La psiquiatría y psicología se besan

 Voy a ver una película al centro de Piura.  Quiero distraerme un rato, como me gusta.  Las butacas que están junto a la barra de contención en la parte delantera son mi lugar favorito.  Puedo estirar los pies, permanecer algunos momentos como si estuviera semi acostado.  Salgo del cine.  Es de noche.  Hace frío.  Decido ir al centro de la ciudad caminando.  Me encuentro con una feria de libros, entre la catedral y la plaza de armas.  Las librerías de siempre están allí, vendiendo libros de segunda mano.  Se va la luz.  ¡Así es mi ciudad!  Salgo de los stands y en la esquina está el bar del hotel de turistas.  Decido ir por un pisco sour.  Mi ciudad, mi país, tiene rasgos esquizofrénicos también. ¡Alucinante!

No me entiendo.  No entiendo mis emociones.  Siempre ha sido así.  Fue horrible estar con mi familia nueve años en Argentina.  Era el apestoso del colegio.  El que jamás tendría una insignia con la bandera de ese país.  Odiaba estar allí.  Cuando saqué el primer lugar el colegio, me saludaban y aplaudían.  Pero fingían.  Todo era igual al día siguiente.  No era uno de ellos.  Toda mi familia apestaba en ese país cagón…

Me siento en la barra, para pedir un pisco sour.  Al fondo del bar hay un grupo de chicas cantando.  Me ponen una porción pequeña de chifles, mientras prepara la bebida.  Escucho la voz de una ellas, cantando “We don´t talk anymore” de Charlie Puth.  Suena horrible. Pero el ambiente es gracioso.  El pisco sour está delicioso.  Me gusta tomarlo por sorbos cortos y sentirlo fresco en mi garganta, mientras pienso en mis amigos.  Y como misterio, llaman del otro extremo del Perú: ¡Billy!

Lo primero que me recetaron fue risperidona y clonazepam.  Me dolía la cabeza, el estómago.  Todo.  Tenía ganas de vomitar a cada rato.  Piensan que soy raro.  No me entienden.  Yo la quería, pero tuve que dejarla.  No aguantaba los pensamientos en mi cabeza.  Mi profesión me exige estar pensando siempre.  No soportaba que ella me quitara el tiempo.  Quería que todo el tiempo hable con ella.  Pero no me entendía lo que vivía.  Decía que estaba loco.  La descuidé.  Por eso no quiere verme.  Yo tengo la culpa. Odio los medicamentos…

Antes que me interrumpiera esa llamada, en la barra, pensaba que el razonamiento es la única alternativa que tiene la humanidad para salir adelante (Pinker, 2021).  La lógica nunca pasa de moda, pero está desacredita en el sistema educativo del país.  Es una perfecta locura.  No es el razonamiento el que está alterado en la esquizofrenia de mi paciente, sino la falta de capacidad social para entender las diferencias biológicas de nuestro comportamiento (Sapolsky, 2019). En eso pensaba cuando contesté el celular.  También estaban bebiendo al otro extremo del Perú, dos viejos amigos.

Ya llevo más de un año hablando contigo, Billy.  No quiero otra persona.  Ahora sigo con risperidona, por la noche.  Siempre pienso en los cálculos matemáticos, pero no los apunto.  Los resuelvo en mi cabeza.  Al día siguiente voy con mis alumnos de física y se los explico.  A veces me viene el olor a plástico de todas las personas que están conmigo.  Pero son alucinaciones olfativas.  Me río solo.  Como lo hemos hecho en las sesiones contigo, desde hace tiempo.  Tengo tanto que aportar a la física.  ¡La gente es tan ignorante!

Mis amigos celebran su graduación en una maestría clínica.  Me alegro con ellos.  Les enseño mi copa de pisco sour.  Me sabe ese momento a celebración multitudinaria.  Me despido, para seguir disfrutando de mi soledad en el bar.  La chica que atiende en el bar me saluda.  Puedo leer en su sonrisa y su mirada, diciendo que hace tiempo no me veía.  Mentalización le llamamos en psicología (Dunbar, 2023). Hasta me siento medio familia con ella.  Respeta mi espacio, como siempre.  Pienso en el teorema de Bayes que estoy leyendo (Pinker, 2021), para entender a mis pacientes. La capacidad que tiene la humanidad entera para comprender que la corteza prefrontal ventromedial (Sapolsky, 2023) puede ser entrenada para lograr que cambie el mundo, aunque sea un poquito.  Y de pronto, me identifico con mi paciente:

Siento que ella fue ángel.  Se me aparece y me habla.  Siento su divinidad que viene del más allá.  Me río mucho, porque sé que es otra de mis alucinaciones visuales.  ¡No te asustes Billy! Ya aprendí.  Lo que no deja de sorprenderme es que ahora resuelvo todas las operaciones decimales en mi cabeza.  Entreno cada vez más esos ejercicios mentales.  Me gustan los problemas difíciles.  Es mi pasión.  Es mi vida la física.  Cuando la explico a mis alumnos, en la universidad, disfruto mucho.  Hago tan fácil lo que para ellos es tan difícil.  He distinguido muy bien lo que es una emoción, como mis alucinaciones, y la lógica en mi pensamiento racional…

Pienso en el gran beneficio de la risperidona.  Pienso en la gran ayuda que es entender, sin culpa alguna, que la esquizofrenia también es un estilo de vida, que necesita de las dosis adecuadas del medicamento, para equilibrar la psicología humana.  Termino el piso sour.  Escucho un poco más de música.  Salgo del bar.  Espero el taxi que he contactado.  El taxista me comenta que es ingeniero, pero que los fines de semana hace taxi hasta las tres de la madrugada.  Pienso en la esquizofrenia que está cayendo mi país, con los delincuentes que entraron al palacio de gobierno y al legislativo; no es un juicio emocional, sino racional.  Llego a casa, dispuesto a descansar.  ¡Estoy vivo!

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Dunbar, R. (2023). Amigos. El poder de nuestras relaciones más importantes (Primera ed.). Barcelona: Paidós Ibérica.

Pinker, S. (2021). Racionalidad. Qué es, por qué escasea y cómo promoverla (Primera edición ed.). (P. H. Lazcano, Trad.) Barcelona: Paidós.

Sapolsky, R. M. (2019). Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos. (Primera ed.). (Titivillus, Ed.) Epu Libre.

Sapolsky, R. M. (2023). Determined. A science of life without free will. New York: Penguin Press.

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