Para Elisa, en nombre de Patty.
¿Qué haces si un hombre te roza, cuando el bus está muy lleno? ¿No sientes cosas?
Mientras está preguntando, le
está sonriendo, pero mirando fijamente.
Desde este momento, la imagen de Patty, se quedó grabada como un tatuaje
en mi mente. Su amiga mormona no sabe qué
responder. Sola atina a mirarla muy
seria. Y yo, me hago el desentendido,
mirando al suelo, pero esperando la respuesta.
Así me gusta ella. Sus cabellos
sueltos. Sus labios pintados muy
suavemente. Sus lentes de chancona
empedernida. Tengo mucho miedo a sus
preguntas también, que sobrepasen mis conocimientos, porque yo soy yo, pues. Mantengo perfil bajo, para evitar esas
preguntas acuciantes de los temas intelectuales, pero también de las preguntas
personales, que racionalizo al máximo, como todo varón bien entrenado en la idiotez.
Esto no te lo he dicho,
Elisa. Hay tantas cosas que no te he
contado acerca de Patricia. ¡Qué
confusión tiene mi cabeza y cuántas cosas tengo que reservarme! Al igual que tú soy inmigrante en la capital
del Perú, en este momento de la historia de nuestras vidas. Tengo apenas 17 años y tú también, en pleno
1985. Pero, ya está quedando atrás eso
que a las niñas se les inculca en el sentimiento de pudor y a ocultar sus
reacciones sexuales (DENEGRI, 2012, pág. 295). Al menos, cuando me
camuflo para escucharlas, entre ustedes, eso no sucede. Me
identifico y me confunde la obscenidad de las preguntas, aparentemente
irrelevantes. ¿Te imaginas lo que me
preguntó acerca de mis sentimientos hacia ti, el día que estábamos en las
escaleras de la universidad? Así era Patty. Nuestra Patty.
No me despedí jamás. Lo sé.
A veces los varones tenemos reacciones tan reprimidas como ésas, porque, en
mi caso, no puedo mencionar mis fantasías sexuales, de ninguna manera. Al menos contigo porque eres mujer. No, hasta que me entero que una santa
famosa había expresado su fantasía en un sueño: Jesús la desposa con el “anillo
de su carne”, en el momento que fue circuncidado (PELAJA, Margherita - SCARAFFIA, Lucetta.,
2011, págs. 112-113). Denegri queda pequeño en su análisis
psicológico. Yo también, Elisa de mi
corazón. Patty se moriría de risa, si le
doy esta noticia sacrosanta. En esta
tarde de 1986 penosa y triste, hasta por demás, cuando mi compañero de clase me
expresó que sin ti no podía vivir y que había iniciado una carrera contra el
tiempo contigo. Una carrera en la que un
macho cede el paso, por cuestiones de lealtad, porque nos meten hasta el
tuétano que las mujeres son de nuestra propiedad. Un inmigrante versus un citadino con
experiencia en la materia. Como
comprenderás, no podía sumarme a una carrera como ésa. Estamos en 1986, justo cuando suceden las
situaciones más confusas, a nivel personal y social, en nuestro país. Después de la nefasta realidad en la que nos va metiendo Alán García, todo es posible en nuestro país.
¿Confusiones? Claro que sí.
Ambos somos profesos seguidores de la Izquierda peruana. Creemos en el invento de la igualdad, como
motor que mueve nuestras existencias. En
realidad es el juego del ultimátum, que tú y yo conocemos por psicología, desde esta etapa de
nuestra adolescencia universitaria en Lima.
Sin ese invento de la igualdad, como creencia, que aunque solo exista en
nuestra imaginación (HARARI, 2017, pág. 167), es la única manera de caminar juntos, hacia objetivos
comunes. Por eso, tengo que decir
adiós. En ese preciso momento de
nuestras vidas. Nunca hubiera imaginado
que 30 años después me digas con radicalidad que ya no va más ese pensamiento,
al menos, como en ese instante de nuestra adolescencia intelectual de estudios
“superiores”. Mientras, en nuestras
espaldas, los compatriotas eran asesinados uno por uno, por Sendero Luminoso,
aún cuando pertenecían a sus filas.
Cuando les estaban asesinando,
como escarmiento a normas incumplidas internamente, gritaban: “Viva Gonzalo,
Viva Mao” (GAVILAN,
2017, pág. 66), en
nombre de ese invento de la igualdad. Otra
razón más para no despedirme e irme a buscar nuevos caminos. Después de esas últimas elecciones
universitarias, donde las bombas lacrimógenas, dentro y fuera de la universidad,
deciden el fin del proceso electoral interno, tomé la decisión de no
despedirme. Tampoco me despedí de
Patty. Aunque hubiera querido, jamás
imaginaría que después de 20 años me enteraría que le quitaron la vida. Tú y el resto de compañeros, decidieron poner
su nombre a la promoción, por ese motivo.
Ustedes, las mujeres, siempre me han impresionado por el coraje
expresado con cariño.

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DENEGRI, M. A. (2012). Obscenidad y Pornografía. Lima: Fondo
Editorial Inca Garcilazo de la Vega.
GAVILAN, L. (2017). Memorias de un soldado desconocido. Lima: IEP.
HAN, B.-C. (2014). La agonía del Eros. Barcelona: Herder.
HARARI, Y. N. (2017). Homo Deus. Breve historia del futuro. Lima:
Debate.
PELAJA, Margherita - SCARAFFIA, Lucetta. (2011). Dos en una sola carne.
Iglesia y sexualidad en la historia. Madrid: Cristiandad.
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