalidad de sentir el vacío afectivo, sin saber por qué no me siento
muy amado o la inseguridad de no quedarme con la persona con la que experimento
reciprocidad amorosa, porque me asfixia su cariño.
__
HITE, S. (2004)). Informe sobre la familia. Paidós: México.
MASTER, William H. y JOHNSON, Virginia E. (1978). El vínculo del
placer; un Nuevo enfoque del compromiso sexual. Barcelona: Grijalbo.
REINISCH, June – BEASLEY, Ruth. (1992). Nuevo Informe Kinsey sobre
sexo. Barcelona: Paidós.
Comentarios