Paranoia, psicopatología que se contagia.
Siento que alguien está
siguiéndome para hacerme daño. Me vigila
por las ventanas de mi casa. Cuando
salgo para hacer algo en la calle siento que está mirándome o marcando mis
pasos. En un centro comercial disimula
para observarme. Por una calle, en la
que estoy caminando. Cuando ya está muy
cerca, mi corazón comienza a palpitar aceleradamente. Los médicos le dicen taquicardia. Mi respiración es más profunda y rápida. No puedo evitar el ruido que hago al respirar,
aunque intente contenerlo. La piel se me
eriza por todo el cuerpo. La mirada solo
busca un escape, por eso mis ojos miran a todos lados. Los músculos se tensan, listos para comenzar
a correr, escapar como sea de una situación que puede costarme la vida. Algunas veces produce ahogo en la garganta,
no puedo hablar ni gritar, porque me asfixio.
Otras veces, mi mente trabaja más rápido, me camuflo y escondo rápido,
para que no me vea, protegerme de cualquier manera. Mi cerebro puede darse cuenta rápidamente que
no es uno sino muchos, que han conspirado para hacerme daño. Es cuando siento los síntomas nuevamente,
pero en su máxima expresión.
Si estoy con alguien de
confianza, le contagio mi ansiedad. Lo
convenzo y hago que también se asuste. Que
viva a la defensiva, para protegernos. Le
puedo demostrar todas las coincidencias que existen y afirman que nos persiguen
para hacernos daño. Para liquidarnos.
Todos los que hemos vivido en la
décadas desde el 80 al 2000 somos víctimas de la paranoia, con esos mismos síntomas,
en diferentes grados. Al comienzo fue el
miedo al grupo terrorista Sendero Luminoso.
Posteriormente a las Fuerzas Armadas.
Finalmente, se contagió a los vecinos y familiares. Vimos como las personas escapaban espantadas
de sus pueblos, donde la violencia estaba marcada. Los terroristas y militares, que se
enfrentaron en aquella época tienen un shock post traumático, que se expresa en
la paranoia. No pueden vivir, sin estar
alertas a las amenaza de alguien que les persigue para hacerles daño. El oficial Edwin Donayre, es expresión de esa
psicopatología. La lideresa Kiko
Fujimori ha sido formada, desde muy pequeña, en un sistema paranoico, por el
asesor presidencial de la época en que su padre fue Presidente del Perú. Ellos buscan grupos donde las personas tengan
ese mismo nivel de paranoia. Si no
encuentran esos grupos, entonces los crean ellos mismos, para certificar en la
realidad lo que su imaginación maquina al extremo, por una cuestión de
malformaciones en sus conexiones neuronales que producen en alto grado el
neurotransmisor de adrenalina, lo que hace que su sistema nervioso esté en
alerta máxima, para escapar o matar a su perseguidor imaginario.
Así tenemos, terror para todos (PALACIOS, 2018). Donayre que ve terroristas por todos
lados. Así vivirá siempre e intentará
demostrar a todos los que le rodean que así es. Al punto que todos creeremos su
historia. Keiko Fujimori, trasmitirá que
todos la quieren tumbar, le roban las elecciones, que hay que defenderse porque
todos la acosan y la persiguen para hacerle daño. Así lo comprobará igual que Donayre con
filmaciones ilegales, camuflándose para demostrarlo. Los grupos que ellos forman y se rodean son
tremendamente paranoicos. Y los que no
pertenecemos a sus filas, igual nos contagiamos de la paranoia para consolidar
el circulo vicioso cognitivo de la paranoia.
Ellos se camuflan, para demostrar
que la paranoia es real y no producto de su imaginación: El argumento que a
todo el Perú quieren ponerlos débiles, es su inspiración cognitiva patológica. Por eso, demuestran la fuerza para apabullar
a sus atacantes imaginarios. El
resultado, traerse abajo cualquier ley que muestre debilidad y salir del status
quo que les pueda dar un mínimo de seguridad temporal. Tienen que defenderse de un sistema educativo
que quiera feminizar a todo el mundo, especialmente a nosotros los varones, que
somos los fuertes. Se agrupan en una
religiosidad funcional, que les ayude a convencer a todo el mundo, que el
diablo existe y está en todo lados, para dar miedo y sientan lo que ellos
sienten. Por eso, no se guardan ningún adjetivo
de: criminal, terrorista, gay, lesbiana, todos esos adjetivos son lo mismo.
¿Cómo evitar el contagio de la paranoia?
No votemos por personas que
estuvieron involucradas directamente en la violencia de esos años negros del
Perú, por una cuestión de salud psicológica.
No hagamos caso a los grupos políticos y religiosos que ellos han
formado o a los que pertenecen, porque lo que buscan es convencernos que no
vivimos en una época diferente, donde ya no hay guerra interna. Intentemos volver a enfrentarnos a nuestra
realidad actual, poco a poco, desensibilización sistemática, para demostrarnos
que las instituciones no nos quieren hacer daño. Apartémonos de esos grupos y esos líderes,
porque nos contagiaran de su patología y no nos dejaran disfrutar el mundial de
Rusia 2018, con Paolo o sin Paolo, ni nos dejarán ser felices en nuestra patria,
con mundial o sin mundial.
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PALACIOS, R. M. (20 de mayo de 2018). larepublica.pe. Obtenido de
larepublica.pe: https://larepublica.pe/politica/1245582-terror
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