Psicología del cuerpo. Gestionar la vida y la muerte.
Cierro mis ojos, para dormir un
rato, mientras los brazos me duelen por la posición donde pasa el corticoide y
el hierro. Mi cuerpo está poroso y
pinchado. Respira junto a mis compañeros
de sufrimiento. ¿Acaso no es mejor
calidad de vida lo que están reclamando otros cuerpos en América del Sur? Veo la solidaridad de todo un equipo sanitario que sale
en nuestra ayuda. Todos hacen lo posible
para resistir a la batalla contra quienes inventaron leyes para oprimir
nuestros cuerpos. Exprimirlos. Matarlos poco a poco, de tal manera que les
permita vivir privilegiadamente a ese pequeño grupo de personas. No son los diagnósticos congénitos o
heredados, los que nos hacen sufrir, en esta habitación de observación. El personal sanitario lo sabe. El cuerpo comienza a sentir esperanza. ¿Esperanza, de qué?
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Arnau Tovar "El regalo". |
Soy del pequeño grupo de privilegiados
(35% aproximadamente) en mi país, que cuenta con el Seguro social de Salud
(ESSALUD). No encuentran mis huellas
dactilares. Mareos al caminar. Cansancio.
El cuerpo pesa más de lo normal.
Dolor de cabeza en la parte occipital del cerebro. Directamente a emergencia del hospital del
seguro Social. Tres de hemoglobina. Inmediata transfusión sanguínea. La única vez que el cuerpo puede soportar el
mismo tipo de sangre. No se logra
mucho. Se intenta más transfusión, pero
imposible. El problema es
congénito. El propio cuerpo produce los
glóbulos rojos, que dan la vida, pero también produce otros glóbulos para
destruirlos de manera inmediata.
Enfermedad rara. Exámenes de
laboratorio. Constantes pinchazos, para
ir midiendo la hemoglobina, que sube muy poco.
Necesidad de confirmar diagnóstico.
Se confirma otro síndrome hereditario: Rendu Weber Osler. Entonces, el personal de salud se esmera en
cuidados. Trasladan mi cuerpo a
observación, junto a otros cuatro cuerpos, con otros diagnósticos: don Felix,
Jorge y Gilberto serán mis compañeros en la vulnerabilidad. Tenemos un baño, totalmente revolucionario: para hombres y mujeres. Sólo en la
vulnerabilidad, mi cuerpo comienza a entender que el enfoque de género es
necesario para una mejor convivencia, sin privilegio alguno. Es un baño común para los
cuerpos observados y para los que llegan constantemente a emergencia. El personal de limpieza, constantemente lo
está limpiando. Mi cuerpo comienza a
entender el sentido de pueblo solidario.
Siente paz interna. Como si
siempre hubiera buscado sentirse protegido de esa manera. ¿Dónde van los otros 65% de peruanos y
peruanas en mi situación?
En esa habitación, junto a mis
compatriotas vulnerables, junto a mi pueblo, puedo percatarme que sólo 1.5
millones, aproximadamente, están asegurados en empresas prestadoras de salud (EPS)
como Rímac, Pacífico, Mapfre, entre otros.
Somos más 31 millones de habitantes.
¿El resto de personas dónde se atiende? Lógicamente en el seguro
integral de Salud (SIS), hospitales y postas a cargo directamente del
Estado. Éste es mi pueblo. Ésta es mi
sangre vulnerable.
En 1993, época de la dictadura de
Alberto Fujimori, se aprobó la nueva ley de salud, que favorecía, en todas sus
letras, a ese pequeño grupo de personas afiliadas a las EPS. En buena cuenta son las clínicas privadas,
multiplicadas a cientos por todo el Perú.
Allí hay habitaciones privadas, con todos los servicios
personalizados. Excepto especialistas,
que se reparten en los tres niveles: Essalud, SIS y EPS. Son
establecimientos con muchas carencias, para quienes no pueden pagar una prima
alta que cubra todas las necesidades de tratamiento. ¿Por qué?
Porque, si necesitan cirugías más complejas, y no tienen cómo pagarlos,
son derivados a Essalud, donde se cuenta con todo lo necesario, o a los
hospitales del Estado. ¡Qué el Estado cargue con esos cuerpos
vulnerables! Entonces el cuerpo siente
el desprecio y la inequidad. Siente que está luchando en Bolivia, Argentina,
Ecuador y Chile. ¿Por qué?
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primeras letras de Arnau |
Porque, en medio de esa locura vulnerable
del cuerpo, nace profundamente la convicción de ser privilegiados al haber
ganado la lotería de haber nacido, contra todo pronóstico. Así es la biología
humana. Tengo la capacidad de gestionar
esta vida, con mis compañeros de ruta.
También tengo la capacidad de gestionar mi muerte. Entonces, comprendo a mi pueblo saliendo a
las calles de Bolivia para hacer respetar su voto y buscar mejores
gobernantes. Porque la muerte también es
parte de nuestra gestión solidaria junto a mi pueblo. Entonces, me veo en Chile saliendo a la calle
con cacerolas, al lado de muchas personas, a la hora del toque de queda
impuesto por el Gobierno, para arrancarnos la vida. Pero no saben, que nuestros cuerpos están
gestionando su muerte también, como una posibilidad de esperanza. Miro a los Salasaka, y tantos otros
ecuatorianos que conocí mientras me acogieron en esa tierra bella, mirando
firme en las calles, para reivindicar el valor de nuestros cuerpos. Observo mi cuerpo en Argentina, haciendo retroceder a su Presidente. Me descubro entre los fiscales de mi país,
reclamando justicia, ante los asesinos, gobernantes ladrones de nuestra
historia democrática. Uno por uno
cayendo en la corrupción de sus cuerpos.
Masacrados por su indolencia contra mi pueblo, que está en la habitación
de observación clínica. Allí estoy con don Felix, Jorge y Gilberto. ¡Puedo gestionar
mi vida y mi muerte, pueblo mío! Siento el brazo de Javier Heraud, alzando la
bandera de la paz, mientras le acribillan a balazos, porque yo también Soy Río. Soy Cuerpo.
Soy sangre. ¡Soy Latinoamérica!
CARBAJAL PÉREZ, L. (2011). Del organismo al cuerpo.
Gestalt corporal. Barcelona: comanegra.
CORCUERA, J. (Dirección). (2019). El viaje de
Javier Heraud [Película].
DAWKINS, R. (2014). El espejismo de Dios.
Barcelona: Booket.
QUIROZ, A. W. (2016). Historia de la corrupción en
el Perú. Lima: IEP-idl.
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