Psicología, desde la base epistemológica del amor. ¿Intrusismo?

Es el momento en que la entrevista, televisada, tienes que responder sobre el intrusismo en la psicología.  El periodista, pone énfasis en las llamadas constelaciones, meditación tipo yoga entre otras.  Espera con rigor tu respuesta.  Estoy observando en la pantalla chica, que está al costado del estudio, con mucha atención tu respuesta.  Pienso, en ese preciso momento, de todo lo que hemos conversado desde que nos convocaste a participar contigo en este proceso electoral.

Comienzas hablando de los pacientes.  Yo pienso en aquellos que he dedicado mi profesión en los últimos quince años: en la sierra del sur y del norte del Perú.  Estoy conectado, en ese momento, por un proceso neuronal contigo, porque el cerebro no es razón pura, sino que está entrelazado al emocionar (MATURANA ROMESÍ, 2008, pág. 47), aquella zona límbica, que hace que nuestro ser se estremezca de placer, entusiasmo, para que lo que aprendamos se quede de por vida.  Sin emoción no hay aprendizaje.  Entonces no estás solo cuando respondes, estimado Angel.  Por supuesto, lo dices claramente: el problema no es el intrusismo, sino la epistemología.  Una parte la aprendimos en las aulas universitarias y la otra en la práctica con los pacientes.  Aquellos que nos emocionaron, cuando aplicamos el cuerpo de conocimientos adquiridos.  Porque, mientras estudiamos, practicamos con nuestra historia personal y la de los demás.  Nos emocionamos, vibramos al descubrir nuestras potencialidades, las heridas profundas y las capacidades para superar cualquier adversidad.  La solidez de ese conocimiento, trabajado y estudiado mil veces, es la fuerza de nuestro trabajo profesional.   ¿Cómo así este cuerpo de conocimiento lo aprendimos en la teoría (Universidad) y en la práctica (pacientes)?

El médico general, o cualquier especialista en la medicina, tiene que admitir que hay una desproporción enorme entre sus conocimientos de la fisiología y  bioquímica del organismo humano, y lo que conoces de ese organismo como persona que vive en relación con otros seres humanos y que es parte de un proceso socio-cultural (DE LA FUENTE, 2015, pág. 11). En esta interacción, la psicología, tiene que estar sólida, como el conocimiento que nuestra gente alberga de sí mismo y de su medio.  Por eso, la infinidad de procedimientos psicoterapéuticos, cuando tenemos claro que el cerebro, en su mal o buen funcionamiento, puede hacernos más humanos.  Es decir, nos puede alejar de lo que creemos que es absoluto (MORA, 2007, pág. 57), porque todo es relativo, para un ser que está en constante interacción.  Cuidado, no hablas de un relativismo barato, basado solo en el resultado de cualquier técnica.  Sino, en aquel cuerpo de conocimiento que, aplicado científicamente, da como resultado el bienestar de la persona.  Porque nuestra gente, nuestros pacientes, nuestro pueblo, sabe por experiencia personal, que sin la relación con los demás, con el medio ambiente, imposible entenderse a sí mismo.

Cuando llegas a este punto, estimado Angel, quiero romper el mito de que toda elección para cargos institucionales, tiene que estar plagada de promesas emocionales basadas en la construcción de edificios, propuestas laborales altísimas o entregar regalos como mecanismo estímulo-respuesta, con un reforzador funcional por lograr el voto.  Aparte de ser corrupta esa manera de proceder, es decir una conducta viciada por su manipulación agresiva, es violenta (HORNO, 2009, pág. 17).  Romper ese mito perverso, como un esquema mental retroalimentado, me hace creer en aquella biología, basada en la epistemología de mi Alma Mater, que me convenció, hasta el hartazgo, que las emociones por ser parte de la formación más primitiva de nuestro cerebro, nos producen un miedo terrible, porque las consideramos una ruptura con la razón y queremos controlarlas, domesticarlas, someterlas.  De esa manera, queremos encontrar el equilibrio.  Nuestros pacientes vienen envueltos en sus emociones, destrozados por este control impuesto, aprendido.  Algo que lo vemos también en la vida política, en todos sus niveles sociales.  Porque, si somos sinceros, la vida ciudadana, es expresión de este terrible dominio del espacio privado, íntimo, de nuestras relaciones interpersonales.  Por eso, necesitamos de la ayuda profesional de la psicología, con un cuerpo sólido de conocimientos (epistemología), que nos haga volver a nuestro origen primitivo, emocional, que haga que nuestra razón, nuestra forma de ver y estar, sea coherente con mi emocionar.  ¿Qué es eso primitivo, biológico, que nos hace volver al equilibrio humano? La capacidad del cuidar.  Aquella evolución del ser humano, cuya circunstancia de supervivencia no se debió al que era el más fuerte, sino al que tuvo más capacidad de cuidar de sí mismo y de confianza recíproca entre los seres humanos.  A esto, algunos le denominan amor.  Otros, le denominan la biología del amor (MATURANA ROMESÍ, 2008, pág. 75), que está en todo ser vivo sobre su misma especie. Forma parte del sistema, del cual estamos hechos, como parte de un proceso evolutivo. 

Llegados aquí, estimados colegas, de la lista 1, no me queda otra que seguir apostando por una Institución, como el Colegio de psicólogos, que haga de la institución una prioridad lo académico, científico, político, profesional y comunitario, un cuerpo sólido que nos represente.  Por eso, celebro esta alianza electoral, en la convicción profunda de nuestra práctica profesional, como gemido de los pacientes, o clientes, a quienes nos debemos.

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DE LA FUENTE, R. (2015). Psicología Médica. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

HORNO, P. (2009). Amor y Violencia; la dimensión afectiva del maltrato. Bilbao: Descleé De Brower.

MATURANA ROMESÍ, H. (2008). El sentido de la humano. Buenos Aires: Granica.


MORA, F. (2007). Neuro-cultura, una cultura basada en el cerebro. Madrid: Alianza Editorial.

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