La psicoterapia del Sordomudo; tocar la vulnerabilidad (Mc.7,31-37)
Cuando, por primera vez, se nos
dijo que la indefensión se produce al no tener control sobre los
acontecimientos en nuestra vida (SELIGMAN, 2000),
y que además es aprendida, todos los presupuestos del origen de la depresión y
ansiedad, han tenido que ser revisados, para descartar diagnósticos difusos,
que nos lleven a un tratamiento eficaz. Desde
aquel tiempo, década de los 60, el modo de ver la vulnerabilidad de los estados
emocionales del humor, llegaron a una conclusión: la pobreza también se aprende
y crea indefensión (GALINDO, Oscar y ARDILA,
Rubén, 2012). ¿Cómo entender estos procesos de indefensión?
Normalmente, para los judíos de
la época de Jesús, tocar a un enfermo es exponerse a recibir el mismo mal que
le aqueja. Por ello, una forma de
controlar era evadir cualquier roce con las personas que padecían algún
mal. Además, lo tenían normado en el
Levítico. Nadie hacia nada por cambiar
esa situación, por miedo a contagiarse del mal.
Ellos le llamaban “impureza”. El
paciente había aprendido que lo mejor era no tocar a nadie y evitar que el mal
se expanda. Asumieron que eran “impuros”
y, como tales, debían permanecer en esa situación y morir con ella. Aprendieron también a vivir en ese
desamparo. Tocar lo vulnerable era de
alto riesgo. Vivían aislados, ignorados,
alejados. Existían dos tipos de control:
Externo e interno. En ambos controles se
aprende la indefensión.
El Control Externo: las normas
que se elaboraron, por el bien común.
Evitar el contacto. Esas leyes no
las cambiaba nadie. Todo el pueblo lo
tenía muy claro. El paciente, sabía que
no podía trasgredir esa ley, bajo pena de mayor exclusión. Así como lo sabían
los sanos. El Control Interno: se
dividía entre sanos y enfermos. Ellos
le denominaron “puros” e “impuros”. Los
puros, sabían que tenían acceso a cualquier lugar o espacio social. Podían dirigir su vida. Sabían que podían hacerlo. De hecho, lo hacían. Los impuros, enfermos, sabían que no podían
salir de determinados límites sociales y de relaciones. Su espacio socio-emocional estaba totalmente
limitado, hicieran lo que hicieran. Al
punto de llegar a pensar, que merecían ese estado, por una serie de razones
internas: culpabilidad, incapacidad, sentimientos de vulnerabilidad total.
En el caso del sordo y, en
consecuencia, mudo, como metáfora para explicar este evento, es muy
relevante. El que no escucha, no tiene
un control de la situación externa. Pero
también, si cierra su vista, se da cuenta que pierde el control interno porque
no siente ningún estímulo externo que le ayude a un mejor equilibrio con su
vida. Le puede caer una viga, que
mientras no la vea ni escuche, lo mata sin haber tomado precauciones. Por otro lado, tampoco puede expresar con un
lenguaje fluido, lo que desea, piensa y experimenta. Haga lo que haga, su mundo es muy
limitado. Su exclusión es muy
elevada. En el contexto judío, tocar a
este enfermo sería una desgracia total.
Para el sordo y mudo, vivir excluido de los demás es un problema. Mucho peor, es vivir excluido del contacto
relacional: una caricia, abrazo o, simplemente, ser mirado. La pobreza se caracteriza por todo ello:
pobreza de lenguaje, el futuro no existe, actitud fatalista, rasgos depresivos (Estefanía, M. T. & TARAZONA, D. , 2013). ¿Qué
hacer para romper este aprendizaje de indefensión o pobreza aprendida?
Pasaron muchas décadas, para
elaborar una psicoterapia que contrarreste todos los síntomas. Mientras tanto, muchos especialistas tocaron
la herida de esta situación. Se llegó a
la conclusión que había que entrenarnos en la felicidad y el bienestar, bajo cinco
elementos: emociones positivas, entrega, sentido, relaciones positivas y logros (SELIGMAN, La vida que florece, 2011, pág. 31). Cada uno de esos elementos, con ejercicios
sistemáticos, para una psicoterapia. Poco
tiempo después, se agregó una técnica denominada de aceptación y compromiso. Consiste en: alejarse de los pensamientos y
creencias inútiles; dejar lugar a sentimientos, impulsos y sensaciones
dolorosas, permitiendo que entren y salgan y, finalmente, comprometerse con el
aquí y ahora. Son las mismas categorías
del Mindfulness (KASHADAN, Todd B. - CIARROCHI,
Joseph, 2014, pág. 13). ¿Cómo lo podemos visualizar ante la actitud
frente al “sordomudo”?
Tocar al enfermo, es deshacerse
de una creencia inútil. Por ello, le
trajeron al sordomudo, para que lo tocara.
Atreverse a tomar contacto, piel a piel, con el vulnerable. Sin miedo a contagio alguno. Meterse en el pellejo del otro. Salir de nuestras creencias inútiles. Volver a
tener el control externo e interno.
Además, tocar la herida. “Le metió
los dedos en los oídos”. Allí donde está
el problema. Al ir directamente a la
herida, es ya un gran porcentaje de sanación.
Sin la menor duda. Entrar en lo
más vulnerable del otro, para poder encontrar solución a su angustia,
dolor. Su extrema pobreza. Lo que le
impide relacionarse con el mundo exterior, con los demás. Que le impide salir
adelante. Aún con todo, dar un paso más:
“y con la saliva le tocó la lengua”. Produce
un poco de asco, literalmente, imaginar la escena de tocar con la saliva la
lengua de otro. Esta escena solo se
produce en una relación de intimidad, en los enamorados. Pero hacerlo con un extraño, es
repugnante. Entrar en la intimidad del
otro, puede generar este sentimiento de repugnancia, asco, de las miserias del
otro. Cultivar esa capacidad de abrir el
espacio interior para recibir la vivencia del otro, que le produce mudez,
silencios obligados, palabras no pronunciadas, gemidos indecibles. ¿A qué nos lleva todo este proceso
terapéutico?
En este caso quedaron curados
Jesús y los que estaban viendo. El
sordomudo al parecer siguió igual físicamente. Se dieron cuenta que quien le
toco los oídos y la lengua, no se quedó ni sordo ni mudo. Que además, todos miraron a alguien que había
pasado desapercibido toda su vida: el sordomudo. Se dieron cuenta, que no era una persona
aislada, por sí misma. Que no merecía
estar excluido. Además, vieron que la
relación entre el sordomudo y quien estaba con él, era tan natural, que hasta
le podía entender lo que hablaban mutuamente.
Sintieron el gozo de ese encuentro.
Esa situación les dio nueva vida a los espectadores. Otra visión del mundo, que solo se logra con
la inclusión de todo aquello que es diferente, de lo aparentemente normal. Quizás el mudo jamás volvió a escuchar ni
hablar perfectamente. Pero ahora sí, era
entendido por todos y entendía a todos.
Unas relaciones basadas en el bienestar y la felicidad. La inclusión de lo vulnerable, jamás estuvo
mejor descrita que en esta escena.
¿Seremos capaces de llegar al colmo de este asombro?
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Estefanía, M. T. &
TARAZONA, D. . (2013). Psicología y Pobreza. ¿Hay algo de psicología en la
pobreza o es la pobreza algo psicológico? . Explorando Psicología ,
21-25.
GALINDO, Oscar y
ARDILA, Rubén. (2012). scielo. Obtenido de scielo.org.com:
http://www.scielo.org.co/pdf/apl/v30n2/v30n2a13.pdf
KASHADAN, Todd B. -
CIARROCHI, Joseph. (2014). Mindfulness, aceptación y psicología. Las siete
bases del bienestar. . Barcelona: Obelisco.
SELIGMAN, M. E. (2000).
Indefensión. Barcelona: DEBATE.
SELIGMAN, M. E. (2011).
La vida que florece. Barcelona: Ediciones B.
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