Estimada “Mujer Amada” (Wikipedia.org,
2017),
no podía pasar inadvertido de este gran acontecimiento de tu vida, desde que
nos conocimos, en una relación terapéutica.
Ha pasado un poco más de dos años.
¿Lo recuerdas?
En la primera sesión, por una
situación de rapport, que nosotros los psicoterapeutas podemos intuir, me di
cuenta que llegabas en una etapa de descanso en tu vida. Aquel momento de tu historia, en que la
sociedad te obliga a ocuparte de tu propio cuerpo como centro de diversas
expectativas (FERICGLA,
2002, pág. 29). Desde la gestión de tu cuerpo, querías
abrazar a los tuyos, constantemente, pero también abrazarte a ti misma. Esa fue la tarea que iniciaste desde hace una
década atrás. Esta primera etapa, del
programa que llevamos a cabo, fue grandiosa.
Me enseñaste, “Mujer Amada”, a reírnos de tu historia: niñez,
adolescencia, madurez y tu estado actual.
Aquellas anécdotas, de las que guardabas tus recuerdos con mucha energía
y pasión. Fuerza, que la sacabas desde
lo más hondo de ti. Frustraciones y
grandes retos que te imponías por salir adelante. Iluminaban tu mirada y nos reíamos juntos. Estas primeras sesiones, fueron,
emocionalmente deslumbrante para ambos.
Tu esposo, siempre te esperaba afuera del consultorio.

Pudimos entrar en un proceso de
terapia de aceptación y compromiso.
Aquellas mañanas, cuando nos tomaba tiempo, en irnos alejando de
aquellos pensamientos y recuerdos inútiles, que como martillo volvían, una y
otra vez. Los lugares, el hogar de
antaño, los éxitos laborales no disfrutados.
Me hiciste conocer aquel pueblo, hasta con el más mínimo detalle. Unos momentos de desactivación. En esa fase de la terapia que entraste, dejaste libremente lugar a tus
sentimientos. A lo que habías llegado en
esta etapa de tu vida. Recuerdo, con
mucho gozo, las cartas que escribiste a cada uno de los tuyos. Los abrazos que diste y te dieron, cada uno
de ellos. Las emociones vividas y que
nos reíamos, en la psicoterapia, sin importarnos mostrar nuestros dientes
separados ni que el resto de personas nos oyera, tras la puerta del
consultorio. Aquellos momentos bellos,
que la psicoterapia graba en nuestro corazón.
No solo mostrabas toda tu belleza, sino también la fuerza de tu
feminidad. Finalmente, en esta etapa, te
ocupaste del compromiso con tu historia actual.
Tu actitud fue receptiva y de curiosidad indescriptible. Los tejidos que hiciste en tus momentos de
ocio, durante gran parte de tu vida. Las
fotografías de tu lugar de trabajo. La música
que te gustaba. La que comenzaste a
escuchar, otra vez. Desactivación,
aceptación y contactar con el momento presente
(KASHADAN,
Todd B. - CIARROCHI, Joseph, 2014, pág. 13). Así, podríamos sintetizar esta segunda etapa.

Tu personalidad nos obligaba a
entrar a una nueva etapa de tu historia, con firmeza y ferocidad, como dice el
dramaturgo español Boadella
(ALEIXANDRE, 2007, pág. 63). Fue un momento que se extendió hasta el
final. Lo hiciste con mucho gozo. Cada uno de tus hijos, fue una historia de
victorias. Engrandecían tu alma. Ni las batallas de la diabetes, pudieron
opacar el gozo de tu familia. Ni los
problemas comunes de sus relaciones, hicieron que desmayaras en el propósito de
tu felicidad y el sentido de tu vida.
Cada problema de familia, se convirtió en una conexión con tu historia
personal. Aquellas experiencias donde
solo escuchabas e intentabas ser amable con todos. Un ejercicio que nos hacia matar de la risa,
en las sesiones. La entrega que se
manifestó en estar dispuesta a los tuyos.
Las largas conversaciones, entre tú y tu pareja, nietos e hijos. Las nuevas relaciones con los tuyos, a partir
de aquellas cartas. El sentido que
encontraste a tu cuerpo, cuando no te importó caminar con un pie, porque hasta
eso había resultado relativo, cuando el gozo del amor de los tuyos, sobrepasó
el umbral de tus miedos y desafíos.
Hasta llegaste a cantar, la canción que te gustaba, sin ahorrarte el “roche”
de ser escuchada. Así fuiste “Mujer
Amada”. Esa experiencia de bienestar
(SELIGMAN,
2011, pág. 40),
es el resumen final, de todos los encuentros terapéuticos que hemos disfrutado,
hasta el final de tu vida. ¿Te acuerdas
del encuentro final, cuando solicitaste la última sesión, para despedirnos?
Hiciste una donación para los damnificados.
Con ese ritual, quisiste donar tu vida, con júbilo y satisfacción, de lo
que significó toda tu existencia. Por
ello, tu nombre fue “Mujer bella”, como las grandes de la historia. El contacto
y caricias a tu cuerpo, por parte de tus hijos, fue el ritual bello con que te
despediste. Hasta pronto, con la gratitud de toda una vida.
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ALEIXANDRE, D. (2007). Las puertas de la tarde.
Envejecer con esplendor. Santander: Sal Terrae.
FERICGLA, J. M. (2002). ENVEJECER, una antropología de la ancianidad.
Barcelona: Herder.
KASHADAN, Todd B. - CIARROCHI, Joseph. (2014). Mindfulness, aceptación
y psicología. . Barcelona: Obelisco.
SELIGMAN, M. E. (2011). La Vida que florece. Barcelona: Ediciones
B.
Wikipedia.org. (24 de abril de 2017). wikipedia.org. Obtenido de
wikipedia.org: https://es.wikipedia.org/wiki/Elena_(nombre)
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