Joaquín frente a Bayeu; psicología de la Familia.
Ella está sentada
a la izquierda, mirando al niño que tiene sobre sus faldas. Hay un varón mayor, inclinado viendo al niño,
sostiene un bastón con la mano derecha, mientras su mano izquierda descansa a
la altura donde se sostiene con el bastón.
El niño está conectando con la mirada de la madre, casi desnudo,
comparado a sus padres que están totalmente arropados. Los tres tienen un fenotipo europeo. Es el cuadro de la Sagrada Familia de Bayeu
Cuando llego a casa y una de mis hijas se arroja a mi cuello y me abraza con ternura, como si no me hubiera visto hace mucho tiempo -En ese momento del relato, Joaquín rompe en llanto-. Luego juego con las dos. Muchas veces nos quedamos a dormir en la sala los tres. Siento que las estoy perdiendo. Estoy perdiendo a la familia que intentamos construir por más de doce años…
Quizá el pintor
pensaba en las familias donde trabajó: la monarquía española. Familias muy movidas. Atormentadas por las herencias. Las preocupaciones por el poder. Sujeta a paranoias, estar a la expectativa de
cuidarse de cualquier traición. La
alegría de esperar a un hijo varón para la sucesión, porque una niña en la
monarquía era un problema, cuando se era el primogénito. El vínculo de la mirada del niño ante su
madre, sujeto a sus cuidados por siempre.
Mientras el padre, como alguien externo, mira aquel acontecimiento casi
en actitud de súplica reposado en el bastón, contrastando en la vejez. La caída.
El fin de un tiempo, frente a algo novedoso. Hay una clara disonancia en esa pintura con
respecto al padre. ¿La caducidad de las relaciones de poder
Patricia quiere que me vaya de la casa -afirma Joaquín-. La única razón es que yo estuve enfocado en el trabajo todo el tiempo y que jamás tuve tiempo para ella. No quiere verme más en casa. Además, quiere que le digamos a nuestras hijas que ya estamos separados y que tendremos un horario para verlas. No entiendo en qué fallé. Pensé que disfrutábamos de la vida juntos. Ella manifiesta que por fin tiene una tarjeta de crédito que puede disponer y no estar supeditada a la que teníamos en común. Me duele mucho pensar en el cuerpo que ya no podré tocar y los labios para besar. Quise darles todo lo mejor y así lo hice. No entiendo…
Supongo que el
pintor no encontró mayores datos para pintar a la familia. Un padre que no tiene protagonismo en ningún
documento histórico, excepto cuando los cuidó a través de su trabajo de clase
media: carpintero. Tuvo que enfrentarse
a su hijo adolescente, que se reveló y le dijo en su propia cara que él no era
su padre. Lo dijo frente a la madre que
le había recriminado en voz alta, segundos antes. La vejez da herramientas para volver a leer
historias de traiciones de la familia, sin tener que armar un escándalo. Los
psicólogos hoy sabemos que los hijos se forman solo el 10% en el seno de la familia
Quería formar una familia como la de mis padres. Así lo hice -Joaquín olvida que tiene una hermana mayor con la que jamás se relacionó, porque su padre tuvo otra familia-. Mis padres viven hasta hoy juntos. Todos vamos siempre a casa y los encontramos allí, para nosotros. Mis hijas no tendrán eso con esta separación. Miro las fotos y es una punzada en mi corazón, porque yo pensaba que éramos felices. Yo fui feliz con ese tipo de familia que formamos… (sus ojos están humedecidos por el llanto)
La madre y el
niño gozan de independencia en el cuadro del pintor. Al menos de independencia en el vínculo de la
mirada. Como un pacto silencioso de
secretos entre ambos. Ella que no supo
cómo decir que ese hijo no es del padre de la pintura. El hijo que goza del cariño de la madre en
sus brazos. Los mismos que lo recibirán hasta
la muerte, cuando súbitamente aparece en el relato del texto, al fallecer muy
joven, víctima de los sistemas basados en normas y rituales sin sentido, para
acabar en un mar de sufrimientos
Me entristece que ella no pueda ver en mis ojos que la amo. La deseo como la única mujer que he podido disfrutar en lo que fue nuestra cama. Me duele ver el dormitorio que compartimos por tantos años; cuando huelo en ella los perfumes que le regalé; algunas joyas que le compré; las hijas que tenemos son bellas como ella. ¿Qué tengo que hacer para no sentir tanta culpa y tristeza?
Para el pintor lo sagrado era ese movimiento familiar. No el idealismo endiabladamente
estático. En una fotografía donde la vejez,
la juventud e infancia, estén unidas con sus contradicciones y reclamos. Sin exclusiones. Lo sagrado es los secretos de traiciones libres
de fundamentos mágicos sin sentido. La
precariedad del padre, con sus últimas fuerzas para sostenerse. La fortaleza de una madre joven que cautiva la
mirada novedosa de un bebé, que intenta abrazarla en complicidad de
origen. Un juego de poderes entre
todos. Lo sagrado es el movimiento, con
sus contradicciones y no el estatismo mágico, idealista, uniformista sin
sentido alguno. Lo sagrado es la
diversidad.
Pienso en el dolor de Joaquín al revisar las fotos familiares, para recordar los momentos felices y todas las historias que están plasmadas allí, sin movimiento alguno. Darles movimiento a las fotos, para volver a relatar la historia a sus hijas. Vincular la memoria y el afecto que les haga superar cualquier adversidad. Aunque tenga que posar al lado derecho de la pintura, reposando su andar en algo, sosteniendo el dolor de dejar el poder sin perder el ideal. Bayeu tenía razón.
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Museo Nacional del Prado - Madrid (España) |
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1. |
MUSEO DEL PRADO, museodelprado.es. [Online] Acceso 02 de enerode 2024.
Disponible en: https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/bayeu-y-subias-francisco/2a747128-35c6-492d-b611-6d2461227323. |
2. |
FOUCAULT M. Historia de la Sexualidad 1. La voluntad del saber Buenos
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3. |
PAPALIA, Diane E. - MARTORELL, Gabriela. Desarrollo Humano. 14th ed.
México D.F.: Mc Graw Hill; 2021. |
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BONNETT P. Qué hacer con estos retazos Bogotá: ALFAGUARA; 2022. |
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