Psicoterapia: Mario y la victoria en Dark Souls
Estamos en las últimas sesiones
con Mario. Hoy nos acompaña la música de
Sakuraba Motoi. La misma que estoy
escuchando, mientras escribo esta historia.
Nada puede ser más real que este momento. Por supuesto que no es la tristeza de la
primera sesión. Tampoco es la victoria
después de varios encuentros en esta misma sala. Su piel no muestra la urticaria. No la hemos notado en ninguna sesión. Las manifestaciones se dan en el colegio y en
algunos momentos en su casa. Ha pasado
algunos años desde que comenzó a manifestarse en paralelo con el confinamiento. No es a causa de ello. Son los acordes musicales de Motoi, en almas de
la oscuridad (Dark Souls). ¿De qué trata
este paralelismo entre Mario, pandemia y Dark Souls?
La primera parte es la más complicada, sin razón alguna. Cuando vuelvo a esta primera parte todo es tan sencillo ahora. Pero en aquel tiempo, para el pequeño Mario de 13 años no lo fue. Desafiante. Radical en sus apreciaciones. Pequeño al fin. Queriendo encontrar, obsesivamente, la luz, porque está convencido que es lo ‘bueno’, óptimo para vivir. Superior a los demás, que son superficiales… más de 100 veces tuve que intentar para derrotar al primer jefe, que tiene más aspecto de persona que en la tercera parte. Fuego absoluto. Luz total que quiere permanecer. ¿Por qué me demoré tanto en encontrar la estrategia de derrotarlo?
Mientras me adentro en el relato
de Mario, visualizo la peor crisis sanitaria de la humanidad. Los más de doscientos mil muertos por la
Covid-19 en Perú. Cuando comenzó a morir
uno tras otro, Mario libraba una de las batallas más fuertes de su existencia,
frente a una multitud de gente que se unió a él, a través de la plataforma
virtual que usaba. Se enfrentaba al
mayor desafío de su vida. Necesitaba
este Mario de 13 años ordenar la maduración frontocortical
Tenía que concentrarme horas y horas, para hacer el guion. Ensayarlo. Subir el vídeo con mi voz en off, mientras en la imagen una pelea feroz en el juego se mostraba. Miles me seguían y esperaban el próximo lanzamiento. Quedé impresionado. Todos en el colegio hablaban de mis vídeos. Era insoportable que alguien me distrajera para conservar el número gigante de seguidores, mejorar la producción de mis vídeos… ¡13 años, muy pequeño! Ahora solo pienso en lo que hice y me río, pero la presión era descomunal. Hasta pensaban que era mayor de edad. El jefe enorme, que tenía que derrotar en Dark Souls 1 estaba llegando a su fin desolador, que lo sentí cuando apagué la computadora y no más vídeos. Incluso sentía que la sinfonía del primer jefe, del juego que más me apasiona, era disruptiva en la música de fondo. ¡Eso!, no había armonía…
Mario no solo se describe a sí
mismo en las sesiones, mientras va re-creando las fases de Darks Souls. Está describiendo el entorno socio sanitario
que le tocó vivir. Tal como aumentaron
sus seguidores en su canal, progresó la maduración frontocortical, que
necesitaba ponerse al día con sus emociones y sentimientos. Cada sesión es un caminar en la sinfonía de
fondo del juego virtual que tanto emocionaba, frente a una oscuridad que se le
percibe como lo peor o dañino. Como si
la oscuridad no formara parte inherente de la vida de los seres humanos. La percepción demoniaca, expresada en su
lucha por preservar “la luz del fuego” para poseerla. Pero, de ¿qué estoy hablando en este momento
de la psicoterapia?
Es que la luz la pintan como lo bueno, ¡pero no! -comenta Mario- luchar con los dioses que tienen la luz, para ser como ellos, es vivir en una eternidad virtual espantosa. No es la luz la que hay que poseer. Sufrí mucho, porque tenía que enterrar el éxito que no busqué en la plataforma con tantos seguidores. Luchar contra ese dios de la virtualidad para profundizar en la conexión sincera con alguno de los que podemos hablar sinceramente de los sentimientos. Por ello, pude encontrar la estrategia de derrotar al tercer jefe evitar el fuego, para que no reviviera de las cenizas, porque la luz invade y enceguece… ¡Mario, el pequeño de trece años tenía que morir! para enfrentarme a la fase tercera…
Sus ojos se llenan de lágrimas con
la emoción de su propio relato. Percibo que está listo para comenzar la gran
tarea del adulto en que se va convirtiendo.
La madurez de enfrentarse a su propia naturaleza: la oscuridad. Lo propio de lo humano. El espacio y tiempo de la oscuridad, donde se
avanza con comodidad. Volver al útero,
lugar seguro y tranquilo para vivir en paz.
No en el lugar ficticio de los dioses que ocupan la virtualidad. Cuando voy culminando este relato, una
noticia llega del Ministerio de Salud del Perú: hemos llegado a la cifra cero
de contagios de covid-19. Las
mascarillas solo serán de uso intrahospitalario y lugares sin ventilación. Las cenizas tienen que enterrarse definitivamente
para volver al lugar que nos corresponde, según entiendo en esta penúltima
sesión con Mario, dos años después de su experiencia del éxito como youtuber.
La oscuridad es el espacio seguro y es tan fácil derrotar a esa especie de luz, que perdió la forma humana en la fase tres… Siento mi cuerpo. Disfruto de mi ser. Soy realidad. Soy oscuridad y veo mejor…
Se escucha la bocina de la
movilidad que lo viene a ver. Terminamos
la sesión abruptamente. Está oscuro afuera y lo veo cruzar la vereda. Sube a la movilidad. Percibo la paz de adolescente que reclama su
adultez. En esta
sesión escuchamos la sinfonía de Sakuraba Motoi, con la armonía de toda la
banda sonora, como la estoy disfrutando en este momento, al terminar estás líneas.
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Imagen de Nuuevem |
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SAPOLSKY, R. (2019). Compórtate. La biología que
hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos. Editor digital
TITIVILLUS.
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