“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. Lc. 16, 31.[i]
Todos somos procarionte, desde la
evolución de nuestro planeta. Si alguien
tiene otra explicación de nuestro origen, que no sea el unicelular, entonces
podemos tantear otra afirmación, para entendernos. Mientras tanto, lo
seguiremos afirmando, hasta el cansancio.
De ahí que, no se entiende la psicología y la ética, sin la conciencia
del amor propio, como regreso a esta experiencia primigenia de ensimismamiento. De aquí parte la capacidad de cada ser humano
para abrirse hacia otrx. Somos
procarionte - eucarionte (MARURO
– BOFF, 2004, p. 25-27) y todo lo demás, en consecuencia, es
añadidura. Es así como tendríamos que
volver a definirnos, sin ambigüedades.
En ese sentido, y de manera
simbólica, todos somos Adán. No por ser,
mezquina y tercamente, varones. Sino por
ser unicelulares, como forma primigenia de vida. La ética, como expresión relacional en la
alteridad, propia del ser humano, parte de esta experiencia llevada a la conciencia,
de cada unx de nosotrxs, que nos hace entrar en comunión con lxs otrxs, para
desdoblarnos y, de alguna manera, reproducirnos. ¿Podrá entenderse de otra manera el proceso
relacional entre los seres humanos, sin partir de este proceso evolutivo llamado,
de forma bella y simbólica, “Eva”?
La psicología y la ética de la
inclusión, entonces, tienen su origen con nombre femenino: EVA. Las relaciones interpersonales, al menos en
su forma lingüística, y simbólica, es femenina.
También es procarionte-eucarionte, ADN, con las veinte Proteínas básicas
combinadas y cuatro ácidos nucleicos (ibid). ¿Por qué ubicar a la psicología y la ética en
este contexto de la evolución?
Porque, al parecer, se nos ha
olvidado que somos uno. Que volver al
hogar, o al Edén, para los creyentes, es volver a uno mismo. Excluir al otrx, es excluirme a mi
mismx. En ese sentido, nuestros
conflictos psicológicos, se solucionan volviendo a mí mismo. Algo que, nosotros
los psicólogos, denominamos el “Yo”. Quizá, a esto se refiere el texto bíblico
citado, antes de sentenciar dice: “Si no escuchan a Moisés y a los
profetas…” Es decir, si no volvemos a
nuestro pasado, a nuestra tradición, a lo que nos antecede, jamás podremos
hacer caso, así ocurran sucesos extraordinarios en el cosmos, como la resurrección
de un muerto.
¿Cuál es ese pasado, tradición,
que nos antecede? De alguna manera, lo
hemos dicho en el aspecto de la genética humana, o de la lectura simbólica del
génesis. Pero, también somos miembros de
diferentes culturas, que interactuamos entre nosotrxs, desde nuestro proceso
evolutivo (MATURANA, 2008, p.
22-23), hasta nuestros días. Esto forma parte de nuestro pasado y
tradición. Simbólicamente denominad: Moisés y los Profetas. Muchas veces,
queremos vivir entre nosotrxs, como si las diversas culturas no
existieran. Todos tenemos una cultura
subjetiva, interiorizada. Tatuada en
nuestro Yo. Se resume en la forma como está organizada nuestra psique: nuestro
modo de mirar las cosas, la actuación política que tenemos frente a los
acontecimientos, la forma como tomamos las decisiones, nuestras prioridades que
no son iguales para todos. Cada unx de
nosotrxs organizamos nuestra vida, como mejor nos parece. Por lo tanto, nuestra
forma de pensar, en cada unx es diferente.
Totalmente diferentes. Esto, nos
lleva a una cuestión ética de la comunicación de significados (LACA AROZENA, 2006, vol. XII, N°24). ¿Qué quiero decir con significados? Simple y llanamente, hay que conversar de
nuestra forma de ver el mundo e interpretarlo.
No es lo mismo para un niño que para un adolescente, joven o adulto. Si
hablamos de generaciones. Pero tampoco
es igual para el marido que para la mujer o lxs hijxs. Y la lista es muy larga, si comenzamos a
comparar nuestras individualidades.
Para poder ser aceptados en la
sociedad, desde la cultura subjetiva, hemos tenido que interiorizar normas de
convivencia. De ahí parte la ética. Se trata de una cuestión psicológica básica
para ser acogidos socialmente. De ahí
que, aprendamos, a lo largo de nuestra vida, que los valores y modos de hacer
las cosas son, aparentemente, “normales” y “naturales”. Esto
es así, gracias a la familia, la escuela, figuras de autoridad, amigxs. Nos comportamos igual que ellxs, en una
experiencia mimética. Junto a este
aprendizaje, también nos enseñan implícitamente que manifestar desacuerdos y
comportarse de manera diferente, genera conflicto y exclusión. Por ello, la cultura tiene refuerzos
psicológicos sobre las actitudes y comportamientos de aceptación y
rechazo. Esto es lo que
denominamos, en psicología: influencia social normativa. Aquí radica la base de un problema del
encuentro con otras culturas, en el mismo seno familiar o fuera del entorno, si
no se conforman con nuestros patrones, es muy frustrante y genera
conflicto. Lo que estoy afirmando es que
la cultura no educa para la aceptación de otras culturas. Esto es así, gracias
a lo que se imparte desde la familia, religión, educación, entre otras
instituciones. Al contrario, ejercen un
fuerte componente coercitivo emocional.
Es decir un control emocional-afectivo, sobre sus miembros a través de
la lengua, etnia, territorio, creencias religiosas, que forman la identidad
cultural. ¿Qué hacer para trabajar en la
inclusión, sabiendo este proceso psicológico?
No se trata de romper la frontera
entre una cultura subjetiva y otra. Se
trata de interactuar con esas fronteras.
Es decir, re-aprender a vivir en la frontera: que de mi costilla pueda
salir un ser diferente (Adán). Que ese
ser diferente también es parte de mí (Procarionte-Eucarionte). Vivir en la frontera es despejar mis miedos
de ser como el otrx, porque algo del otrx tengo YO. Esta experiencia antropológica, es lo que Bauman (2006), denomina celebridad en un contexto
líquido. Es decir, ser famosos en
nuestras relaciones interpersonales, por tiempos cortos sucesivos, como lo
hacen nuestras publicaciones en las redes sociales y estamos pendientes de los
“likes” que hemos logrado, como seres post orgánicos (SIBILA, 2009).
¿Cómo hacerlo de manera más concreta? En psicología proponemos que el
contacto entre culturas debe ser prolongado, en muchos momentos programados y
permanentes, bajo las siguientes condiciones psíquicas:
* Las personas deben ser del mismo status social, económico o laboral. Es así, porque las relaciones que no pertenecen al mismo status, suele imponerse una sobre otra. Esto es muy importante, por la subjetividad de poder que unas tienen sobre otras.
* El contacto tiene que ser informal. Si estructuramos, entonces caemos en la direccionalidad de algo. Esto no implica obviar un orden básico. Implica comportarse de acuerdo al contexto líquido que vivimos. Estar atentos a la espontaneidad del momento, para hacer surgir la creatividad y la puesta en común en los diálogos interpersonales: conversaciones, bailes, fiestas, entre otras actividades libres.
* Apoyar explícitamente las normas que impliquen igualdad entre las personas y grupos. Porque todxs necesitamos estar en igualdad de condiciones. Caso contrario, sería un ética absurda, condicionada por personas o grupos de poder.
* Si se origina algún conflicto, asegurarnos en clasificarlo: de recursos o de necesidades básicas psicológicas (Burton, 1987; Lederach, 1997; Coleman, 2000). El primero tiene que ver con el tiempo, dinero, territorio, obras. El segundo con reconocimiento de status, seguridad, sentido de la vida, afectivamente seguro, libertad espiritual. En ambos, tenemos que estar conscientes, sabiendo en qué tipo de conflicto nos encontramos, para abordarlo.
CONCLUSIONES:
1. Las
ciencias no tienen por qué estar fuera de nuestra visión religiosa, o
espiritual, de la vida. Si permanece
fuera, entonces no podremos superar nuestros prejuicios para evitar cualquier
tipo de exclusión entre nosotrxs: todos provenimos de un mismo tronco.
2. Una
primera intuición, que propone la psicología, es asumir nuestro pasado y
tradición, como fuente inspiradora de inclusión. Al venir todxs de un mismo organismo
biológico, todxs aspiramos a ser uno.
Todo esfuerzo, por unir la cultura subjetiva, a través de la
comunicación de significados, será poner las bases de inclusión.
3. No se
trata de pelearnos e irnos al otro lado de la frontera cultural. Se trata de aprender a vivir en la frontera,
en estos contextos líquidos. Es decir,
entrar en contacto prolongado con otras culturas subjetivas, por varios
momentos diferenciados, con los requisitos psicológicos básicos de: igualdad de
status, informal, normas de igualdad y asegurarnos que los conflictos estén
clasificados, de recursos o necesidades básicas psicológicas, para poder
superarlos.
****
[i] Gutiérrez
Adrianzén, Billy J. Exposición
para REDPERIN:
Una conversación sobre la Inclusión. “Promoviendo la inclusión en
nuestras familias e iglesias”. REDPERIN (Red peruana inter-confesional
en respuesta al VIH/SIDA). Lima, 15 de octubre del 2016.
BIBLIOGRAFÍA
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2006
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LACA AROCENA,
Francisco A. Cultura de Paz y
Psicología del conflicto, estudios sobre las cutluras contemporáneas,
diciembre, año/vol. XII. Número 024,
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Acta universitaria, vol. 18, n° 1, enero-abril, 2008, Universidad de
Guanajato, México.
MATURANA ROMESÍN, Humberto, El sentido de lo humano, GRANICA, Buenos Aires, 2008
MATURANA ROMESÍN, Humberto – PÖRKSEN, Bernhard, Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, GRANICA, Buenos Aires, 2008.
MURARO M.
Rose – BOFF, Leonardo, Femenino y Masculino.
Una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias, TROTTA,
Madrid, 2004
SIBILIA,
Paula, El hombre postorgánico.
Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales. 2ª. edición, Fondo de Cultura económico, México D.F.2009.
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