A FRANKLIN, mi hermano. (Mt. 6, 7-15)

A Jesús no le gustaban los funerales. Cuando asistió a uno, hizo andar al difunto y se terminó el funeral. En otro, hizo resucitar al que estaba muerto y fin del velorio. A mi hermano Franklin, tampoco le gustaron los funerales. Pero no solo en eso fue evangélica su vida. A Jesús no le gustaba la oración que se lucía en público con muchas palabras. Por eso, mostró en silencio su cariño, cercanía y reivindicación con las personas: tocando, abrazando, celebrando comidas y bebidas. La fiesta de la fraternidad. Esa era otra actitud que mi hermano Franklin, mi gran hermano, copió literalmente de Jesucristo. Fue su oración permanente. ¿Qué le gustaba a Jesús? Le gustaba la oración de la intimidad. Aquella que se logra encerrada en una habitación, lugar de nuestros secretos. Donde está el calor de nuestra compañía con nosotros mismos y los “más nuestros”. Allí donde el cariño es tan cercano, que podemos abrazarnos y podemos decir q...